La Opinión de Murcia

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Arte escénico
Helena Tornero Dramaturga

"El problema viene cuando señalamos el mal y no lo explicamos"

La dramaturga catalana firma el texto que cierra mañana la edición 2022 del Festival de Teatro de San Javier

Helena Tornero. | FOCUS

Helena Tornero le interesan los porqués de los perdedores. Habla de Frankestein y, tirando del hilo, de Satán. Alrededor de este último estructura su reinterpretación del clásico de Milton Paraíso Perdido, que cierra mañana la edición 2022 del Festival de Teatro de San Javier. Por el camino, a la dramaturga le da tiempo a darle voz y cerebro a Eva y a cuestionar lo que los mitos siguen diciendo de nosotros.

¿Cómo se adapta al siglo XXI un texto de 1667?

Como se puede [ríe]. Lo bueno del texto de Milton es que, aunque hay mucha distancia temporal con respecto a cuando lo escribió, trata mitos y temas universales. Y eso sigue estando ahí. Busqué el contexto de Milton. Por qué y cuándo lo escribió. Ahí empecé a encontrar muchos paralelismos que se podían trasladar a la actualidad. Es un texto que en el mundo anglosajón ha tenido mucha repercusión. Muchos autores se sienten identificados con los personajes, especialmente con el de Satán. Y muchas obras importantes, pienso en el Frankenstein, de Mary Shelley, son respuestas al Paraíso Perdido de Milton. Frankenstein no es otra cosa que un Satán que se rebela contra su creador. A partir de ahí empecé a trabajar en cómo conectar con el lenguaje contemporáneo.

¿Qué le llamó del poema?

Es un poema muy bonito. El lenguaje suena muy bien. Tanto en el original como en cualquier buena traducción. He intentado que el texto suene mucho en escena. Se suele decir que Milton fue en poesía lo que Shakespeare en teatro. La palabra es el vehículo de todo, e intenté conservar eso.

«A mí me interesaba saber qué pensaba Eva en esta historia»

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La figura de Satán pesa mucho en la historia.

A Milton le interesaba. En toda la primera parte de la obra destaca el personaje de Satán. Es un verdadero héroe trágico, el que más sufre. Antes de tentar al hombre, por ejemplo, él duda y tiene sus conflictos. Por eso, los románticos lo encontraron luego tan interesante, porque se ponía de lado del perdedor. Lo hace más humano. Me pareció interesante seguir por esa línea.

Usted subraya el personaje de Eva, que no tiene tanta importancia en el original.

Sí. Ahí no soy fiel a Milton. Él era un hombre de su época, y el personaje de Eva es obediente y está supeditado siempre a los hombres...él la hace más presumida y le pone más defectos que en la Biblia, y ahí encuentras la misoginia de Milton. A mí me interesaba saber qué pensaba Eva ante cada acontecimiento de la historia. Pensé que era interesante, como autora mujer del siglo XXI, reescribir el mito de Eva y añadir su mirada, que en la época no estaba.

«Milton introdujo en este poema la posibilidad de la rebelión»

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La religión y lo mitológico juegan, al menos en Occidente, un papel diferente al que jugaban cuando se publicó el texto. ¿Ha influido eso en la adaptación?

Sin duda. Nosotros no somos los mismos que eran ellos. Nuestra mirada, en general, es mucho más distante y menos subjetiva con respecto a esos temas. Creo que es una obra que puede ser concebida de diferente manera por un creyente y una persona no creyente, pero en todo caso sí que se ve claramente que son mitos que nos han transmitido unos valores que ahora nos están presentando dificultades. La relación entre el hombre y la mujer, la relación con el medio ambiente...En la Biblia le dicen a Adán que gobierna sobre la Tierra y los animales. Esta visión tan antropocéntrica derivó en un discurso colonialista. Y ahora vemos que el planeta quizá sea más poderoso que el hombre. Y que deberíamos estar en un plano más humilde.

El texto profundiza en el concepto de desobediencia. ¿Diría que es un impulso inherente al ser humano?

Milton pertenece a una época en la que se cuestionaba a un rey. Si estaba equivocado, se le ponía en duda. Él introduce la duda y la desobediencia justificándola, diciendo que cuando algo es injusto, hay que rebelarse. Luego podemos discutir si Satán tenía razón del todo, pero, en todo caso, el poeta introduce la posibilidad de la rebelión, de poder cuestionar al poder. Eso es un valor democrático tremendo.

Cristina Plazas y Pere Arquillué en un momento de ’Paraíso perdido’. | L.O.

Uno de sus objetivos con el texto era permitirle al público la oportunidad de elegir con quién identificarse, ¿cree que como sociedad seguimos teniendo visiones muy maniqueas de lo que es el bien y lo que es el mal?

Probablemente. Tendemos a culpabilizar a un colectivo. Los migrantes, por ejemplo. Se les echa la culpa de una serie de cosas, como si un colectivo concreto fuera representativo de una manera de ser y un carácter o de un defecto, cuando el mundo es más diverso que todo eso. Este texto intenta mostrar, como ha hecho siempre el teatro, que el mundo es más complejo.

El texto también es un homenaje al oficio de comediante. Siglos después, sigue estando en entredicho.

Sigue siendo precaria y marginada en muchos casos, desgraciadamente es así. No seguimos como en la época de Molière, cuando en el momento de morir tenías que abjurar de la condición de comediante para poder ir al cielo. Normalmente ni se les enterraba en el cementerio, se consideraba que era una ocupación de maleantes. Sigue habiendo un poco de esa visión peyorativa, de que quienes nos dedicamos a esto, a ‘la farándula’, como si estuviésemos todo el día de fiesta, cuando la realidad es que trabajamos muchísimas horas.

«Hoy se sigue viendo al comediante con una visión peyorativa»

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Usted escribió la obra, luego la dirigió Andrés Lima con actores como Pere Arquilué o Cristina Plazas en el reparto. ¿Cómo ha sido el trabajo en equipo?

Fantástico. Es un equipo maravilloso, desde que iniciamos el proyecto con Andrés Lima el diálogo fue muy interesante y muy rico, luego los actores han aportado también mucho desde su parcela. Ha sido un montaje con mucha cordialidad y mucho entusiasmo. Ha habido una unión de mucha gente con talento que ha hecho que la obra vibre.

Actualmente, ¿a qué llamamos ‘Dios’ y a qué ‘Diablo’ en Occidente?

En el siglo XX, uno de los símbolos del mal fue el nazismo, que encarnaba todo lo malo que se le puede hacer a un hombre. Es algo que se ha hecho en la historia: identificar al mal como un periodo concreto. Hoy en día, yo creo que el demonio simboliza cosas diferentes para cada uno. El cambio climático, la ambición, el capitalismo...el problema viene cuando ponemos el título de ‘el mal’ y no lo explicamos, no vemos de dónde viene, por qué Frankestein se comportaba así. Él decía: «Yo soy así porque me han tratado mal». En Paraíso Perdido, Satán se enfrente a su padre, a Dios, y le dice: «Yo reacciono así cuando me hacen daño». Yo creo que es importante hacer un ejercicio de entender las razones. No quedarnos solo en señalar el mal, sino ir un paso más allá. Y entonces igual nos damos cuenta de que en todos nosotros hay parte de ese mal.

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