Todas las muertes dejan un poso amargo. Pero la de Francisco Moreno, Paco Moreno para sus muchos amigos de la Universidad de Murcia, lo dejó un poco más por lo dramático de su caso, ya que, en 2001, un accidente cardiovascular, del que nunca llegó a recuperarse, lo mantuvo postrado en una cama sin volver en sí hasta que la muerte lo atrapó definitivamente en 2014, trece años después. 

Algo que contrastaba enormemente con el carácter absolutamente vital, resolutivo y entregado del que había hecho gala hasta entonces Paco. Recuerdo a sus correligionarios, decirle en alguna ocasión: «Paco, echa el freno», por considerarlo demasiado impulsivo. 

Fue Francisco Moreno figura clave para una facultad de Veterinaria que comenzó a formarse en los años 80 y de la que fue decano entre 1991 y 1999. Una facultad en la que Moreno había puesto muchos de los mimbres que hoy hacen de ella uno de los más modernos y modélicos centros de España.

Lo recuerdo hace treinta años, en 1993, hablándome en su despacho de decano sobre la profesión veterinaria. Y lo hacía con pasión como todos los cometidos que desempeñó, poniendo toda su alma en el desempeño de su cometido. Paco estaba convencido, y así lo repetía, que los estudios de Veterinaria eran pasionales y para apasionados por la naturaleza. Estaba seguro, además, de que la posibilidad de acercarse a algunos de los animales de compañía más queridos por el hombre, formaba parte del aspecto más atractivo de estos estudios, que ese era, sin duda, uno de los elementos que hacían de aquella una carrera enormemente atractiva para muchos jóvenes. Para él, que murió mucho más joven de lo que le hubiera correspondido, desde luego que lo fue siempre.