Hoy en día decir que has ido al psicólogo suena hasta ‘cool’, pero si se te ocurre decir que vienes del psiquiatra inmediatamente empiezas a notar miradas al suelo y gestos de nerviosismo; vamos, como si hubieses dicho que llevas adherido al cuerpo un chaleco con explosivos. Y es que la palabra ‘loco’ la tenemos demasiado interiorizada como de alguien con un grado extremo de enajenación, cuando en realidad deberíamos saber que, como en todo, existen diferentes estadios o intensidades de esa patología. Es más, ¿acaso alguien piensa que no tiene cogido su ‘punto’ de locura en mayor o menor medida?

Pues hablando de locos, hace algún tiempo, los miembros del ‘Clan del Crimen’ tuvimos la inmensa suerte de recibir como nuevo socio al psiquiatra Paco Toledo. Hasta entonces solo había en este selecto y entrañable club psicólogos, jueces, abogados, profesores de universidad, policías, economistas…, pero estaba claro que, a todas luces, nos faltaba un psiquiatra. Bueno, para ser precisos, nos faltaba un buen psiquiatra. El caso es que un buen día allí estaba Paco presentándose ante nosotros de la mano de nuestro presidente. De aquella presentación, como buen TDAH que es uno, no recuerdo absolutamente nada de su contenido, pero lo que no se me olvida es la imagen que nos mostró, la seguridad que transmitía con esa mirada cómplice y cercana que tanto le caracteriza, o el tono de su voz, de ritmo a veces pausado y a veces intenso, extremos que seguramente aprendió a administrar para llevarnos sutilmente por ese terreno que todos hemos convenido en definir como espacio para la coherencia y el sentido común. Evidentemente Paco es un profesional como la copa de un pino porque te dice tu nivel de serotonina con solo mirarte, pero, si partimos de la base de que la perfección absoluta o el equilibrio más saludable son conceptos más intelectuales que naturales, ¿cómo saben ellos hacia dónde llevarnos? ¿Cuál es el verdadero objetivo de su función? Ya tenemos tema para nuestro próximo encuentro.