La Opinión de Murcia

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Libros

En el corazón de las tinieblas luces

José Bocanegra

Hay novelas que exploran el paso del tiempo, la pérdida o el amor. Hay otros libros que se adentran en paradojas irresolubles o que plantean debates sobre asuntos más o menos baladíes.

Pero hay otros libros, como los más alocados de César Aira o Zihuatanejo, de José Bocanegra, que son presididos por estados de ánimo. Como si el relato fuese tan solo la coartada para representar un mundo interior. El decorado de una función íntima. Pero no nos engañemos. Un estado de ánimo no tiene por qué ser unívoco. Porque aquí en Zihuatanejo el lector se sumerge con morosidad en un paisaje idílico y cristalino, pero la ambigüedad que muestran los fragmentos de las vidas de sus personajes es cambiante. Como el clima tropical. Como las olas del Pacífico que los surfistas abordan cada día.

Así, esta novela es luminosa pero también introspectiva; sabe captar, con sutileza, el alma borrosa de sus personajes. Sobre todo la de Vincent, un escritor que intenta encontrar el momento exacto para comenzar a dar forma a su novela, aquejado por la felicidad de un lugar exuberante y sus gentes, en una playa paradisiaca de México donde el tiempo parece haberse detenido. Pero esta felicidad es precaria porque el propio Vincent, consciente de su estado de gracia, comprende que la nostalgia habrá de llegar al final de su paso por Zihuatanejo.

Y ese pensamiento, nos aclara un narrador que parece evocar a Pessoa, es ya de por sí nostálgico. Y en esa quietud tropical, en la que las cervezas y el tequila, las morosas y triviales conversaciones se cruzan con el mar y un carpe diem sin tregua, hay un viaje. Un viaje que no se está realizando. Que parece condenado a ser revivido a través de los futuros recuerdos, esas estaciones de paso en las que reside la felicidad.

Zihuatanejo es una hermosa postal que relata las vacaciones de un escritor que no escribe. Una oda a la vida, al momento, a la felicidad y la nostalgia por el futuro —siempre incierto cuando se es feliz— que habrá de venir. Hay, en esta historia una belleza inusual que es acompañada por algunos pasajes memorables. Y también por fragmentos de un lirismo atroz y de un alto grado de autoconsciencia. Un lirismo que parece encontrar su contrapunto en un relato mundano y desinhibido.

Personajes atrapados en ese instante dorado de ámbar que son las vacaciones. Y entre ellos, está Vincent. Ese escritor presa de su propia escritura que es capaz de tomar decisiones en virtud de su propia ficción. Como si esa ficción fuese la que se encargase de dar forma a la realidad. Y es esa autoconsciencia que se entrevé en todo el relato lo que transforma su bello lirismo en una meditación sutil pero profunda sobre la vida.

Zihuatanejo está escrita con una prosa diáfana y pulida. Sin estridencias. José Bocanegra demuestra en esta novelita tropical gran capacidad para captar instantes y topografías. Para, a través de descripciones sutiles y una afilada psicología de la realidad, hacernos partícipes de un estado de ánimo y trasladarnos a un paraíso inversamente conradiano, en el corazón de la luminosidad.

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