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Libros

La sonrisa desencajada de la realidad

La sonrisa desencajada de la realidad

Hay solo un tipo de escritores que me interesan: los que hacen literatura con la única intención de hacer literatura. Y precisamente esto es lo que se respira al entrar en El cuaderno gris y otros textos, de Aleksandr Vvedenski (1904-1941), recién publicado por Malpasoycía en una cuidada edición bilingüe.

La obra de este autor ruso, perteneciente a las vanguardias tardías, fue censurada durante décadas. Fue miembro del movimiento OBERIU (Asociación por el Arte Real). Vvedenski sostenía que el arte debe estar fundado en el sinsentido y, de hecho, su obra está fuertemente relacionada con los movimientos dadaísta, surrealista y futurista. El sinsentido, para nuestro autor, era un recurso que le valía para reflexionar sobre el lenguaje y el significado de la vida.

En los poemas y prosas que aquí se recogen se aprecia un deseo por desafiar la realidad a través del lenguaje. Como si el propio juego y desvarío que proponen las combinaciones de la escritura pudiesen configurar una visión del mundo nueva. Hay una levedad y una ligereza que nos recuerdan la escritura automática de los surrealistas. Así, los géneros fluyen (transita del poema a la prosa sin avisar), los temas son volátiles y el lenguaje se expande y flota formando frases, pensamientos, imágenes imposibles. Hay cierta belleza en la falta de solemnidad. Aunque en ocasiones se acerca a temas dolorosos como la muerte, la soledad o la vejez.

Y es en esa mueca irónica donde se aprecia un dolor, una risotada de payaso hundido. Los versos tratan de mostrar un mundo imposible, poblado de sueños, extravíos y fantasías pero anclado en la dura realidad. Pero también de ilógicos escenarios. Como si nada tuviera sentido. O como si el verdadero sentido del mundo estuviese sostenido en una fantasmagórica suerte de irracionalidad. Aquí tiene presencia el voluble mar. Pero también figuras femeninas, la muerte y el paso del tiempo. «El tiempo ha devorado los objetos», declara en Verbos. Hay un humor lúgubre, una sonrisa desencajada de la realidad.

Recuerdan estos textos a una suerte de Beckett enfundado en la piel de Lewis Carroll. Como ellos, como Kafka y como los modernistas, Vvedenski demuestra la imposibilidad del lenguaje y la razón humanas para descifrar la realidad, a través de una prosa disparada.

Vvedenski falleció con 37 años de edad mientras era trasladado en un tren de prisioneros. Se desconoce donde yace su cuerpo. «Entonces aparece la palabra nunca».

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