Decía ayer Tony Ceballos que, si no fuera por la covid, habría montado una fiesta en Verónicas. «Las luces ya las tenemos», apuntaba entre risas el reputado creador. Y no está del todo claro que el caravaqueño haya pasado mucho (o poco) tiempo iluminado por las lámparas estroboscópicas de pubs y discotecas, pero qué duda cabe de que la luz roja que inunda estos días la antigua iglesia conventual ha atravesado su cuerpo casi más veces que los rayos del sol... Por eso, una retrospectiva como La huella es el molde de la ausencia solo podía ser completa si se combatía la habitual frialdad de Verónicas con la violencia de los focos –cortesía del iluminador Fran Cascales– que cubren de rojo el pasillo central de la nave.

Y eso es así por varias razones. Para empezar, porque esa luz ha marcado en cierto modo la trayectoria de este atípico fotógrafo. Tan atípico que en ninguna de las obras expuestas –todas originales, nada de reproducciones– ha intervenido una cámara. Quizá para los más doctos en la materia no tenga ningún misterio, pero quienes se acerquen de nuevas a Tomy Ceballos van a flipar... Porque poco tiene que ver su obra con la de casi cualquier otro fotógrafo. Por Verónicas sobrevuela inevitablemente la sombra de Man Ray, pero el murciano redobla la apuesta del estadounidense por la abstracción. Y lo hace, efectivamente, sin un objetivo y obturador que controlen la luz con la que dejar su huella. O la de otros. O la de ciertos objetos. O la de las olas del Mediterráneo. O incluso la de la propia luz.

Un par de vídeos explican el proceso. El primero, proyectado directamente contra el suelo, recuerda la intervención que Ceballos llevó a cabo en el Centro Párraga en 2006. Con un espíritu prácticamente más performático que fotográfico –una constante en su producción, marcada casi más por el proceso que por el resultado final–, el caravaqueño dispuso varios cuerpos sobre una lona emulsionada; es decir, cubierta por una fina capa sensible a la luz. Y el resultado fue Humano. 9 modelos para huir a otra dimensión, la obra que preside la muestra y que mejor ilustra su concepto más innovador: el ‘fotograma corporal’, sobre el que gira la selección expuesta, que incluye obras desde finales de los ochenta hasta piezas mucho más recientes. El segundo vídeo, de hecho, documenta la toma de dos imágenes en Calblanque el pasado mes de octubre. Están expuestas en la antigua capilla y, junto a ellas, Ceballos y Pedro Medina –comisario y socio irrenunciable de este proyecto– presentan un audiovisual en el que el visitante puede disfrutar de cómo las olas que bañan la costa cartagenera son capaces de moldear una obra de arte fotográfico con apenas la ayuda de un flashazo.

El propio Medina recuerda una frase del caravaqueño que sintetiza su filosofía como artista: «El mundo se ha convertido en mi laboratorio». Y ahora ese mundo, el de Tomy Ceballos, que ha vivido media vida atravesado por esa luz roja en un cuarto oscuro, se despliega hasta el 8 de mayo en Verónicas para gozo del visitante (del profano y del experto, que tendrá al murciano como lo que es: un referente internacional).