Siempre he tenido a Mariano Rajoy por un hombre inteligente y culto, con una cultura amplia y común fruto de muchas lecturas y de las experiencias más variadas, muy alejada de esa otra cultura pedante, erudita y elitista que se nos vuelve indigerible. Mariano lee por igual el Marca y a Maquiavelo, pasando por las novelas de Lorenzo Silva; y cuando le preguntan en una entrevista qué libro está leyendo confiesa sencillamente que no recuerda el título, «Algo sobre una modelo», decía, aunque la novela de Eduardo Mendoza (El secreto de la modelo extraviada) le había parecido muy bonita y que relajaba y descansaba mucho. O sea, que no recordaba el título, ni falta que hacía, pero había leído el libro y le había extraído todo su jugo. A mí me ocurre lo mismo.

Esta forma de decir las cosas, sin cuidarse mucho de la precisión del detalle (por ejemplo, el rebuscado nombre de un plato) sino de quedarse más bien con el regusto general que deja una buena comida, esa manera algo despistada y ligeramente comodona de expresarse le ha granjeado a veces las críticas de los más sabidos y leídos del país, y me refiero al terruño y al diario, y por supuesto de lo más granado de la oposición, temerosa de que ese lenguaje como de sabio distraído pero lleno de sentido común llegara directo al corazón, al estómago y al cerebro del votante común, que es el común de los votantes y, por tanto, esa mayoría de centro que todo aspirante a gobernar ansía poseer.

No tengo duda de que Mariano ha explotado ladinamente ese aire algo cansino y despreocupado, como de no rematar la faena por pura gandulería, que le hace aparecer inferior y distraído ante su adversario, pero que es absolutamente ajeno a quien ha sido capaz de ganar la durísima oposición a Registrador de la Propiedad. De ahí los históricos revolcones que propinaba a los líderes políticos con quienes se batía el cobre en la tribuna de oradores del Congreso. Mariano Rajoy ha sido sin lugar a dudas uno de los parlamentarios más brillantes e inteligentes del parlamentarismo español. Y no les quepa duda: un hombre trabajador, estudioso y constante.

También es cierto que, acompañado siempre de esa mirada como sorprendida del hipermétrope que es, Mariano nos ha regalado alguno de los galimatías verbales más memorables de la política española. Aquel «un vaso es un vaso y un plato es un plato», o «la cerámica de Talavera no es cosa menor, dicho de otra manera es cosa mayor», o «los españoles son muy españoles y mucho españoles» o el inefable «it’s very difficult todo eso» se vieron finalmente superados por la frase más antológica y enigmática de Rajoy: «Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». En Benavente todavía se andan preguntado qué quiso decir Mariano.

Recuerdo una ocasión, allá por el 96, en que Mariano vino a Murcia a hablar de no sé qué y lo acompañé a la Universidad de Murcia para mantener un encuentro con universitarios y con otras gentes que se habían disfrazado de universitarios para buscar los tres pies al gato a las intervenciones de Mariano y reventar la visita. Fue en los días siguientes a que a un grupo de jóvenes concejales del PP de Cartagena se les calentara la boca un Viernes de Dolores y decidieran por su cuenta y riesgo clamar por la provincialidad para Cartagena ante el estupor y la sorpresa del todo el PP de la Región.

En el coloquio que siguió a la intervención, que aunque no recuerde de qué iba nada tenía que ver ciertamente con el asunto cartagenero, uno de los presentes preguntó a Mariano su opinión sobre la creación de la provincia de Cartagena. Mariano le dedicó su mirada de hipermétrope (ya saben que los hipermétropes ven con mayor claridad a distancias largas) y, encogiéndose de hombros y sin perder en lo más mínimo la calma, le dijo: «Hombre, habría que reformar muchas leyes, pero si hay una razón colosal para ello…». Y con esto cenó él, cenaron todos y no cenó ninguno, o dicho de otra manera, ahí se acabó la cuestión. Y es que, enredados en la efervescente y espumosa propuesta de la juventudes conservadoras de Cartagena, a nadie se le había ocurrido preguntarse cuál era la ‘razón colosal’ que habría de justificar la realización de un montón de reformas legales de enjundia y la apertura en toda España del melón de la configuración provincial y regional, cuyo mantenimiento fue uno de los acuerdos básico previos de los padres de la patria y de los grandes partidos políticos y fuerzas sociales que hicieron posible la Constitución Española de 1978.

Pero como decía Paco Umbral, yo he venido aquí a hablar de mi libro, en este caso del libro de Mariano Rajoy cuya reseña literaria me ha encargado mi querido diario La Opinión, si bien no concibo que se pueda leer adecuadamente un libro sin conocer algunas pistas de su autor.

Créanme si les digo que Política para adultos es una joya mariana escrita por el propio Mariano Rajoy y no por un ‘negro’ a sueldo, y lo ha hecho en un lenguaje sencillo y plenamente inteligible, del que han desaparecido, si los había, todos los trabalenguas y trabucamientos, pero en el que abundan esas expresiones lapidarias y llenas de humor con las que Mariano Rajoy riega todos sus discursos e intervenciones. Eso que hace que su lectura sea ágil y divertida. No crean sin embargo que se trata de un libro frívolo o superficial. Antes bien, yo que me he zambullido en las memorias de Churchill, de Azaña y de algunos otros prohombres de la política, puedo afirmar que jamás había leído un análisis tan crudo, serio y certero de la actualidad política, de los problemas que preocupan al ciudadano de hoy y de las respuestas prudentes y acertadas que esos problemas demandan.

En su brillante introducción (les recomiendo que la lean, pues les despertará un apetito insaciable por ‘zampárselo’ todo) el autor explica el propósito de su libro: «Pensar en todas las pequeñas o grandes renuncias que hemos hecho en los distintos países occidentales en nuestros valores democráticos, medir el terreno que hemos cedido a la demagogia, a la inoperancia y a la polarización, evaluar las consecuencias de esas renuncias y aventurar cómo podemos revertir esa tendencia».

En los intensos capítulos dedicados al populismo Mariano da guantazos dialécticos a derecha y a izquierda y desvela las contradicciones y fracasos de quienes se presentan como únicos y verdaderos redentores de la gente o de la patria e, incluso, de la ‘matria’. Frente al populismo de cualquier signo, Rajoy apuesta por la democracia liberal basada en tres principios: el voto libre, el control del Gobierno y el respeto a la pluralidad de la sociedad. Especialmente duro se muestra con la mentira en política, a la que fatalmente nos hemos acostumbrado en estos últimos años: «Cualquier político que hace de la mentira, de la polarización o del ataque a las instituciones su forma de conducirse en la vida pública está degradando la calidad del sistema democrático».

Al comienzo del libro hay una cita del filósofo Gregorio Uri de la que, sin duda, se ha extraído el título del libro: «Para que una familia o una escuela o la misma sociedad funcionen, es imprescindible que alguien se resigne a hacer de adulto».

«La política para adultos como yo la entiendo», afirma Mariano, «es una política capaz de ver más allá del próximo cuarto de hora, una política que sabe expresarse en algo más que un tuit, que se basa en la racionalidad y no en las puras emociones, que está dispuesta a mirar la realidad cara a cara y que, sobre todo, puede servir para que los adversarios se entiendan cuando el interés del país así lo exige. Tampoco es tan difícil».

Sobre la reforma de la Constitución (de la que yo y unos cuantos más hemos sido firmes partidarios en las cuestiones relativas al Estado de las Autonomías) Mariano logra que aterricemos en el terreno seguro y firme del sentido común. «No es una ley cualquiera, se trata de las reglas de juego», afirma, y «ni era urgente reformar la Constitución, ni estaba claro lo que se pretendía, ni era posible alcanzar un acuerdo tan amplio como el que concitó el texto». Y es que el sentido común, tan aplaudido por Chesterton, es en efecto el menos común de los sentidos. Por ello, es un motivo de gozo encontrártelo a cada paso en las páginas del libro de Rajoy.

El libro me confirma además lo que yo ya sabía: Mariano es un político de derechas que al llegar a la presidencia del Gobierno hizo política para todos desde la tolerancia y la moderación, para quienes le habían votado y para los que no, lo que si en ocasiones es difícil de entender, es siempre mucho más difícil de practicar. Mariano pudo hacerlo porque era y es un demócrata adulto. Y lo explica magistralmente en su libro.

Disfrútenlo.