Ya hace medio siglo de casi todo, especialmente del momento en que llegaron a las pantallas de cine algunas películas que aún mantienen vigencia e influencia.

La naranja mecánica - A Clockwork Orange

Algunas de las películas estrenadas en 1971 tuvieron que esperar años, incluso décadas, para poder llegar a las pantallas de algunos países, pero sin duda el caso más extremo y popular es el de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick), adaptación de la novela homónima de Anthony Burgess, que epató por su uso gráfico de la violencia y por su retrato distópico de una juventud futura que anticipaba el nihilismo del punk (aunque fuese a ritmo de música clásica) mostrando secuencias de inusitada violencia, a mayor gloria del talento interpretativo del protagonista, encarnado por un sufrido Malcolm McDowell que llevó a límites intolerables su entrega lacerando sus propios ojos con la siempre incómoda forma de mirar que parte del Método Ludovico, con esas pinzas que sujetaban sus párpados para impedirle mirar la pantalla donde se le saturaba de imágenes de violencia a fin de adormecerle esos impulsos que le habían llevado por el mal camino.

Shaft: Las noches rojas de Harlem (‘blaxploitation’)

A comienzos de la década de los 70 destacaba un género muy particular denominado ‘blaxploitation’ que destacaba por ofrecer películas de consumo fácil al público estadounidense afroamericano, casi adaptaciones ‘racializadas’ de películas de éxito. De tal forma que se contraponía una figura identitaria negra a los arquetipos habituales del cine ‘para blancos’. Surge así Shaft: Las noches rojas de Harlem, dirigida por Gordon Parks e interpretada por un rotundo Richard Roundtree que encarnaría el prototipo de hombre duro, negro y orgulloso de ello que, incluso con su indumentaria de gabardina de cuero negro serviría de inspiración para dos de los puntales de la actualización del cine de superhéroes con Blade (Stephen Norrington, 1988) y el Nick Furia del MCU (Universo Cinematográfico Marvel) a la cabeza, en indisimulada deuda de Wesley Snipes y Samuel L. Jackson.

Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate - Willy Wonka and the Chocolate Factory)

Roal Dahl es un escritor al que todos deberían leer, desde los más niños a los más veteranos, porque además cultivó literatura para todas las edades, tratando a los pequeños como adultos y a los mayores como seres inteligentes. Una de sus innumerables obras adaptadas a la pantalla (grande y pequeña) llegó por primera vez con Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate (Willy Wonka and the Chocolate Factory, Mel Stuart), siendo adaptada décadas después por un Tim Burton que dirigía de nuevo a su actor fetiche (Johnny Depp) encarnando al personaje titular de la película, cuando en la actualidad se anuncia una tercera adaptación cinematográfica con Timothée Chalamet dando vida al peculiar dueño de una fábrica de chocolate que busca heredero por el peculiar método de introducir unas entradas de oro en sus chocolatinas para que media docena de afortunados niños visiten la fábrica, un entorno delirante e imaginativo donde a cada infante se le asignará un ‘pecado capital’ (gula, pereza, vanidad, ira…) que les irá descartando para el ansiado puesto.

Harold y Maude, Verano del 42, Muerte en Venecia

Las distintas formas de entender, vivir y sufrir el amor llegaban en formas tan dispares como Harold y Maude (Hal Ashby), Verano del 42 (Robert Mulligan) y Muerte en Venecia (Luchino Visconti). La primera con el peculiar romance teñido de humor negro y existencialismo entre un adolescente obsesionado por la muerte y una septuagenaria que le enseña el auténtico valor de la vida; la segunda de nuevo con el adolescente y la mujer madura (aunque en este caso sin tantas décadas de diferencia de edad, apenas unos lustros) que escenifica el último verano de un niño antes de convertirse en hombre, mediando el enamoramiento de una joven viuda de guerra (arrabatadora y sensual Jenniger O’Neall) en una localidad costera; la tercera, adaptación de la novela corta homónima de Thomas Mann, dándole la vuelta a los dos ejemplos anteriores, con el hombre maduro magistralmente interpretado por Dirk Bogarde idealizando la belleza y la juventud perdidas en el etéreo Tadzio, a quien espiará obsesivamente por Venecia y por el Lido mientras su personaje se consume de nostalgia platónica y se entrega a la plaga de cólera que asola la ciudad.

La última película -The last picture show

La nostalgia también se adueña de La última película (The last picture show, Peter Bogdanovich), crónica del paso de la adolescencia a la madurez en medio de un pueblo texano que desaparece al igual que el cine local, que sucumbe ante la televisión. El trío protagonista (Timothy Bottoms, Jeff Bridges y una cautivadora Cibyll Shepperd), viven una serie de historias lamentables de desolación sexual, desesperación vital con una evocación contínua del pesimismo existencial que traspasa la pantalla en una fotografía donde el blanco y negro resalta los grises de unas vidas sin futuro… y aun así, de alguna forma, el espectador se queda con ganas de saber más de los personajes (de los que sobreviven).