Luisma Soriano (Murcia, 1979), autor y director de la galardonada Extinción con siete Premios Azahar en la edición del año 2019–, sumó hace unos días un nuevo reconocimiento a su trayectoria en el mundo de las artes escénicas. Se trata del Premi Born de de Teatre que organiza el Cercle Artístic de Ciutadella de Menorca, uno de los más prestigiosos del sector. La obra con la que se ha impuesto a cerca de medio millar de originales procedentes de toda España y Latinoamérica se titula El desmoronamiento de la ternura, un texto que gira en torno al duelo, al que retrata «desde el caos y el exceso como forma de escapismo delante de la realidad de la muerte», señala el jurado. 

 

Supongo que contento con el galardón, ¿no? Es uno de los premios importantes dentro de las artes escénicas a nivel nacional...

Sí, supercontento. Como decías, es un premio muy prestigioso dentro del mundo de las artes escénicas a nivel nacional; un galardón con mucha historia. Como le dije a los organizadores, ganarlo es algo que todavía no me he terminado de creer... Es que en el palmarés de los últimos años hay gente como Juan Mayorga, Jordi Galceran..., dramaturgos de primer nivel, y estar ahí, me parecía una cosa increíble. Pero bueno, así ha sucedido [Ríe].

Participaban casi medio millar de autores, si no estoy mal informado. ¿Cuando presentó su texto lo hizo pensando en que tenía opciones?

No. A ver, inevitablemente se te pasa por la cabeza, pero como una idea platónica. Porque sé lo difícil que es: se presenta muchísima gente y de diferentes puntos geográficos (mientras el original esté escrito en castellano o catalán es suficiente, con lo que hay mucha gente de Latinoamérica), pero, sobre todo, concurren algunos dramaturgos de renombre... Digamos que me presenté por probarme. De hecho, lo mandé en marzo [el texto definitivo] y como que se me fue olvidando [Risas]. Solo volví a estar un poco pendiente el mes pasado porque el Born exige exclusividad, con lo que estaba esperando a que se anunciara el fallo para volver a tener la obra disponible para poder presentarla a algún otro certamen o premio.

Es la primera vez que presentaba un original a este certamen. ¿Qué le motivó a ello?

Hay varios factores. Lo primero que debo decir es que yo conocía el Born desde mis años de estudiante. Antiguamente era un certamen que se presentaba en revistas especializadas de teatro y para nosotros [los alumnos de las escuelas de arte dramático] era la única manera de acceder a cosas distintas, nuevas. Sin embargo, y aunque llevo más de veinte años escribiendo, nunca se me había ocurrido presentar una obra mía a un premio de este tipo; principalmente porque mis textos se completan con la puesta en escena, no son entidades autónomas. Quiero decir: yo soy actor, pero también director, y siempre que he escrito lo he hecho con la pretensión de llevar luego todo eso a escena. Pero con El desmoronamiento de la ternura me pasó algo distinto: tenía la necesidad de escribir sobre algo y le di forma dramática, pero es un texto pleno. Fue un año de escritura y otro para pulirlo, o sea que era una obra trabajada y que, entendía, tenía cierta entidad por sí misma; de hecho, hasta ahora prácticamente no me lo había planteado subirlo a un escenario...

¿Qué supone un reconocimiento como este (más allá del premio en metálico y de la publicación de la obra)?

A nivel personal es importante. En esta región es complicado dar a conocer tus trabajos fuera (por distintas razones), con lo que el feedback al que yo podía acceder era el de amigos y compañeros del sector de las artes escénicas; gente conocida, en definitiva. Y me siento respetado y querido por todos ellos, pero nunca pasa de ahí. Te queda la duda de qué pasaría si... Y este premio sí que hace que, diría que por primera vez, un trabajo mío salte la barrera. De hecho, ha tenido que pasar muchos filtros: primero había un jurado que dejaba los quinientos originales presentados en doscientos; luego otro, en setenta, y por último, el definitivo, seleccionaba primero a seis, luego a tres y finalmente al ganador. Que El desmoronamiento de la ternura haya pasado tantas cribas de gente experta amplía en cierto modo mi percepción de lo que estoy haciendo. En términos dramatúrgicos, parece que mi manera de hacer las cosas sí que trasciende. 

De hecho, una de las características del Premi Born es que El desmoronamiento de la ternura se publicará en las cuatro lenguas oficiales: castellano, catalán, gallego y euskera, que también tiene su punto, ¿no?

Sí. Eso es un puntazo, la verdad. Además de que no se va a hacer una edición con las tres versiones, sino que tres editoriales diferentes van a publicar cuatro libros distintos, uno en cada idioma. En este sentido, tuve la oportunidad de charlar con el último ganador del Born, Josep María Miró –una eminencia que ya ha ganado este premio en tres ocasiones– y me dijo que el hecho de traducirte a las diferentes lenguas multiplica tus posibilidades, porque, bueno, es raro que el lector medio de pronto lea teatro, pero la gente del sector sí que busca nuevos textos y, muy importante, son lectores activos. Acceder a esa gente –que de otra forma jamás en sus vidas hubieran accedido a un texto mío– me parece increíble, pero además aumenta las opciones de que alguien me llame y me diga: «Queremos montarlo».

Hábleme de la obra, de El desmoronamiento de la ternura. ¿De qué trata?

Pues parte de un hecho real que es mi experiencia con la muerte de mi madre, pero la escritura teatral me permite poner a un personaje ajeno a mí en esa tesitura e imaginar –como es el caso– que a lo mejor él no sabe gestionar lo que ha pasado. De hecho, el protagonista de esta obra se convierte en una persona que ya no siente lástima ni compasión por nadie; que ha renunciado al cariño y a la ternura y que ha ‘boicoteado’ su relación sentimental, sus amistades... Y eso lo hace mientras busca el calor del cuerpo muerto de su madre: él se basa en las leyes de la termodinámica –aquello de que la energía no se destruye, solo se transforma– para emprender un viaje en busca del encuentro con aquello en lo que se haya convertido ahora su madre, para así despedirse. Sé que suena una poco abstracto, pero está escrito de una manera muy llana.

Y eso ha sido muy bien valorado por el jurado, que ha destacado muy positivamente el hecho de que la obra «esté enfocada a una generación joven».

Sí, creo que el texto puede conectar muy bien con las nuevas generaciones, pero no era una pretensión; quizá el hecho de ser profesor de la ESAD y estar en contacto con la gente joven haya influido de manera inconsciente, pero la realidad es que simplemente necesitaba dar rienda suelta a una serie de expresiones que efectivamente hacen que El desmoronamiento de la ternura esté escrito de una manera muy llana. Además, ese ‘desmoronamiento’ también queda reflejado a nivel de lenguaje y a nivel estructural: frases que se quedan a medio, palabras que buscan constantemente un sinónimo... Es complejo, pero creo que atractivo en el sentido formal porque, de alguna manera, representa ese desquicie que lleva el personaje, que, insisto: parte de mí pero no soy yo. De hecho, escribir este texto quizá fuera lo que me salvó de cometer esos actos, como un ejercicio de expiación.

Comentaba antes que, aunque en principio no era algo que pasara por su cabeza, ha empezado a contemplar la posibilidad de llevar El desmoronamiento de la ternura sobre las tablas...

Sí. Cuando lo presenté al premio no tenía ninguna expectativa en este sentido, pero es verdad que a partir del verano algo cambió... Al principio no me veía montándolo yo porque es un texto que parte de una experiencia personal que todavía escuece (no me sentía preparado), pero tras una conversación con la gente del Teatro Circo de Murcia empecé a darle forma a esa posibilidad. Y estábamos viéndolo y buscando una posible fecha cuando sucedió lo del premio, lo que ha dado un impulso al proyecto.

¿Es ahora este proyecto el que ocupa sus inquietudes a nivel artístico? Hace poco estuviste con Luis Martínez Arasa en el Párraga presentando Convertir la tragedia en imbecilidades...

Justo ahora estamos con lo de Luis, sí. Se hizo una especie de preestreno en verano en el Párraga y este jueves se hará la puesta de largo en Cabezo de Torres, con lo que es el proyecto con el que he estado entretenido durante estos últimos meses. Pero bueno, espero que pueda ir por libre de ahora en adelante. Y, claro, ahora estoy con todo lo de ‘El desmoronamiento’ y en la escritura siempre llevo alguna historia entre manos. Fíjate, a raíz de todo esto he empezado a sentir la necesidad de cubrir mi faceta como autor y como director de manera independiente; es decir, de dirigir cosas que no son mías (grandes clásicos, por ejemplo) y escribir cosas para que las dirija otro. Llevo diez años ‘solo’ y me apetece hacer un cambio.