Había ganas, muchas ganas de volver a disfrutar de un festival en Murcia, si se puede llamar así a este sucedáneo en clave ‘low cost,’ por la producción ajustada, que es el Warm Up Days. Y es que hacía casi dos años que no se daba en la ciudad un evento sin distancia social. Pero no solo al público se le notaba feliz (.5000 asistentes); también los músicos estaban deseando poder tocar ante un público que no estuviera preso en sus sillas. Así que, con ese buen ambiente, era fácil adivinar que la cita iba a ser todo un éxito. El Warm Up Days se desarrolla a lo largo de cuatro jornadas, y la primera era la rockera, la más canalla, con cierto punto de locura. Leiva y su Leiband saldrían vencedores del partido, aunque Los Zigarros, que les precedieron, no lo pusieron fácil.

Había un único escenario, los cambios se producían con rapidez, y la puntualidad fue absoluta. El recinto estaba bien estructurado, con un acotado -redil- para fumadores y una atrayente zona reservada a la gastronomía . Las áreas de restauración, habilitadas como terrazas, ocupaban casi las dos terceras partes del recinto, rodeando la arena del escenario; en ellas se podía consumir y quitarse la mascarilla – como en las terrazas callejeras–, y, claro, estaban colapsadas. A veces la cola llegaba hasta la salida. A pesar de las carencias, que las hubo, todos o la mayor parte convenimos en que se agradece el paso adelante, importante, hacia la normalidad. Se deseaba tanto que se perdona todo. Hasta los músicos así lo expresaban. Y es que la gente se podía mover, bailar (cantar resultaba más complicado, pero ay, cómo se oía al público cantar). A la gente le brillaban los ojos. Todo era muy emocionante.

Para algunos sigue siendo un caso por resolver el porqué del enorme prestigio de Leiva, potenciado por el hecho de que santones consagrados como Loquillo o Joaquín Sabina hayan requerido de sus servicios. Las aclaraciones resultan innecesarias: con Leiva solo se pueden emitir alabanzas. Lo cierto es que acaparó la atención de todo el público y se erigió en el triunfador de la primera jornada. Con su mejor voluntad, Santero y los Muchachos -el grupo valenciano de los hermanos Josemán y Miguel Angel Escrivá- no consiguieron reunir mucho público a la hora del comienzo. Lo cierto es que son una excelente banda de rock, formada por músicos que militaron en La Pulquería y Madnois. Rock reposado, pero rock al fin y al cabo, donde todo funciona, con los coros como santo y seña. Entre lo temprano de la hora, y lo no tan conocido de su nombre por el momento, Santero hicieron un concierto correcto de hechuras stonianas y aroma latino. Comenzó gris, con poco público, y acabó con brazos en alto.

Ovidi Tormo, cantante de Los Zigarros, durante su concierto de ayer. Juan Carlos Caval

¿Qué demonios hago yo aquí?

Los Zigarros se mostraron nuevamente tal y como son, un grupo de rock and roll sin contemplaciones. Es de todos conocida la vehemencia con la que atacan sus canciones, su manera inmediata, fresca y apabullante de tocar rock and roll. Una vez más comprobamos su poderío. Ovidi lo dejó bien claro desde el principio: “Vamos a tocar mucho rock and roll de una calidad extrema” . Arrancaron con Espinas y No obstante lo cual, sin duda un buen comienzo tanto para sus seguidores más veteranos como para los más recientes, pero con Dispárame el show entró en combustión. Luego ya reventó con otros disparos letales como Hablar, hablar, hablar, A todo que sí, y la recta final fue con Dentro de la ley y ¿Qué demonios hago yo aquí?. Puro desenfreno, adrenalina y rock and roll en vena. Guitarreo, actitud y muchísimas ganas forman parte de su esencia. Los Zigarros retoman un lenguaje claro y directo en el rock and roll, que cada vez más tiende a tirar a lo meloso. Con un rollo ‘jam session’ sonó Tenía que probar (una versión más extendida ), que fue de lo mejor de la noche. Su música no es nada nuevo, sus letras tampoco, pero el rock es una forma de vida que se muestra hasta cuando vas al baño, y el grupo valenciano lo lleva a rajatabla. Pues eso, rocanrol y punto.

Leiva, durante su concierto de anoche en el Warm Up Days. Juan Carlos Caval

Rock y sensibilidad

Con su innata clase y ese característico estilo y aura a lo Rolling Stone, Leiva es la última gran estrella que ha surgido en el mundo del rock español, dando muestras de su habilidad para crear himnos juveniles, que es a lo que suena, por ejemplo Sincericidio. Rock y sensibilidad, personalidad y actitud van de la mano, esta vez con la fórmula más depurada que nunca. Con una amplia banda, sección de vientos incluida, demostró que tiene una buena lista de singles de éxito. Lo suyo es el rock clásico de tintes canallas, que lo mismo bebe de los Stones, que de los Beatles, pero con unas letras que parecen llegar a un público transversal. No faltaron sus recuperaciones de temas de Pereza, Como lo tienes tú (con guiño final a Hey Jude), Animales, Estrella polar, que siguen levantando pasiones , o la clásica Lady Madrid, que marcó el final de su concierto.

Frente a la austeridad de Zigarros, Leiva desplegó una escenografía tan espectacular como la banda, con una pantalla central. Desde el principio se respiró la expectación de las grandes ocasiones. El suyo parece un caso especial, en el que se aúna la condición de superventas con un culto generalmente reservado a las bandas y artistas minoritarios. Fue llegar, ver y vencer. 70 minutos de concierto, y supo a poco. Desde la primera nota, el público respondió a cada verso con un eco cargado de emoción. “Estamos ultrailusionados de que esteis ahí delante. Os echábamos muchísimo de menos”. La trompeta introdujo Godzilla (cantada a dúo con Patricia), envuelta en un tono épico al que contribuyeron los coros. El concierto iba creciendo y explotando en emociones al escuchar canciones que invitan a dejar los problemas atrás (Como si fueras a morir mañana), aumentando las revoluciones de un show donde abundan los medios tiempos. La mayoría son empujones hacia el éxtasis y la catarsis. Porque ese es otro punto importante: Leiva es muy directo con las letras. Lleva años con su banda consolidada -esta vez sin Juancho, que tenía un bolo con Sidecars-. Ahí estaba un César Pop que marca las líneas de actuación; una batería y una percusión endemoniadas; un bajo que quiere pasar desapercibido; unos vientos culpables de una locura transitoria con cada movimiento de baile y, por suerte, a día de hoy, una brillante Patricia Lázaro a los coros. Una banda como las de antes. Igual de libres, honestas, independientes y brillantes.

“Me siento de puta madre y la voy a hacer”, y Leiva se queda solo con la acústica para interpretar Vis a Vis, desnudo, vulnerable (“Si el mundo está del revés, habrá que buscar cordura”), envía en un mensaje épico pleno de esperanza. Efectivamente Leiva dista mucho de ser un gran intérprete, pero ha crecido y convertido su habilidad para hacer canciones en capacidad para la sugestión colectiva, hipnotizando a miles de personas en el momento de subirse a un escenario. No podía ser sino Lady Madrid, la reina de los tejados, la que cerrase el concierto. Despertó esos sentimientos que parecíamos tener dormidos. Invitó al mexicano Jay de la Cueva, con el que ha preparado su nuevo disco, a que le acompañara. Veremos por donde van los tiros con su nuevo álbum. Leiva sigue creciendo como uno de los grandes letristas del país, eso sin duda. En todo caso, un conciertazo.