Un comienzo sencillo activa la curiosidad del espectador, que se mantiene atento durante toda la representación de la pieza Dye dye, último espectáculo de calle de la Compañía Ertza después del premiado espectáculo Meeting point.

Una pieza donde se presentan infinidad de acrobacias procedentes del break dance, del contact improvisación y del circo, en pareja o de forma individual, que dejan patente las cualidades físicas de Rafael Arenas y de Idoia Rodríguez de Langarica, creadores del material de movimiento que se cohesiona en la coreografía compuesta por Asier Zabaleta.

La juventud de los intérpretes queda patente en la energía que desprenden mientras ejecutan y disfrutan de la pieza, transmitiéndosela al público en cada paso, salto, pirueta, porté o acrobacia que de forma limpia y sin aparente dificultad realizan.

El espectáculo está muy bien ejecutado a nivel técnico, pero no tanto a nivel interpretativo. Quizás la juventud de Rafael Arenas e Idoia Rodríguez de Langarica hace que la interpretación se diluya en ocasiones, quedándose el movimiento vacío de esa intención que debería permanecer durante toda la obra.

A pesar de este matiz interpretativo, la pieza posee un hilo narrativo en donde se atisban las sensaciones, las emociones, las interacciones de los colores que alteran el alma de las personas cuando se cruzan con otras que poseen otra tonalidad. Este hilo está vinculado con la música, creada por Iñar Sastre, que va guiando al espectador por las distintas emociones que plantea el espectáculo arropándolo y fusionándose con él.

El final sorprende a los espectadores por la creación de imágenes sutiles y bellas llenas de colorido, literalmente, invitando al público a soñar mediante una simbología llena de esperanza y belleza, siendo éste un broche perfecto para el cierre del espectáculo.