Quedo con el librero y poeta Vicente Velasco Montoya de la librería La Montaña Mágica, que se ha convertido en un referente cultural en Cartagena. No sólo vende libros, sino que organiza presentaciones, charlas y mesas redondas, algo así como una estupenda mezcla entre la histórica y añorada librería Espartaco que regentaba Mariano González y la también desaparecida y legendaria librería de Horacio Escarabajal. Es una historia triste la de las librerías que cierran en nuestra época, los libros se compran en grandes centros comerciales o por esa macro empresa online de cuyo nombre no quiero acordarme. Se va perdiendo el goce de adentrarte en esos templos de los libros, no hay nada comparable como dejarte aconsejar por un librero como Vicente que, además, es un reconocido autor literario. No podía imaginar yo mejor cierre para esta sección de Verano Sinfín que hacerlo rodeado de libros, homenajeando a este milagro de quienes mantienen abiertas las librerías, como Quijotes, contra viento y marea.

Vicente nació en Cartagena y es licenciado en Historia por la UMU. Me interesa su labor poética y me cuenta que  «la poesía siempre va a ser necesaria como una fuente y una herramienta de la que surge y se entiende la propia existencia. La creatividad, el arte y la cocina es lo que mejor nos diferencia como especie. Leer y escribir también puede ser una terapia, allá él o ella, en todo caso, sale mucho más económico que ir a un psicoterapeuta».

Dice que «quien pretenda montar una librería debe saber que siempre se cumple lo de sueldo para uno, trabajo para dos. Y es ahí donde radica el secreto. Mucho esfuerzo y entender que esto es un negocio como cualquier otro, hasta con sus peleas y pleitos. Pero ser librero es tener una predisposición casi de jesuita en tu vida. Y más en el sur de este país, que parece que estamos de misiones». De la situación de la cultura en nuestra Región añade: «Somos la periferia de las periferias. Y punto. No obstante, hemos tenido la suerte de contar con Paco Martín para La Mar de Músicas, o tener entre nosotros a Alberto Soler y Patricio Hernández. Sin estas personas (y mucho trabajo silencioso de otras) esto sería un yermo. En definitiva, tenemos lo que la voluntad de unas pocas personas batallan día tras día. No hay más».

Y continúa: «No sé que es peor, no leer o bañarse ahora en el Mar Menor. Esta Región es la pescadilla que se muerde la cola. No tenemos un eje vertebrador de la cultura. Esto parece un molusco podrido. Después que nadie se queje por la pobre imagen de la Región ni de que estemos los últimos en todos los baremos. No le puedes pedir peras al olmo. La única esperanza que queda es que esta generación haga un acto de contrición, se silencie y que deje hacer a los que tengan interés. Pero eso no va a pasar. Hay mucho tractor, mucho ladrillo, mucho aprovechado y pocas entenderas».

De animar a la lectura me dice que «es como navegar por un río con poco caudal, siempre a punto de encallar, algo ya crónico de nuestro país», y añade: «De este planeta me llevaría música de jazz y Dr. Bloodmoney de Philip K. Dick, La hojarasca de Gabriel García Márquez e Historia del siglo XX de Eric Hobsbawn. Recomendación de librero.