«Voy a hablar claro -dice Amparo Heredia, La Repompilla-: yo había oído que en La Unión no se premiaba a los gitanos, que después de Encarnación [Fernández, vencedora en 1980] nadie se lo había llevado, y me preguntaba por qué, con la cantidad de cosas que tenemos que aportar los gitanos, con el metal que tenemos a la hora de encarar el cante...así que me dije que yo me tenía que llevar la Lámpara Minera, y yo soy muy cabezona». Después de varias ediciones rondando el máximo galardón de El Cante de las Minas, la malagueña se lo llevó el sábado.

«Aún no me lo creo -contaba ayer, aún somnolienta-. Cuando me dieron un par de premios [Heredia también se llevó el galardón de los cantes por minera, por cantes bajoandaluces y por cantes de Málaga, Granada, Córdoba y Huelva] ya me di por satisfecha, estaba totalmente relajada, incluso bromeaba con algún compañero. Dicen que cuando se gana se suele tener un presentimiento, pero no fue mi caso, no supe que había ganado hasta que no pronunciaron mi nombre».

Lo que sí tuvo fue una conversación consigo misma: «Yo no sé qué me pasa con esa tierra de La Unión, pero me impone muchísimo. Me gusta y me tira mucho, pero tiene algo que me intimida bastante, y eso a la hora de cantar puede ser traicionero, así que me dije: ‘Amparo, tranquilízate, que sea lo que Dios quiera’», explica.

Lejos de esoterismos, La Repompilla tiene claro el factor que la ha convertido en ganadora: «Yo había estado aquí cantando en varias ocasiones y no conseguía quitarme la espina de ganarla, diría que si he ganado este año, que ya tocaba que se la volviera a llevar una gitana, ha sido por el afán y la dedicación con la que me he empleado. Por el trabajo. Me he metido de lleno en estos cantes mineros, que yo había escuchado y me gustan mucho, porque si te gusta el flamenco te gustan estos cantes, pero una cosa es escucharlos y otra cosa es aprender a encararlos, que no te dominen, que no te coman». Unos cantes, explica, bastante alejados de su escuela: «Yo vengo de cantar para el baile, que es una historia muy diferente al cante minero, y me ha costado muchísimo adaptarme a estas formas, a estas reglas. Ha sido un camino muy duro. Sobre todo, por la respiración. Diría que ha sido lo más difícil de todo este camino de aprendizaje. Cuando cantas para gente que baila, respiras cuando realmente lo necesitas. Aquí no, hay unas reglas muy marcadas con respecto a la respiración, que se convierte en un elemento musical más, y me ha costado muchísimo aprender a respirar de esta forma».

«Toros saliendo de chiqueros»

Es posible que no haya una sola persona hispanoparlante que no haya dicho que la vuelta a la vida de los festivales está siendo ‘especial’.

También pasa en El Cante de las Minas. «Yo lo veía en los ojos de todos los artistas, estamos todos como toros saliendo de chiqueros, en cuanto se ha podido nos hemos disparado a subirnos a un escenario. Estábamos deseándolo y se ha cantado, se ha tocado y se ha bailado con una entrega y una pasión extra, eso está clarísimo», dice Heredia.

Además de la vuelta a la actividad tras el parón pandémico y del hecho de contar con una ganadora gitana por primera vez en más de 30 años, hay otro elemento que convierte el relato de la 60 edición del festival en, esta vez, sí, especial. La canadiense Laura Wong se convirtió en la primera extranjera en ganar el ‘Filón’. «Esa chica es un auténtico terremoto -dice La Repompilla-. Yo he trabajado con ella varios años y es un espectáculo lo que hace con el flamenco. Creo que todos los españoles deberíamos estar muy orgullosos de que alguien de fuera venga y demuestre no solo interés por nuestra música, sino el compromiso y el sacrificio que requiere llegar a dominarlo como lo hace ella. Yo estoy muy contenta de que se haya reconocido lo que está haciendo y la personalidad con que lo está haciendo, qué quieres que te diga», dice, entre risas.

Cuando se le pregunta qué le queda a una cantaora después de conseguir «el premio más grande al que podemos aspirar en este mundo», Heredia, perpleja, tarda unos segundos en responder. «¿Qué va a quedar? Seguir trabajando. La Lámpara Minera supone una responsabilidad muy gorda porque hay que defenderla y demostrar en todo momento que se está a la altura de los nombres que la han ganado, que son lo más grande del flamenco, asusta solo de ver quién lo ha ganado, pero, por otro lado, te abre muchísimas puertas y muchísimias opciones de cantar en sitios que no he tenido la ocasión hasta ahora. Así que...eso -remarca, como si se lo recordara a sí misma-, lo que queda ahora es seguir trabajando».