Ya lo decía él antes de empezar su concierto: era una noche en la que se iban a mezclar muchos elementos para que la velada fuera muy emocionante. Y sin duda lo fue. Miguel Poveda volvió a agotar este lunes las entradas para su concierto en el Cante de las Minas, volvió a llenar el escenario y volvió a demostrar que su Lámpara Minera de hace casi treinta años fue un premio visionario. Porque estaba claro que este catalán tenía mucho que aportar al flamenco y a la música.

Así, en su regreso, Poveda no defraudó. Hizo disfrutar al público con un show cargado de carácter y diversidad, fusionando el cante clásico con temas dedicados a Federico García Lorca o canción andaluza, y no tardó en interrumpir el concierto para dedicarle al festival y a La Unión unas palabras de cariño. «Vengo con una ilusión, unas ganas y un amor increíbles, porque cada vez que llego a esta tierra se activan las emociones, los recuerdos… Es un sentimiento que parece que se queda escondido y, cuando vuelves, reaparece», señaló, emocionado, el artista, que también tuvo un momento para agradecer «tanto amor» recibido en todos estos años; incluso, bromeaba diciendo que ese ‘amor’ ha hecho «que uno se lo crea un poquito», porque «en La Unión soy alguien importante», dijo.

Su desparpajo llegó a cada butaca de La Maquinista de Levante; lógico, pues sobre las tablas había un artista dejándolo todo para conseguir que esta tierra, que es como su casa, se sintiera orgullosa de él. «Estoy aquí para darles todo mi corazón», advirtió el cantaor, que deleitó a los presentes con Quítame el beso de anoche, de Bambino; se animó con El Choro a montar una escena de baile, y no tuvo problemas en ceder durante un momento el protagonismo al guitarrista Daniel Casares, que pudo demostrar su talento a las seis cuerdas durante algún pasaje instrumental. Después, con Hey y Voy a perder la cabeza por tu amor, mostró su pasión por los grandes clásicos, para adentrarse a continuación en el flamenco más puro, montando un tablao sobre el escenario desde el que compartió malagueñas, abandolaos, una guajira dedicada a los hermanos de Cuba, soleá por bulería (jugando con los ritmos) y tangos y alegrías.

Pero Poveda tenía un último as en la manga, una sorpresa para los presentes. En un nuevo gesto de cariño a sus anfitriones, invitó al escenario a la cantaora unionense Encarnación Fernández, a quien halagó por «anteponerse como mujer para tomar el reino y la corona de los cantes mineros». Acompañada de su hijo, el guitarrista Antonio Muñoz, interpretó a dúo unos cantes de Levante que sonaron con una magia especial; tanto que Miguel no pudo evitar emocionarse. La intervención de la murciana finalizó con un homenaje conjunto a Pencho Cros, un momento que quedará para la historia del festival.

Su fin de fiesta pasó por recordar la música que escuchaba en el cassette, cuando lo sacaba a la puerta en su barrio, y donde estaban presentes Los Chichos o Bambino.