Allá por 2014 escribía mi primera crónica sobre del Festival Internacional de Jazz de San Javier. Fue viendo al gran Michel Camilo. Recuerdo una anécdota que contó: «Art Blakey se acercó a nuestra mesa y me dijo que si quería improvisar. Pregunté qué standards tocaban para seguirles y me contestó: tú cavas tu tumba y nosotros te enterramos». Toda una declaración que podría definir poéticamente este género y la peligrosidad que aparentemente no tiene.

Los currantes de este festival son, además de fijos, imperecederos. No hay año que no se vea corretear por el escenario, entre otros, al ‘Negro de la Alberca’, o a Mariano mirar fijamente la mesa de monitores... Montar este escenario en el Puerto deportivo Tomás Maestre de La Manga implica robarle ciertas horas al sueño. Los de San Javier o Santiago de la Ribera estaban sustancialmente mejor equipados y en espacios mucho más amplios y accesibles. La belleza que percibe cada cual es algo subjetivo, pero no me ‘sulibeyan’ los megalitismos de una de las vergüenzas urbanísticas de esta región.

Va a empezar el concierto de Sara Zamora Septeto. La joven cantante se eleva por las escaleras de la mano de un hombre que la acompaña dulcemente. Está tranquila, o está nerviosa y no lo notamos. Luce un precioso vestido negro a lo Jessica Rabbit. Está enamorada de él y de ello hace un chiste para abogar por la libertad de amar y condenar el maltrato. Me pone en pie que una artista arremeta contra esta lacra a voz tendida, a gritos. Ella tiene ese carácter. Mujer de armas tomar y comprometida; tiene, además, gracejo y un murcianismo tan ‘pegao’ a la piel como el 120% de humedad que estamos respirando. Ya te olvidé es un alegato contra la violencia de género. Una composición propia en la que siente lo que canta y canta lo que escribe. No solo trata de sanar su dolor sino el de las mujeres que la escuchan. O al menos acompañarlas en él, algo que no olvidaría en ningún momento del concierto.

El devenir menos internacional de los festivales este año ha permitido que tengan cabida propuestas de la tierra como esta. Todos los músicos son nacidos o residentes en Murcia, todos de una calidad innegable, pero exceptuando la sección de vientos, ninguno es músico de jazz. Ni siquiera de blues o funk o soul. Se ve en cualquier canción y en cualquier tema. Suena bien, pero son solo reminiscencias de estos géneros. Los arreglos se pierden en tierra de nadie mientras buscan desorientados el camino hacia el jazz desde sus propios estilos. No sería inconveniente de no ser porque se habla de ella como la nueva promesa del jazz ­también lo dice su web–. Sara Zamora, además edita su último disco con Raúl de Lara, un grandísimo productor, pero de pop. Sobresaltan a veces los efectos de reverberación larguísimos que mezclan para aupar la voz de Sara en los ‘outros’. Le hacen un flaquísimo favor, ya que por arriba Sara tiene un torrente que se basta por sí solo para tumbar un corazón. Por debajo, no tanto. Le falta el aire que este puerto dice tener y tampoco tiene. Soltarlo lentamente. Cada vez que embiste la primera sílaba tiene que modular porque no afina casi ninguna nota de primeras. A veces la lengua se le engancha en el paladar y se imposta. Respira, saca el aire. Puedes de sobra.

Se podía usar un ferry para saltar del Ayuntamiento de San Javier al de Cartagena sin mojarse los pies. Aunque corren más peligro de mojarse los ojos de los asistentes. Sara lo intenta a base de balada y bolero. Para ello toma de Pancho Céspedes, Dicen. Y aunque amague con creerla, no puedo evitar ver una buena imitación. Han estudiado bien el repertorio. Quizá demasiado bien. En él incluyen Seven Nation Army de The White Stripes. Bajan el tempo y le dan decibelios. Bien. También consiguen sonar a banda en My Other Side, tema de refrescante y orquestal sonido. Para ello recibe la ayuda de dos coristas de Belter Souls, una coral de versiones que ha alcanzado cierta popularidad fuera y dentro de Murcia.

En Hallelujah, Sara encuentra su registro perfecto. Muy divertido, tal y como es ella. Elegante a su manera, con tironcillos de orejas. Cerca del final presenta con cariño fraternal a todos sus músicos. Y como todos los proyectos que pasan por aquí, da las gracias a Alberto Nieto. También se acuerda del incombustible fotógrafo Goio Villanueva, entre otros. Todos estamos aquí para cuidar un festival al que le ha sentado un poco mal el viaje a La Manga. El público no rugió ni bailó (no está permitido), y si alguno lo hizo seguro que no fue uno de los que van al parque Almansa. Este concierto quizá no era para ellos. Quizá tampoco para otros músicos que se esconden por las casas que van de Zarandona a Algezares.

El concierto de Sara Zamora septeto ha sido un buen concierto y según en qué plazas un gran concierto, pero en mi humilde opinión no encaja dentro del festival Internacional de Jazz de San Javier. Aunque cada cuál elige en qué puerto quiere fondear su barco. Podría ser al menos uno en el que corra una chispa el aire.