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Entrevista

'Terapia' en nueve cuadros y nueve libros

El polifacético artista murciano Kuki Keller presenta este viernes en El Varadero del Pilar de la Horadada una serie de la editorial Cabeza de Chorlito en la que, rodeado de amigos que escriben, muestra el arte de los ‘sudokukis’

'Terapia' en nueve cuadros y nueve librosAlberto García-Alix

Hoy hay fiesta en El Varadero. Aclaración: sobre el festejo, siempre dentro de los límites sanitarios; sobre el local, por supuesto nos referimos al de la Playa de las Higuericas, en el Pilar de la Horadada, no al mítico pub que fue el epicentro de la Movida en la Región –Lo Pagán, concretamente– durante los ochenta. Sea como sea, la esencia de aquel local todavía se respira en su sofisticado heredero, pues a los mandos sigue estando el murciano Kuki Keller, artista en el amplio sentido de la palabra. De hecho, él ejercerá como anfitrión en una velada que servirá para presentar su último proyecto; o la última vuelta de tuerca a una idea que lleva desarrollando desde hace ya unos cuantos años: los ‘sudokulis’. Keller, que todavía se está recuperando de un accidente de moto en el que perdió una pierna, descubrió su vena plástica durante una de sus etapas en París. «Yo era un enamorado de los crucigramas del El País, y cuando salieron los sudokus aluciné», recordaba en una entrevista en 2017; y cuando el reto numérico se agotó para él, fue cuando todos esos años rodeado de creadores en El Varadero, en los locales de la costa y en su propia casa se condensaron en una idea que, ante las alabadoras críticas que recibía y el ánimo de sus allegados, acabó cristalizando en los sudokukis. «Empecé a pintarlos con colores, y Miguel Ángel Campano me animó a seguir haciéndolos.

La embajadora de Cabo Verde, muy amiga mía, también los vio y me pidió que le hiciera uno. Y así otro, y otro, y otro... Se me fue la cabeza y empecé a hacer sudokus para la Ópera de París, para el Pompidou, etc.», recuerda Kuki, que encontró en este creativo pasatiempo una forma de enfrentar las horas hasta que, por fin, caía la noche –su verdadero elemento– en la Ciudad del Amor. La cuestión es que la obra del murciano fue muy apreciada en París, tanto por los gestores culturales –exhibió sus creaciones en salas de la capital francesa como Le Jour de la Sirène, Le Rose Thé, Mojito Lab, Le Petit Keller, Pause Café, Paris Lisboa, Chez Celeste o Des Artistes–, como por la comunidad artística y los aficionados, especialmente después de que, tras el atentado yihadista en la sala Le Bataclan –a doscientos metros de su casa–, Kuki se animara a sacar sus piezas a la plaza del Centro Pompidou. Su valentía le proporcionó cierta notoriedad en la ciudad, más de la que ya gozaba como instigador de grandes fiestas, DJ y «artista sin obra»: «Cuando llegué a París todo el mundo me decía que era artista, y yo les decía que no hacía nada, pero la gente insistía en que era un ‘artista sin obra’. Supongo que, al final, todo se pega», decía entonces en palabras a este periódico. Y mucho han cambiado las cosas desde entonces –principalmente por esta dichosa pandemia y, sobre todo, por ese grave accidente en el que casi pierde la vida hace ya dos años–, pero en ningún momento Keller ha dejado de crear; de hecho, confiesa, para él los sudokukis han sido durante estos duros y largos meses como una especie de «terapia».

«Todos los días –durante su recuperación– hacía uno o dos diferentes, y se los mandaba por e-mail a mis amigos: a Esther Ferrer, Tom Johnson, Alicia Chillida..., gente muy importante para mí. Y algunas les gustaban más, otros menos, pero alucinaban con que hiciese tantos y tan variados, siempre distintos. Ellos me animaban y yo me animé, así que acabé almacenando un mogollón de piezas», señala el artista. Uno de esos amigos era el fotógrafo leonés Alberto García-Alix, Premio Nacional de Fotografía en 1999 y responsable junto a su pareja (Fred Bangerter) de una pequeña editorial llamada Cabeza de Chorlito. «Primero estuvimos hablando de hacer algo en La Casa Encendida –un centro cultural madrileño–, con proyecciones y música, pero con esto de la pandemia lo hemos ido dejando... Después hablamos de una láminas, pero al final nos decantamos por la idea de los libros», cuenta. Y ese es el proyecto que esta semana presenta en El Varadero: una serie de nada menos que nueve volúmenes «de coleccionista» –se trata de una edición muy limitada– que recogen sus últimas creaciones y que, además, incluyen fotografías del propio García-Alix y textos de los citados Esther Ferrer, Tom Johnson y Alicia Chillida, pero también de Carlos Pazos, Chechu Álava y Ángel Haro. «Lo cierto es que los libros han tenido mucho éxito (apenas quedan colecciones completas), pero, más que por mí, diría que es por ellos, por la gente que ha participado», apunta, humilde, Kuki, que se deshace en elogios ante sus compañeros de viaje. Muchos de ellos –a la mayoría los conoció durante su estancia en París– acudirán el viernes a la presentación, y aunque su anfitrión reconoce que todavía no está bien –este mismo miércoles tuvo que viajar a Valencia para una revisión médica con el doctor Cavadas–, asegura sentirse muy feliz y afortunado por poder encontrase de nuevo con ellos. «Tienen y tengo muchas ganas de verlos porque, aunque la mayoría viniera al hospital tras el accidente, yo estaba en coma y no pude recibirles», recuerda. Aún así, Keller espera que no vaya «mucha gente» a la presentación de esta noche (apunta entre risas y aludiendo a la coyuntura sanitaria global), pero garantiza que «habrá fiesta y luna llena». Bueno, y que va a seguir creando (casi que hasta se le amontonan los proyectos), porque a Kuki parece que no hay nada ni nadie que pueda pararle.

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