La Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia abrirá el año bajo la batuta de Cristóbal Soler. Sí: el considerado como uno de los mayores embajadores mundiales de la música española desplegará los días 2 y 3 de enero, en el Víctor Villegas y en el Batel, respectivamente, un repertorio clásico de polkas y valses que trata de poner a la música española en valor. «Es algo en lo que llevamos retraso -explica-, y tenemos un gran patrimonio del que presumir».

¿Es este concierto de Año Nuevo especial, precisamente, por los 12 meses que se dejan atrás?

Sin duda. El concierto de Año Nuevo siempre tiene un carácter festivo, pero este año más, si cabe. En nuestro caso, proponemos un repertorio 'de esmoquin', como a mí me gusta decir, pero con piezas llenas de vitalidad y energía positiva. Hemos elegido la música adecuada para recibir un año en el que esperamos inmunizarnos.

¿Cómo se elige el repertorio de este tipo de conciertos?

Pues normalmente se llega a un acuerdo entre el director invitado y la dirección titular, pero en este caso me han brindado la oportunidad de hacer lo que yo quiera. Lo que yo propongo es algo que en Viena llevan haciendo durante décadas, y es aprovechar un momento en que todo el mundo nos está mirando, que tenemos a todos los canales retransmitiendo lo que hacemos, para poner en valor toda nuestra música. Eso aquí no se ha hecho, y nosotros, en medio de esos valses y polkas centroeuropeos que todo el mundo espera de un concierto de Año Nuevo, lo que hacemos es introducir nuestros valses y polkas, nuestro patrimonio lírico nacional. Es decir, entre música de Strauss, metemos a Chapí, a Chueca...a los nuestros. Creo que es algo necesario para empezar a ponernos en valor.

La búsqueda de nuevos públicos para la música clásica es una tónica habitual en su carrera.

Es fundamental. Tenemos que creer en el amor a primera vista con quien venga a un concierto de música clásica, porque no tenemos segunda oportunidad. Tenemos que atrapar al público, entusiasmarlo, emocionarlo y divertirlo. No puede ser que vayas a un concierto y a los diez minutos estés bostezando. Una sinfónica de 70 personas haciendo música... Eso es algo que por obligación debe ser espectacular. Es obligatorio que comuniquemos y transmitamos la pasión y el amor por lo que hacemos. Yo siempre digo que el director, por mucho que esté de espaldas al público, no puede 'darle la espalda' espiritualmente al público.

¿Pecan de solemnes los directores y los músicos?

Posiblemente. Y de correctos. Muchas veces encuentras a músicos que tocan de forma correcta, pero eso es que no es en absoluto interesante. Yo creo que deberíamos ir tirando hacia una concepción que no separara la música en géneros, porque las notas son las que son y son las mismas para todos, sino en buena y mala. Y con buena y mala me refiero a música divertida, interesante, estimulante, y música aburrida, música que provoca bostezos. Eso es un cáncer que hay que erradicar.

Suele decir que la música es la mejor droga.

Sin duda. Platón ya hablaba de esto, pero es que los neurólogos llevan años hablando de las bondades de la música a nivel neuronal, a nivel físico... Se está aconsejando, por ejemplo, que la gente mayor coja un instrumento y empiece a aprenderlo y haga música, porque es algo que nos mantiene vivos y crea conexiones neuronales que no existían.

¿Cómo han ido los ensayos?

Estoy muy satisfecho, creo que he conectado muy rápido con la orquesta y nos hemos entendido a la primera. Están siendo ensayos intensos, pero juego a favor: creo que los he convencido de la propuesta que debemos poner sobre el escenario.

¿Cómo se ve desde fuera la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia?

Pues se ve que se está haciendo un muy buen trabajo. Tanto Virginia [Martínez, directora titular] como el resto del equipo están siguiendo una dirección muy interesante, y creo que de la Sinfónica de Murcia se va a hablar bastante en los próximos años. Está claramente 'in crescendo', se está sembrando y estos proyectos nunca son a corto plazo, así que yo le auguro a la Sinfónica un gran futuro.