''Santaballa es una aldea de Lugo que tiene cinco casas habitadas y otras cinco vacías. Esta carpeta guarda los dibujos que he hecho allí sintiendo que, más que el encuentro con otro lugar, algo que fue decisivo para tantos pintores, me ha ayudado tal vez el encuentro con otro tiempo: sin programa, sin teorías, dejando que el lápiz se mueva por el papel esperando el soplo de gracia''. Así explica Vicente Martínez Gadea, en un pequeño texto escrito para la ocasión, La carpeta de Santaballa, una colección de 24 obras -en su mayoría de pequeño formato-, que muestra desde el pasado jueves en la sala de exposiciones del estudio Arquitectura de Barrio (AdB).

Pintor, diseñador y, como sus anfitriones, arquitecto, Gadea llevaba cuatro años sin exponer en solitario en Murcia; ''la última -recuerda en una charla con LA OPINIÓN- fue en el Almudí en 2014, y se llamaba Ventanas''. Pero el compadreo profesional y personal con Enrique de Andrés y Coral Marín, responsables de AdB, así como un buen puñado de dibujos que merecían ver la luz, le han hecho 'volver': ''Tengo pendiente una exposición en el Muram. Me la pidieron hace tiempo, pero quieren que exponga junto a mi mujer -la también artista Chelete Monereo-y, por circunstancias, lo hemos ido posponiendo. Entremedias me lo propusieron de esta galería, de íntimos amigos, y me pareció muy interesante'', desvela Gadea, que se deshace en elogios hacia este espacio ''informal'' de la calle Julián Calvo.

Y es que Gadea reconoce que se siente muy lejos de ese ambiente de frialdad que desprenden algunas galerías en la actualidad. ''Lo de ayer -explicaba el viernes el artista en alusión a la exitosa presentación de La carpeta de Santaballa- contrasta con otras inauguraciones en las que ves a un galerista haciéndose el exquisito, al artista aburrido y a los asistentes, los cuatro que han ido a ver la exposición, que no entienden lo que están viendo''. Pues lo de AdB, que además celebraba su primer aniversario, fue ''una fiesta del arte'': ''Unos galeristas entusiastas, un pintor contento, la gente feliz viendo la obra... Y dimos vino y jamón, porque uno tiene que ser educado; es como si fueran a tu casa. Esa costumbre antigua, que se está perdiendo, tiene que mantenerse'', señalaba Gadea, que, desde luego, tenía motivos para estar satisfecho.

''Llenazo. Se vendió todo, y en tres cuartos de hora. Hay gente que se quedó con ganas de comprar... Pero es que, cuando haces una obra sentida, la gente lo entiende; si no, el público se siente desplazado. Un artista debe, sin renunciar a la calidad, sentir lo que hace, como si se quisiera quedar el cuadro. De hecho, en la exposición había una obra a la que le puse el precio más alto para que nadie la comprara, para quedármela, pero insistieron y se la llevaron'', comenta entre risas Gadea, cuya obra -esta y las demás-, podrán contemplarse en la sala hasta el 11 de enero, antes de que adornen los salones de sus compradores.

En cualquier caso, para Gadea, la transacción final solo sirve para ''cerrar el círculo''; y reconoce que es una ''satisfacción'', pero asegura que en su obra ''no hay una cosa como: 'Soy capaz de hacer esto, voy a explotar este talento'. Yo soy más de disfrutar con la textura, con los colores, con el momento..., con el trabajo de querer ser pintor''. En definitiva, del 'trayecto': ''Yo no soy capaz de coger un papel para quitármelo de encima. A mí me gusta es estar pintando''. Y esta colección, La carpeta de Santaballa, es el mejor ejemplo de que lo que asegura lo dice con sinceridad. ''No me preocupa en absoluto lo de conseguir un estilo a mi edad; esa etapa ya la he superado, yo hago lo que quiero'', apunta el polifacético artista, que pone a Picasso como ejemplo: ''Cuando él estaba haciendo cubismo, en aquella época, la fecha (cuando firmaba los cuadros) era muy grande, y a veces incluso tapaba parte de la obra. Pues bien, con la misma fecha vemos cuadros realistas que no tienen nada que ver con el cubismo y que están hechos el mismo día. Es un ejemplo a seguir, y no esta especie de cerrazón que tienen algunos artistas que te conocen por una cosa y tienes que seguir haciendo siempre lo mismo''.

Para esta colección -aunque, más bien, habría que decir: ''Para esos momentos'', para sus estancias en la casa que tiene en aquella pequeña aldea de los montes de Lugo- lo que a Gadea le apetecía era ponerse a dibujar. ''Sin programa, sin teorías''; sin un plan ni un objetivo prefijado. Gadea, que en esta colección presenta obras creadas ''exclusivamente'' en su estancias de verano e invierno en Santaballa durante los tres últimos años, se sentaba ''delante de la chimenea'' y se ponía a pintar. ''Y lo mismo tiro por un lado, que por otro; lo mismo me sale un dibujo ininteligible que un paisaje definido. Cuando me pongo a trabajar no sé lo que me va a salir'', explica el artista, que lo único que tenía claro es que quería pintar en seco: ''Lo que me interesaba era dibujar; luego puedo utilizar barras de cera o de óleo, pero siempre cosas con las que no tuviera que esperar a que se secaran. De lo contrario, no podría ponerme a trabajar 14 horas sin detenerme, que es lo que me apetecía''.

Y es que el 'tiempo' ha sido clave a la hora de desarrollar estas piezas -como apunta él mismo en el texto que da comienzo a este artículo-, pero precisamente por su ausencia; por la ausencia de un reloj al que mirar, de unos límites a los que atenerse ante la presión de las agujas. ''Allí, en Santaballa, hay un ambiente rural real. Tengo un vecino que hace aguardiente, la matanza, que cultiva, que tiene animales..., una vida como de otra época. Allí no pasa el tiempo, es como si se hubiera detenido. Y como además, cuando estoy allí, suspendo todo lo que tenga que ver con el trabajo -el ritmo de las llamadas, las visitas a una obra, etc.-, estoy como flotando en un espacio que es muy intemporal, que es igual que hace sesenta años y que, probablemente, será dentro de diez'', explica Martínez Gadea, que ha tenido la posibilidad, a la hora de hacer estas obras, de centrarse de manera incondicional en el papel; lo que no siempre es fácil. Y ello, unido a la ausencia total de 'obligaciones' a nivel creativo, ha propiciado una exposición que, efectivamente, muestra obras sentidas, puras. Ese debe de ser el secreto de Santaballa.