Se echaba de menos una noche flamenca en la capital murciana. Tras la escasez de arte del invierno, el Teatro Romea abría para la Cumbre Flamenca de Murcia con un cartel destinado a la afición, que sorprendió por el aforo y la juventud de sus butacas.

Inauguró la noche el jerezano Jesús Méndez a la guitarra de Manuel Valencia por tientos con una voz en forma y sobrada, potencia y fuerza que remató por tangos de Pastora o Triana, siguió por soleá, valiente y arriesgando con dejes sevillanos sin dejar su Jerez por seguiriyas, que remató con cabal del Loco Mateo acordándose del Sernita. Ahí es nada. No se le fue la fuerza ni el saber estar y continuó por fandangos marca de su casa; ecos de la Paquera de Jerez, su tía, de Chocolate o de Manuel Torre. Su cuna lo lleva a rematar por bulerías con el Romance de Juan Osuna incluido. Dejando clara la intención de seguir en el camino del cante, subiendo peldaños, se entregó Méndez y Valencia; nos llenaron el paladar de cante viejo y toque tímido, de tradición y afición, la esperanza sigue viva con artistas jóvenes que renuevan el aire tradicional del flamenco; sobre todo por sus ganas y su buen hacer.

Llegó el metal dulce de la noche, el chiclanero Antonio Reyes con la guitarra de Diego del Morao, queridos y muy esperados en el Levante. Subimos a otro nivel, de tablas y complicidad entre ambos, disfrutando el uno del otro y transmitiendo esa comodidad al patio de butacas. Antonio abre por solea zalamera, de fraseos ligados y sigue por alegrías con sabor, con su gracia natural donde Diego se luce en el toque y juegan en los doce tiempos con gusto. Han visto rancia a la afición que llena el Teatro Romea y sigue por seguiriyas, ido pero sin perder su dulzura; se entona por bulerías de recreo y gitanería donde disfrutamos de los ecos de Panseco o Camarón, de Cádiz y sus puertos que termina coloreando con la Lole y se despide por fandangos; acertado y para el gusto de la mayoría tanda corta para lo que Reyes acostumbra. Será la sequía que nos ciega, serán las ganas que Murcia tenía de una noche de arte.

Finaliza esta primera noche con el Desplante 2015 del Festival Internacional del Cante de las Minas, Alba Heredia trae a la Granada mora; de embrujo y poderío. Talento heredado de su familia envuelta en juventud y belleza; comienza por tangos con brazos retorcidos, con el genio intacto y una expresividad facial que hace reaccionar al público. Alba es brutal, tiene capacidad para demostrar miles de cosas en un movimiento; gracia a caderazo limpio, otra historia del baile pendiente de escribir. Descansa mientras disfrutamos por bulerías con el cante de Juan Ángel y Joni Cortés, el toque de Manuel Fernández y el compás de Rafi Heredia. Aparece por soleá, contenida y despacio, creo que el brillo de su mirada es anormal. Alba entra en trance, no se puede dar cuenta de lo que hace, si se diera cuenta no lo haría; si lo hiciera otra que no fuera ella me parecería ridículo. No se puede imitar. Zapatea en su justa medida; nada desorbitada, se transforma en fiera, está loca y tiene una potencia visual que da miedo. Nos ha dejado temblando. Termina por fin el barbecho flamenco de Murcia, sin un aire de Levante, por fin; hoy ha sido sin duda una buena noche para celebrar la cosecha.