En los primeros minutos del pasado día 28, en plenas fiestas de la Navidad, fallecía en la villa de Ricote María López Ferrer, tras una breve enfermedad que más que dolencia fue como un sopor que la introdujo en el sueño eterno. Estaba a punto de cumplir 103 años adornados todos ellos de una exquisita calidad humana que, junto a su esposo, Antonio Gómez, supo transmitir a sus tres hijos: María Luisa, Antonio y Carmen. La ancianidad y la merma de los años no le impidieron ni un momento estar atenta a su negocio de expendeduría de tabacos. Por su local han pasado varias generaciones de chiquillos para adquirir golosinas. Allí se proporcionaba todo: desde una cuartilla para escribir hasta un botellín de alcohol, una cuchilla de afeitar o pastillas de optalidón, una bombilla o peladillas de anís. Era el estanco de Ricote más que un negocio familiar, un lugar de encuentro en el que todos se sentían a gusto con los chascarrillos de Antonio y la actitud servicial de María.

Cuando el 5 de abril de 2008 cumplió cien años todo el pueblo de Ricote se movilizó para agasajar y felicitar a tan venerable señora, símbolo vivo de la milenaria historia de Ricote. Desde primeras horas de la mañana su casa y su estanco se llenaron de flores, sencillo y cordial obsequio. Una multitud de vecinos que se agolpaban complacidos a felicitar a la abuela del pueblo: desde el alcalde al más sencillo de los ricoteños participaron en esa fiesta que tuvo su culminación en el atardecer cuando la iglesia de San Sebastián se abarrotó de gentes para participar en una eucaristía jubilar de acción de gracias.

En su homilía el sacerdote que presidió glosó las bondades de tan querida familia y, evidentemente, resaltó la vida de María López como un siglo dedicado al trabajo callado y eficaz, a la educación esmerada de sus hijos y a transmitir a los suyos la grandeza de la que Dios a ella la dotó. Comentó el sacerdote cómo, en ese siglo de vida, María conoció una multitud de acontecimientos de todo tipo enmarcados en la historia local. Cuando María nació gobernaba España Alfonso XIII, a la sombra de su madre María Cristina, una de las reinas más grandes de la historia de España. El supremo pastor de la Iglesia era Pío XI, que posteriormente sería canonizado por su sucesor Pío XII, y el obispo de Cartagena era Vicente Alonso Salgado. El párroco de Ricote, que le administró el bautismo dos días después de nacer, era José Moreno Hernández y el alcalde Francisco Alvares Castellanos y Acuña. El trazado urbanístico del pueblo era similar al actual, aunque las calles estaban empedradas e iluminadas con faroles de gas ya que la luz eléctrica fue instalada en 1923. El medio de subsistencia de la mayoría de la población era la explotación agrícola de campo y huerta: oliva, uva, frutales, cereales y los recién implantados cítricos.

Completaban la economía de subsistencia los ganados de ovejas y cabras, los animales de corral, las acémilas para el transporte, el pequeño comercio vecinal y la explotación del vino, en aquella época más afamado que ésta.

Existían dos posadas para viajeros y acémilas, dos almazaras, tres hornos, tres tiendas de comestibles, una verdulería, dos tabernas, un café, dos bodegas, tres yeseras, dos escuelas de primera enseñanza, una quincallería, dos manufactureros de esparto y un estanco, precisamente el del suegro de la susodicha, cuatro calesas y tres «coches de motor», pertenecientes a las familias más pudientes, que resultaban ser toda una novedad a la vez que un auténtico espectáculo en el pueblo. Los oficios más destacados eran los de brazeros, arrieros, jornaleros, leñeros, mozos de servicio doméstico aunque también había dos jueces, varios abogados, tres sacerdotes, un médico y practicante municipal y otro médico oftalmólogo particular.

La población en ese año era de alrededor de tres mil habitantes. Además de María López nacieron otros 102 niños, se celebraron 24 matrimonios canónicos y fallecieron 33 personas. Al haberse conservado los archivos históricos de PSOE y Partido Comunista, de ellos deducimos que el índice de analfabetismo era alto, la atención sanitaria deficiente y la actividad y derechos laborales muy limitados.

Si la iglesia parroquial se llenó para celebrar el centenario de María, tres años después se volvió a llenar para despedirla definitivamente de este mundo y acompañar a su familia en el dolor. Mujer creyente, cristiana convencida, recibió el auxilio sacramental de la Iglesia en sus últimas horas de vida y creemos que ya esté en ese lugar de paz y gozo en el que ella siempre creyó y esperó.