El Papa hizo estas afirmaciones durante su discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, al final de su sesión plenaria anual, que se ha celebrado en el Vaticano desde el pasado día 1.

Benedicto XVI explicó que "cuando están en juego" los derechos fundamentales del ser humano "ninguna ley hecha por los hombres puede alterar la norma escrita por el Creador (...) sin que la base irrenunciable de la misma sociedad sea dramáticamente dañada".

Y añadió que ésta "ley natural es la verdadera garantía ofrecida a cada uno para vivir libremente y respetado en su dignidad y defendido de toda manipulación ideológica y de todo arbitrio y abuso del más fuerte".

Según el Pontífice, en la actualidad existe "un concepto positivista del derecho, por el que la Humanidad o la sociedad o de hecho la mayoría de los ciudadanos se convierte en la fuente última de la ley civil".

El Papa mostró de nuevo su preocupación porque la sociedad civil "se encuentra confusa" y "se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su actuación ética y la doctrina de la ley moral natural se enfrenta a otras concepciones que son su negación directa"

"Todo esto tiene consecuencias enormes y graves en el orden civil y social", añadió, antes de señalar que detrás se encuentra el "relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, porque el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas".

Pero si fuese así, agregó, "la mayoría de un momento se convertiría en la fuente última del derecho y la historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse".

Benedicto XVI dijo que ante la "crisis de la civilización humana", hay que movilizar "a todas las conciencias de los seres humanos de buena voluntad, laicos o también pertenecientes a otras religiones diversas del cristianismo".

Por otra parte, también recordó que la Comisión Teológica Internacional publicó recientemente el documento sobre "La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin bautismo", en el que se eliminaba el concepto del limbo.

Sobre el documento, Benedicto XVI deseó que "sirva de ayuda y de fuente de consuelo" para los fieles que han sufrido en sus familias la muerte inesperada de un hijo antes de que recibiese el bautismo.