Recuerda Marta, con cariño, la noche del certamen. «Fue muy extraña y divertida. La gala se retransmitió en directo, pero todo el mundo estaba en su casa. Te puedes imaginar... Yo estaba en mi salón, a las dos de la mañana, con ropa de vestir por arriba y de pijama de cintura para abajo, esperando a que anunciaran mi categoría», señala la escritora molinense, al otro lado del teléfono; mismo dispositivo, por cierto, con el que esa madrugada whatsappeaba junto al resto de los autores españoles de la editorial Cuento de Luz que optaban, como ella, a un galardón. «Estábamos muy nerviosos y cansados, pero nos lo pasamos muy bien», insiste. Y no es para menos: entre los cinco que componían el chat sumaron dos segundos premios y una mención de honor.

A todo esto, quien habla es Marta Zafrilla (Murcia, 1982), una clara referencia si buscamos literatura infantil hecha en la Región; aunque, bueno, dada la entidad del este y otros reconocimientos recibidos a lo largo de los últimos años, limitar su obra a nivel autonómico es, sin duda, un error mayúsculo. En cuanto a la gala que el pasado día 13 (la noche de marras) seguía con fruición y altas dosis de sueño, nos referimos a la vigesimosegunda edición de los International Latino Book Awards; ceremonia de la que la molinense 'salió' (o, más bien, se desconectó) con una mención de honor por T-shirts aren't napkins (Cuento de Luz, 2019) en la categoría 'Best Educational Children's Picture Book' (Mejor Libro Ilustrado Educativo para Niños). Y, ojo, no es cualquier cosa, pues este certamen está considerado como el premio literario más importante para libros escritos por latinos en todo el mundo. Si no se lo creen, solo hay que echar un vistazo a su historial de ganadores -con nombres como los de Paulo Coelho, Gabriel García Márquez, Reyna Grande o Mario Vargas Llosa- o, directamente, a la nómina de presentadores de esta última entrega del certamen: «Si llega a tocarle a Isabel Allende leer mi nombre me da un algo. Me voy del salón, me escondo en el aseo», recuerda entre risas. «También estaba Eva Longoria, que es superconocida, pero no es lo mismo...», apunta, antes de deshacerse en elogios hacia la escritora chilena.

Lo curioso de todo esto es que este prestigioso reconocimiento no responde a un golpe de suerte, no es un caso aislado. Hace ocho años, en 2012, dos de sus trabajos, Los despistes del abuelo Pedro (en su versión en inglés, Grandpa Monty's muddles) e Hijito Pollito, triunfaron en los también estadounidenses Moonbeam Children's Book Awards: el primero, que versa sobre la enfermedad de Alzehimer, se llevó la Medalla de Oro al Mejor Libro sobre Salud; el segundo, sobre los diferentes tipos de familia (explicado siempre a los niños), se impuso directamente en la categoría a 'Mejor Libro Español'. Mientras que en 2007, el que puso a Marta Zafrilla en los titulares fue Mensaje cifrado, una novela juvenil que se llevó el que quizá sea el premio más importante que se puede llevar en España un libro de este rango de edad: el Gran Angular de SM.

Sin embargo, tampoco hay que irse tan lejos para seguirle la pista a la molinense. Es más, ni siquiera hace falta mover el foco buscando títulos anteriores. Y es que T-shirts aren't napkins, que se publicó más de un año atrás, ya conquistó a la crítica hace dos abriles. Bueno, en realidad lo hizo Las camisetas no somos servilletas, su versión original en castellano, que recibió la Medalla de Plata dentro de la categoría 'Libros Infantiles Ilustrados' -esta última parte, a cargo de la italiana Martina Peluso- en la vigesimotercera edición de los Premios de Editores Independientes, concedidos en Nueva York. Pues bien, pese a ello, su nominación en los International Latino Book Awards fue, para ella toda una sorpresa.

«No me lo esperaba, de verdad. ¡Hace un año ya que salió! Pero bueno, supongo que estos premios son de lo que se publicó en 2019...», apunta Zafrilla. Y tiene razón la autora murciana, pues, si bien es habitual que haya certámenes que reconozcan lo aparecido durante el ejercicio anterior, éstos normalmente suelen celebrarse durante los primeros meses del año, no en septiembre. Por eso, quizá, por lo inesperado, la alegría por este galardón es doble en casa de la escritora; más si tenemos en cuenta lo que significa para un libro de este tipo presentarse con un 'sello de calidad' como el de los International Latino Book Awards. «Son cosas que ayudan muchísimo a la promoción, a mover un libro. Un premio así te abre la puerta de grandes librerías, pero, sobre todo -y más con este tipo de textos- de las escuelas. En el mercado estadounidense son muy importantes las lecturas recomendadas por los colegios; y no solo hablo de ediciones inglesas, sino también en español. A las familias latinas de segunda o incluso tercera generación les gusta apuntar a sus hijos a academias para no perder el idioma, y tiran mucho de este tipo de texto», explica Zafrilla, que asegura también que en nuestro país también se venden -aunque con menor intensidad- sus traducciones al inglés.

Cuento de Luz

Porque la molinense acostumbra a tener todos sus libros tanto en castellano como en inglés, y eso es culpa en buena parte de su segunda «familia»: Cuento de Luz, una modesta editorial independiente especializada en libros infantiles ilustrados con mucha mano al otro lado del charco. «De hecho, diría que es su principal mercado...», apostilla Zafrilla. «Tienen un gran traductor como Jon Brokenbrow -con una sensibilidad muy especial a la hora de pasar al inglés las rimas, las canciones, los nombres...- y, sobre todo, se mueven mucho por ferias, asociaciones de libreros y editores, premios...», subraya. Y de ahí, posiblemente, saliera esta fructífera nominación. «Nosotros [los autores de Cuento de Luz] sabemos que ella [Ana Eulate, directora de la editorial, de la que habla con un cariño abrumador] intenta mover los libros por todos los certámenes que puede, pero, claro, cada año tienen más títulos y cada vez es más difícil...», reconoce la murciana, para quien el tiempo de promoción de T-shirts aren't napkins ya había terminado; al menos, a esos niveles. Pero no.

Y es que, aunque a ella no le guste demasiado, su libro ha gozado del don de la (triste) oportunidad. «En Las camisetas no somos servilletas hay una mamá que intenta transmitirle a su hija Olivia cómo beber agua correctamente, que tiene que hacer las cosas despacito, que hay que comer sin ruiditos, no limpiarse con la ropa..., pero siempre desde el cariño, porque a veces los papás tendemos a enfadarnos. La mamá de Olivia, en cambio, tiene mucha paciencia y le enseña a su niña cómo debe hacer las cosas desde el humor y la rima; y si a la primera no le sale bien, pues un, dos, tres y pruebo otra vez», resume Zafrilla casi metiéndose en el papel de su protagonista. Y, claro, uno de los puntos clave del libro es el de enseñar a los 'peques' a lavarse correctamente la manos, requisito indispensable para combatir el coronavirus; aunque, recordemos, el libro se publicó en 2019. «No te creas que me alegra la coincidencia... Es que todo esto que estamos viviendo es muy duro y muy triste. Fíjate: hace un tiempo grabamos unos vídeos de promoción en el que yo canto alguna de las rimas, pero tenía claro que no quería hacer ninguna de esa parte [la de la higiene de mano]; es que me dan escalofríos solo de pensarlo. En cierto modo es como querer aprovecharte de todo esto para 'vender', y yo tengo dos hijos pequeños...», desvela, ya con un tono más serio.

Sin embargo, inmediatamente su voz vuelve a contagiarse de optimismo, y en esta ocasión los responsables son, precisamente, ellos. «Hay días que me encerraría en mi cuarto y no saldría, pero ahí están ellos. Los niños son la ilusión y la esperanza, y debemos intentar seguir hacia delante, jugando -como dice una amiga mía- a La vida es bella, traduciendo una situación difícil en un juego que hay que aceptar y en el que debemos impedir que la frustración y la rabia se apodere de nosotros», aconseja. Así que tal vez sea eso; quizá más que tristes coincidencias, lo que ha encandilado a los expertos sea la capacidad de esta murciana para verlo todo con optimismo, con ilusión; para transmitir a los niños las normas básicas de conducta en el hogar y, a los mayores, su inquebrantable alegría.