El Museo del Romanticismo de Madrid ha recuperado la obra del caravaqueño Rafael Tegeo, «un pintor olvidado». El murciano, considerado como uno de los introductores de la nueva sensibilidad romántica en la pintura española, ha vuelto a renacer con la inauguración ayer de una muestra monográfica compuesta por una treintena de obras de su autoría que será visitable hasta el 17 de marzo en la capital

Rafael Tegeo (Caravaca de la Cruz, 1798-Madrid, 1856) es «una figura fundamental en la escena artística de la primera mitad del siglo XIX», según los organizadores de la muestra, formada por obras prestadas por el Museo del Prado, las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y algunas colecciones privadas españolas y extranjeras, con los que se reconstruye la vida artística de este pintor.

En concreto, esta colección ha sido elaborada a partir de que el Museo del Romanticismo adquiriera La Virgen del Jilguero, pieza clave de su producción religiosa y una de las más depuradas de sus pinturas. La institución puso en marcha entonces la idea de recuperar la figura de este artista, «poco conocido e inadecuadamente estudiado, a pesar de la importancia de su papel en la escena artística de su tiempo».

La exposición, además de la habitual sala de exposiciones del Museo del Romanticismo, ocupa, en forma de recorrido, los puntos principales de sus salas, lo que ofrecerá al visitante la oportunidad de confrontar las pinturas de este maestro con las obras de otros artistas mejor conocidos y consagrados.

Tegeo llevó a cabo su primera formación artística en Murcia, después se trasladó a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí se educó en la pintura neoclásica y trabajó, además, ayudando a Fernando Brambilla, italiano afincado en España y pintor de cámara del rey Fernando VII. De esta forma, Tegeo se familiarizó con la pintura decorativa y de paisaje, temáticas que serían fundamentales para su obra posterior.

Los años treinta del siglo XIX fueron los de mayor esplendor del artista, en los que realizó decoraciones para el Casino de la Reina y el Palacio Real de Madrid. En esos años también recibió importantes encargos del infante Sebastián Gabriel y se impuso como uno de los retratistas de mayor fama en la sociedad burguesa del romanticismo español: con una concepción capaz de integrar la tradición dieciochesca, sus retratos al aire libre fueron los más apreciados, centrándose en la dimensión psicológica de los modelos.

Famoso en su tiempo, Tegeo «fue víctima en los años siguientes de los prejuicios del gusto de historiadores del arte y coleccionistas, que relegaron su figura hasta caer en el olvido», añaden los organizadores de esta muestra ( Rafael Tegeo 1798-1856), comisariada por Carlos G. Navarro y Asunción Cardona Suanzes.