Hay discos que marcan toda una carrera, un fenómeno que al sueco Jay-Jay Johanson le ocurrió con Whiskey, la carta de presentación internacional de este «crooner del down tempo», unos temas que esta noche, veinte años después, recupera para la jornada de sábado en el Cartagena Jazz Festival, que tendrá lugar en el Nuevo Teatro Circo.

La melancólica voz de Johanson, canzonetista mecido por las cadencias del trip hop, o, si lo prefieren, crooner a la antigua cabalgando a lomos de una modernidad que ya es clásica, fue uno de los pilares del género en los años noventa, con discos tan emblemáticos como Tattoo (1998), Poison (2000) y el propio Whiskey, primeros trabajos en los que combinaba la elegancia melódica de intérpretes clásicos, la sutileza y fragilidad del theremín y los violines y los arreglos orquestales con los sonidos alambicados de la electrónica más reposada.

La 'fórmula Johanson', que le hizo famoso entre la modernidad europea, la componían una cierta parsimonia nórdica y la perplejidad consustancial ante las cuestiones del amor -de inevitables consecuencias sentimentales-, que tuvieron su hito en canciones ya míticas como So tell the girl that I'm back in town, Far away o It hurts me so, por citar algunas.

Aunque aquella escena musical -que incluía a bandas tan rutilantes como Portishead o Massive Attack- se desinfló conforme la electrónica siguió veredas más contundentes desde el punto de vista sonoro, Johanson ha sabido trazar en estas dos décadas una carrera en la que ha experimentado con la música de baile o el rock en media docena de trabajos posteriores, el último de ellos Opium.

Y del frío al calor; porque Johanson no es el único nombre sobre el cartel de esta noche. Describir el sonido de José James no resulta sencillo. Su mezcla de jazz, soul, R&B, electrónica y, por momentos, pop, le ha forjado al cantante de Minneapolis un sello inconfundible. Recientemente lanzó su séptimo álbum, Love in a time of madness, disco donde apuesta por un sonido luminoso y por momentos bailable, plagado de ritmos urbanos mezclados con soul. Sin alejarse del jazz, su primer gran amor -siempre presente-, José James sigue ampliando su abanico de géneros, pero conserva intacta su identidad.

Love in a time of madness vino precedido de una gran expectación después del éxito de su predecesor, Yesterday I had the blues: The music of Billie Holiday, un tributo a la legendaria figura del jazz. Aunque antes de eso, el cantante norteamericano ya había seducido tanto al público como a los críticos de jazz más exigentes con No beginning, no end, su primer trabajo editado dentro del emblemático sello Blue Note.

Después de años de experimentar, el joven artista estadounidense no ha dejado de evolucionar dentro del jazz vocal, acercándolo a otros estilos como el rap, el funk o el drum'n'bass, demostrando audacia y talento a partes iguales. James, que fue definido como «un jazzero para la generación del hip-hop», no se cansa de insistir con su idea de «llevar el jazz a la pista de baile».

Su anterior parada en el festival fue con su cautivador tributo a Billie Holiday, en el que se reafirmó como todo un referente a la hora de conjugar jazz vocal con soul, pop y electrónica, y como una de las voces más frescas y decididas del jazz actual. Oportunidad de ver en directo a un artista con un magnetismo sin precedentes.