La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Pintando al fresco

Tal como éramos (el baño)

Tal como éramos (el baño)

Estamos en verano y los seres humanos que vivimos en estas latitudes, azuzados por el calor, vamos más ligeros de ropa, incluso en bañador si el mar está cerca, y aunque no lo esté. Estas desnudeces conforman un paisaje humano completamente distinto al de los fríos meses de invierno, aunque hemos de señalar que, incluso en enero, muchos jóvenes han mantenido la moda de llevar pantalón corto por la ciudad, aunque en la parte superior luzcan un jersey bien grueso. Trataremos hoy de establecer una cierta comparación entre lo que podía verse años ha, y lo que se percibe ahora, ya que, de ambas situaciones, algunos, los que vamos quedando, hemos sido testigos.

Es menester señalar que en los años cincuenta del siglo pasado, cuando yo era un crío, la mayoría del personal que vivía en los pueblos y ciudades de España era clase media baja, clase baja o clase bajísima. La llegada del verano y sus vacaciones, para los que vivíamos cerca del mar, o incluso cerca de un río –en la Región de Murcia, el Segura, claro– traía consigo el afán de bañarnos. Para ello, en primer lugar, había que conseguir un bañador y era corriente que las madres pidieran en una tienda de tejidos un retal y ellas mismas nos confeccionaran la prenda que cubriría nuestras vergüenzas, por entonces bastante exiguas. El color, calidad, dibujo de la tela etc. dependería de lo que tuvieran disponible en ese momento en la tienda, así que lo mismo aparecías junto al mar con un bañador de tejido de traje de caballero especial para bodas y bautizos, que con un bonito estampado de flores, de lo que tú siempre protestabas porque los amigos se reían de ti.

Pero en algunos pueblos cercanos a los ríos o remansos de agua de la Región de Murcia el problema de la prenda para el baño no existía porque era corriente que en ciertas zonas de estos lugares solo hubiera chicos bañándose y que todos estuvieran en pelota picada. Pero, oiga, que estoy hablando de cuarenta o más críos y menos críos divirtiéndose tirándose al agua desde la rama de un árbol cerca de la orilla como los trajo su madre al mundo (bueno, igual no, algunos con más pelo ya). Era tremenda la sensación de libertad y de comunión con la naturaleza que ofrecían aquellos baños y la diversión que les traía consigo, todos riendo y chapoteando en el agua, o jugando con una pelota que casi siempre acababa llevándose la corriente. Si las carpas no llevaban bañador, por qué se las iban a poner los chicos. Pero los que veníamos del mar, nos asombrábamos ante aquel despelote colectivo.

Otra de las mayores diferencias de aquellos tiempos e incluso de los años posteriores – me refiero a los sesenta – era el aspecto que presentábamos los españolitos de alrededor de los veinte años en bañador. Con las chicas ocurría menos, porque ellas mantenían una estética muy parecida a la actual, pero nosotros, los chicos, cuando comenzábamos a quitarnos la ropa, sobre todo los primeros días que estábamos muy blancos, ofrecíamos un aspecto más bien regularcico.

No digo yo que alguno no estuviera más en forma, o bien por los genes, o bien porque había hecho los ejercicios del instituto Hércules por correspondencia. Pero la cosa iba más bien de pecho hundido – no se veía un pectoral ni por casualidad, quizás sí una especie de tetillas que les salían a algunos – piernas delgadas, ausencia de glúteos o exceso de ellos, tórax encanijado, brazos que no sabían lo que eran bíceps, tríceps o bicipitales, etc. Cuando se daba la excepción, y aparecía ‘un musculitos’, (así los llamábamos para vengarnos de su buen aspecto) lo mirábamos como si fuera un extraterrestre.

El paisaje humano actual en las playas de La Manga, por ejemplo, es tan diferente que podría pensarse que hablamos de otra especie. En cuanto a los chicos, ya tiene pectorales hasta el gato y la única diferencia de unos a otros es cuál de ellos tiene más grande los tatuajes.

Hay otra diferencia notable con los de aquellos años y es que algunos jóvenes y no tan jóvenes están pasados de peso. En los cincuenta del siglo pasado casi todo el mundo estaba flaco perdido. Digamos que se comía menos y menos nutritivo, y eso se notaba a la hora del baño.

Compartir el artículo

stats