El suicidio acaba cada día con la vida de diez personas en España y, aunque nuestro país registra una de las tasas más bajas del mundo. el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte externa, duplicando el número de fallecidos en accidente de tráfico. De ahí que numerosos expertos reclamen a las autoridades sanitarias la puesta en marcha de campañas y programas de prevención para que deje de esconderse, que se hable del suicidio, se conozca el problema, las señales de alerta y los recursos de ayuda que hay disponibles. «Es necesario hablar del suicidio de forma responsable, no sólo informar de cuando se produce una muerte sino también difundir la prevención», señala el murciano Jesús Mesones, vicepresidente de la Sociedad Española de Suicidiología y jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital de Torrevieja.

En España se registran diez suicidios diarios, uno cada dos horas y media, y otras 200 tentativas, «por lo que es fundamental trabajar en su prevención». Esto supone una tasa media de 7,5 suicidios por cada 100.000 habitantes a nivel nacional, cifra que la Región rebasa hasta llegar a los 8,3 casos por 100.000 habitantes.

Esta práctica es más habitual entre los hombres, quienes representan el 75 por ciento de los casos, frente al 25 por ciento de las mujeres. El doctor Mesones explica a LA OPINIÓN que «al igual que se han hecho campañas de prevención de los accidentes de tráfico que han conseguido reducir de forma drástica las cifras de fallecidos, debería apostarse por una estrategia de prevención del suicidio». Así, recuerda que en el año 2000 las muertes en carretera en España casi duplicaban las de suicidios, con 6.098 fallecidos frente a 3.393. «Pero las campañas publicitarias, el carné por puntos y la obligación del uso del cinturón han invertido los datos y ahora tenemos al año 1.800 víctimas de accidentes de tráfico frente a las 3.600 en suicidios».

Para ello apuesta por educar a la población, a los cuidadores, a las familias, dar a conocer las señales de alarma, enseñar a comunicarse y saber qué decir y qué no para prevenir esa conducta. «Incluso si es necesario crear un teléfono directo de atención, al igual que existe el 016 para la violencia de género», afirma.

El jefe de Psiquiatría del Hospital Virgen de la Arrixaca, Francisco Toledo, señala que la crisis del coronavirus ha pasado factura y «hay un aumento exponencial en el interés de autolisis entre los jóvenes relacionado con los cambios sociales derivados de la pandemia», principalmente por su baja tolerancia a la frustración.

Mesones coincide con Toledo en esta afirmación y explica que «tras la pandemia han aumentado las tentativas de suicidio en adolescentes, principalmente por su sensibilidad en una época de grandes cambios».

Factores precipitantes

Por su parte, el psicólogo clínico Julio Cesar Martín, jefe de servicio de Programas Asistenciales de Adultos y miembro del grupo de trabajo de prevención del suicidio del SMS, apunta a que hay prestar atención especial a aquellos casos en los que ha habido ya una tentativa, ya que el riesgo de que se repita se multiplica exponencialmente en los seis meses siguientes. En estas situaciones hay tanto factores desencadenantes, como puede ser el divorcio de los padres, un fracaso amoroso, acoso escolar, etc, como factores protectores, en los que está el apoyo social y familiar. «Es en estos últimos en los que hay que hacer hincapié, ya que todas las personas no reaccionan igual a un cambio en su entorno» y unas son más frágiles que otras.

¿Qué hacer?

Aunque el suicidio es un grave problema de salud pública en la mayoría de los países, se puede prevenir apoyando a estas personas o mediante la evidencia cuando se detecta algún cambio o conducta que haga saltar las alarmas:

  • La verbalización directa de la idea suicida con otras personas.
  • Los pensamientos habituales sobre el suicidio.
  • Los comentarios de insatisfacción con personas del entorno. 
  • Los preparativos relacionados con la desaparición: arreglo de documentos, despedidas, etc.
  • El reconocimiento del sentimiento de soledad o la incapacidad para solucionar sus problemas: impotencia, indefensión, desesperanza ante algún suceso.
  • La pérdida de interés por las aficiones, obligaciones o por la propia apariencia personal.
  • Los cambios de ánimos repentinos (mejoras, especialmente).
  • Los cambios de conducta: aumento de irritabilidad, ingesta de alcohol, etc.
  • Autolesiones.