Cuatro décadas de lucha en defensa de la justicia ecológica dan mucho de sí. Y aunque explica que el camino no ha sido fácil, la profesora de Filosofía del Derecho de la UMU y directora de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, Teresa Vicente (Lorca, 1962), asegura que ha tenido la suerte de encontrarse en el camino con personas a las que admira, «con una gran fortaleza interior», que le sirvieron de motor para no desfallecer en su batalla. «Siempre ha habido alguien que ha empujado con fuerza y me ha hecho levantarme».

Esa lista de nombres la guarda con mucho cariño y le sirve de impulso ante los obstáculos. En ella están las monjas del convento de clausura que abrieron sus puertas para que durante dos años ella pudiera acabar su tesis doctoral en una de sus celdas, en un momento en el que se sentía perdida y «humillada por compañeros» que no comprendían que «el momento del cambio había llegado». Sostiene que «la naturaleza tiene unos derechos que hay que reconocerle».

Años antes, en el 81, comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Murcia, y desde la primera clase de Derecho Natural tuvo claro que «había que luchar por la creación del modelo de justicia ecológica, que contempla la influencia recíproca entre la sociedad y el ecosistema y reconoce sus derechos». Para ello contó con la ayuda de los profesores Mariano Hurtado y Luis Ramírez, quienes codirigieron su doctorado. Aún se emociona al recordar el apoyo que le brindaron.

Luchadora y de ideas firmes, Vicente siempre ha tenido clara cuál era su «misión». «Me veo como una herramienta para conseguir derechos para la naturaleza», explica. Su última cruzada tiene como objetivo llevar al Congreso el debate para dotar de personalidad jurídica al Mar Menor mediante la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), que promovió hace poco más de un año y para lo que se necesitan 500.000 firmas antes de finales de octubre. Naciones Unidas y varios partidos europeos la ponen de ejemplo y esperan que esta propuesta pionera en Europa abra la puerta a más procesos.

La travesía para lograr una «solución justa» para la laguna ha sido una sucesión de complicaciones que la han hecho caer en alguna que otra ocasión. Hace tan solo unos meses incorporó a esa lista de personas que la han ayudado a no rendirse al pueblo del Mar Menor: «Creen en la causa, se han movilizado y nos han apoyado cuando más difícil ha sido».

Feminista, activista por la naturaleza y los derechos sociales desde joven, inagotable e hiperactiva, Teresa Vicente traslada su pasión a cada proyecto que llega a sus manos. Los muchos viajes internacionales que ha realizado en los últimos años para reunirse con grupos de estudio del cambio climático le han dado una visión «oscura» de la situación en la que se encuentra el planeta y del alcance de las acciones del ser humano en su degeneración: «Somos el meteorito de la edad de los dinosaurios». No obstante, su optimismo obstinado hace que mire con ilusión al futuro. La misma que contagia cuando cuenta que los pliegos para firmar la ILP «están prácticamente agotados», aunque reconoce que le habría gustado que desde PP y Vox también hubieran firmado y apoyado públicamente la iniciativa.

Vicente está convencida de que el momento para cambiar la situación de la laguna ha llegado: «La gente ya ha sentido la muerte del Mar Menor como propia. Ha habido un cambio en la mente de las personas y no hay nada más poderoso que eso». Defiende que la conciencia popular de los murcianos ha dado el salto a una ética ambiental. Ahora espera que en el Congreso también lo den. «El abrazo al Mar Menor se lo dio el pueblo, no tiene color político. Esto ya no hay quien lo pare».