En la vida cotidiana de Marga no se pone el sol. Apenas ha dejado a su familia en la montaña ecuatoriana, entre araucarias y plataneras, aterriza en Madrid, saluda a Garzón, baja a Murcia para gestionar la comunicación de IU regional; y enseguida, coge un avión para dormir en Bruselas. Narrando su día a día para este reportaje, caigo en la cuenta de que aquel viejo orgullo de Felipe II, «en mis dominios no se pone el sol», se hace realidad ahora en el accionar diario de Margarita del Cisne Guerrero Calderón.

Que el lema de un rey fanático católico, blanco, déspota y triste, se haya hecho realidad en una pequeña mujer joven, progresista y mestiza es el símbolo de los tiempos: y es un símbolo de esperanza, contra todo pronóstico.

Como muchos de los personajes que pueblan las series de hoy en día, Margarita Guerrero tiene apenas 27 años y pertenece, más o menos, a la generación millennial, los chicos y chicas que han nacido con un móvil en la mano y se comunican a través de redes internacionales. Ella lo hace así y no es fácil hacerle soltar el teléfono, podríamos decir que es un ejemplo de esta hiperconectividad de los tiempos que vivimos. Para todo lo demás, tendremos que alejarnos del tópico, porque Marga no solo se desenvuelve en el mundo de Internet (incluyendo campañas de comunicación para la difusión política), sino que controla muchas otras facetas del quehacer humano, incluyendo atravesar la selva a caballo y encender fuego bajo el trípode, acción, esta última, que los mitos de la antigua Grecia atribuyen a parcas o sibilas.

La recién elegida vicepresidenta del Consejo de la Juventud de España, ha pasado parte del año en la casa de Ecuador de su familia, luego ha ido a Bruselas a defender intereses españoles y luego ha vivido entre Madrid y Murcia.

Experta en toda clase de supervivencias («Todo lo que puede ser visto desde Europa como exótico, no tiene otra épica que no sea la de la supervivencia, que tampoco es poca cosa»), su manejo de monturas, redes digitales y reales, cocinas o normativas internacionales, le ha venido en parte por su historia familiar («Desde pequeña, acompañaba a mi tía a la molienda, a ordeñar las vacas o a vender queso y panela en el pueblo, cosa que sigue haciendo mi familia y, cuando regreso a mi montaña, soy una más en las tareas»); y en parte por su conciencia de pertenecer a la clase trabajadora («Somos los nadies, según palabras de Galeano, queriendo ser todo. Política es todo, y si no te implicas en los asuntos públicos, otros decidirán por ti y lo harán desde su visión de privilegio. Por ejemplo, siempre pienso que si los que dictan la política de movilidad en Murcia, usaran el transporte público, tomarían otras medidas. Si la gente que sufre esos problemas no forma parte de la construcción de soluciones desde lo político, esos problemas no se solucionarán. Por eso, para construir otro mundo, necesitamos implicar a la gente que ha sido y es, sistemáticamente excluida»).

Desde ese vivir a diario en una casa en la que no se pone el sol, entiende las relaciones entre sus dos patrias, Europa y Latinoamérica, como algo muy mejorable, preñado aún del paternalismo de la España dominante. Margarita invita a repensar las relaciones, no solo en lo político, sino en lo cotidiano (empresas y comercio entre ambos): «Muchas empresas españolas explotan recursos naturales en países de Latinoamérica. En esos procesos de extracción y comercialización, también hay una afectación muy importante a las comunidades locales, con violaciones a los Derechos Humanos incluidas. Estas empresas, luego, son presentadas como ejemplares ante la opinión pública, cuando no lo son. En general, le daría una vuelta a las Relaciones Internacionales, pues parece que sólo se pone el foco en el respeto a los ‘Derechos Humanos’ donde hay gobiernos que no nos gustan y eso deja fuera del foco muchos lugares donde se comenten verdaderas atrocidades. Y España calla. Hay, además, que recuperar la memoria de las grandes migraciones de españoles y europeos hacia América, causadas por las guerras mundiales, a fin de remediar el desastre de las migraciones actuales («Europa está llena de muros, vallas, concertinas, CIE, campos de refugiados…»).

Voz para los jóvenes

Para ello, desde su puesto en el Consejo de la Juventud Española, insiste en que «necesitamos que los partidos políticos entiendan el papel de la juventud, que sus reivindicaciones se conviertan en políticas públicas con el presupuesto adecuado para implementarse.

Estamos hablando de que los siete millones de personas jóvenes que hay en España tengan voz en un contexto de pandemia, pues los primeros informes sobre el impacto ya evidencian que es un target muy golpeado en esta crisis, cuando aún no habíamos superado los efectos de la anterior. España debe empezar a prestar atención a su juventud si quiere tener futuro, incluso desde un punto de vista demográfico. Claro que la juventud no es un ente homogéneo, hay que atender las distintas realidades, tanto socioeconómicas como territoriales». En su caso, se ocupará de las áreas de migraciones e interculturalidad («Creo que hay retos también en lo interno del CJE: conseguir una mayor participación de entidades que agrupan a personas jóvenes migrantes o racializadas; también es importante combatir el discurso de odio, que tiene una correlación directa con los ataques racistas y xenófobos que están en auge»).

Mano derecha de Correa

Mientras tanto, en Ecuador, los problemas tampoco son menores, Margarita Guerrero es la mano derecha del ex presidente Correa en Europa y lamenta una reedición del Plan Cóndor de las élites extractivas americanas, denuncia «los continuos intentos de proscribir el partido de la Revolución Ciudadana» y avisa de que estamos en «horas cruciales para la democracia ecuatoriana: las élites quieren venganza tras una década de gobiernos progresistas que han sacado a millones de personas de la pobreza en todo el continente». Desde Europa, coordina acciones para apoyar las movilizaciones en Ecuador en defensa de la democracia; y participa en la formación de UNES: una gran alianza de dos partidos políticos, Compromiso Social por la Revolución Ciudadana y Movimiento Centro Democrático. Además, «hay cientos de organizaciones gremiales, cámaras de comercio y pequeños empresarios, estudiantes, becarios, mujeres, campesinos, organizaciones indígenas, etc. A nivel de Europa, también estamos trabajando para construir esa alianza que nos permita afrontar la campaña electoral y ganar las elecciones».

Como ven, no para nunca. Con ella se cumple la leyenda de que no se ponga el sol en nuestra casa, la de la clase trabajadora: «Mi esencia no cambia, sigo siendo la misma persona, a pesar de mi paso por la institución (Guerrero fue la primera mujer migrante concejala del Ayuntamiento de Murcia en la legislatura 2015-2019); y es algo de lo que me siento orgullosa. No me refiero a las penurias económicas, sino a cumplir con el rol de servir y mantener los pies en el suelo. Mi familia y mi entorno es gente normal que vive los problemas en su propia piel, también yo, y eso no cambia; y también ayuda a no perder el horizonte».