«Lo siento, son las normas», explicaba Carmen López a un cliente que agarraba a regañadientes un calzador. En su reapertura, los empleados de la zapatería Deichmann de la Nueva Condomina entregan a cada persona que cruce su puerta un calzador para, según Carmen, responsable de la tienda, «controlar el aforo». Como ella dice, son las normas. Las nuevas normas: aforo reducido (hasta el 40% de la capacidad normal de cada estasblecimiento), distancia de seguridad de dos metros, uso de mascarilla y desinfección de manos con gel hidroalcohólico a la entrada. Y patucos desechables para quien se decida a probarse unos zapatos. «Yo creo que la gente tenía muchas ganas de que abriéramos, desde que hemos abierto no han dejado de entrar», contaba Carmen.

Unos metros más allá, Ana Pérez, del puesto de comida Thai Licious, comentaba que ayer era «sobre todo, un día para tomar la temperatura a esta nueva realidad». Ella abrirá mañana. «Mira cómo está el pasillo -comentaba casi emocionada-, cualquier lunes por la mañana te lo encuentras vacío, y hoy hay un montón de gente». Es cierto. Plagados de señalizaciones pegadas en el suelo que alertaban sobre la distancia de seguridad y conformaban circuitos de entrada y salida de cada comercio, los pasillos de la Nueva Condomina entregaban la imagen de un día prácticamente normal. En cada uno de sus cuatro accesos, un guardia de seguridad medía la temperatura a los clientes. Junto a ellos, un punto de higienización, con información y gel hidroalcohólico. Más medidas: varios aseos permanecen cerrados y solo hay una escalera mecánica habilitada.

En El Corte Inglés, la estampa era parecida. «Creo que la reapertura nos ha hecho más ilusión incluso que cuando hay unas rebajas», explicaba su director de Comunicación, Santiago Sánchez. En cada planta, un empleado facilitará el gel a los clientes y llevará la cuenta de la afluencia. En las secciones de perfumería y maquillaje, los productos permanecerán tapados y solo podrán manipularlos los dependientes. Y en la cafetería, cartas desechables con código QR y cubiertos en funda. Además, solo en tres plantas estarán abiertos los baños, que serán desinfectados después de cada uso.

Mejor con reserva

«Esto es como Colón en altamar, ahora mismo nos toca remar y mirar hacia adelante», contaba Alberto Aramo, dueño del restaurante La Verbena. Además de las terrazas, que ya se pusieron en marcha en la fase 1, esta nueva etapa permite a los restaurantes utilizar las mesas de su interior a la mitad de su capacidad normal. «Yo creo que la gente va a responder, sobre todo de noche, porque de día el calor empieza a ser insoportable», contaba Alberto, que también ha adaptado su carta al QR. Las medidas, idénticas a las de los centros comerciales: desinfección al entrar y después de usar el baño y distancia de seguridad interpersonal. «Nosotros, que somos un local pequeño, aumentamos de valor añadido con esta medida, vienen aquí dos grupos de personas y hasta parece que tienen el restaurante para ellos solos», concluía entre risas el dueño de La Verbena.

Frente a un lateral del Moneo, la pizzería Imperial se llenaba a mediodía. «Está siendo extraño atender con una mascarilla y con el gel, pero la verdad es que la reapertura está siendo un éxito de momento», contaba su responsable, Ismael Baquero, que sigue prefiriendo que los comensales acudan con cita previa. Aunque los clientes «suelen estar concienciados», Ismael relataba una situación que se repitió a lo largo de la mañana: «A veces he tenido que ir detrás de la gente, igual se te meten al restaurante sin desinfectarse las manos o no esperan a que le preparemos la mesa... da un poco de rabia, porque aunque no queramos, las cosas han cambiado y hay que asumirlo».

Colas en Cartagena

En Cartagena, la llegada de la fase 2 era muy esperada por todos aquellos que querían acceder a las tiendas que albergan centros comerciales como Espacio Mediterráneo.

A pesar de estar el aforo reducido, cosa que se nota ya en el aparcamiento porque la mayoría de las plazas están valladas, fueron muchas las personas que acudieron desde primera hora y que tuvieron que respetar las normas de seguridad que ha dictaminado el gobierno para evitar contagios, además de seguir todas las indicaciones de los responsables del centro.

Es el caso de Sonia Roldán, que, junto a su hija, cerraba pacientemente una cola que se había formado para entrar en un negocio especializado en videojuegos. Según explicaba, tenía «el mando de la consola roto desde hace casi dos meses», y no había podido cambiarlo hasta hoy.

Por su parte, Jéssica Martínez decía: «Estoy feliz. Echaba mucho de menos venir a comprar. No me gusta hacerlo online».

En cuanto a los comerciantes, Mila Maestre, de la tienda de ropa Irene Gavilá, opinaba sobre la reapertura que «ha sido mucho mejor de lo que esperaba. Pensaba que los clientes iban a tener más miedo a volver a las tiendas».

Desde la administración del Centro Comercial se señalaba que a mediados de esta semana estarán abiertos todas las tiendas,ya que, a día de hoy, algunas siguen preparándose para reabrir.