«El bien que está haciendo Elena es de agradecer, es muy grande. Un hijo mío ha dado positivo por coronavirus y no era para que yo estuviera yendo a casa de mi madre, que tiene 83 años». Así se expresa Enrique Bernardeu a propósito de la labor que está ejerciendo Elena Baleriola, que es vecina de su madre y se está encargando de que a ésta no le falte de nada durante el obligado confinamiento por la pandemia.

«Elena lo lleva en los genes: aquí es donde se ve a las personas que tienen esta virtud y bondad de atender a los demás», apunta el hombre, agradecido.

Para la aludida, Elena, cuidar de su vecina, la señora Lola, es «una historia muy especial». «Estoy feliz y la mujer también», explica al respecto. «Mis abuelos, por ley de vida, se fueron», comenta la vecina, a lo que añade que la señora Lola «es mi 'abuelica' adoptiva, le he cogido mucho cariño y hay una confianza entre nosotras muy especial». «Le hago su comida, la baño, la cuido, le limpio la casa», enumera Baleriola, que, humildemente, considera que lo que ella hace «tampoco es gran cosa».

«¿Sabes lo que pasa? Parte de la sociedad no ve esto como normal, y para mí cuidar a la gente es algo normal, no lo veo extraño», hace hincapié la mujer, que desea «que pase esto pronto, por favor». «Ya no por Lola, sino por nosotros mismos», precisa.

Deja claro que «el que necesite mi ayuda, la va a tener», así como que «si yo sé que hay algún vecino que no tiene para comer, yo le doy una bolsa de comida». «La unión hace la fuerza, ayudar a la gente es gratificante», sostiene Baleriola, quien destaca que «el concepto de odio no está en mi persona: yo no lo concibo».

Ayudar a su vecina mayor, insiste, «es una cosa natural, debería hacerlo todo el mundo. Que no cuesta trabajo ayudar a la gente, es un gesto de ser humano».

Y, cuando acabe el confinamiento, a Lola «me la paseo por toda Murcia para que le dé el sol, se lo he prometido: cuando podamos salir, te voy a pasear por todos los jardines». Algo con lo que la octogenaria está encantada. «Es muy graciosa, yo la quiero mucho y ella sé que me quiere, que se nota», resalta Elena, que atiende a LA OPINIÓN por teléfono minutos antes de acudir a casa de su 'abuelica' para darle la comida. Regresará a la hora de cenar.

'Gracias por cuidar de todos'

'Gracias por cuidar de todos', se lee en un sobre rosa que unos vecinos de Murcia, Manolo y Tamara, del 2º F, depositaron en la puerta de su vecina enfermera. Como obsequio, un paquete de galletas de chocolate. Antes, la familia del 2º C había pegado en la misma puerta de la sanitaria un dibujo con un arcoíris y la sentencia 'gracias, Yolanda, ánimo y suerte'.

'Somos las vecinas del 5º E. Nos ofrecemos a hacer la compra a aquellas personas mayores que no puedan salir', escribían unas vecinas de Murcia con rotulador rojo en un folio blanco que pegaban en zonas comunitarias de su edificio. Y recibían respuesta: 'Gracias por vuestra iniciativa, vosotros sois otro tipo de héroes. No todas las personas están dispuestas a hacer este tipo de labor. Ante la adversidad, humanidad'. Uno de los vecinos hacía fotos a los carteles y las colgaba en sus redes.

Otros, como el doctor García Martínez, compartían con sus seguidores el detalle de sus vecinos: le dejaron en la puerta dos raciones del típico postre murciano matasuegras con la nota manuscrita 'vecinos, espero que os gusten, feliz día'.

«Ha sido como si al sistema de control se le hubiera dado la vuelta, saliendo a la luz esta ola de solidaridad», opina Carmen Mª Mayor, terapeuta holística, que tiene claro que, en el confinamiento, «la gente ha sacado lo mejor de sí, como una batalla entre la luz y la oscuridad».

Tiene claro que «el ser humano es bueno, la naturaleza es buena», aunque haya «gente egoísta, carente de empatía, desagradecida y que no tiene ni empatía ni la capacidad de ponerse en el lugar del otro», en alusión a quienes dejan mensajes a sus vecinos cajeros o sanitarios sugiriéndoles que se vayan del edificio. Este tipo de individuos, sostiene Mayor, «están absorbidos por el alarmismo y el inconsciente colectivo. Están en esa oscuridad, sin ver más allá».

A estas personas que cuelgan carteles pidiendo a otros que dejen el inmueble, «les diría que hicieran examen de conciencia y que sacaran más su lado humano, que ejercitasen más su empatía», manifiesta la terapeuta. «El tiempo que dedican a hacer ese tipo de cosas podrían dedicárselo a ellos como tiempo de calidad», apunta al respecto, en referencia a personas como las que dejaron una nota bajo la puerta de una cajera de Cartagena. La invitaban a irse de su domicilio.

La decana del Colegio Oficial de Psicólogos de Murcia, Mª José Catalán, tiene claro que «el ser humano está concebido para vivir en sociedad eso es lo que nos da identidad». En este sentido, «vivir dentro de la comunidad nos permite la generación de lazos, de relaciones interpersonales, básicas para el ser humano como nutrientes de su ser», hace hincapié.

«Además, en esta situación especial en la que nos encontramos, tenemos necesidad de mayor identificación con esa identidad colectiva y con ello nos hacemos responsables de toda la comunidad», subraya Catalán, a lo que añade que «queremos también poder ofrecer algo de nosotros mismos que permita una mejora a los demás». De ahí que se potencie la faceta más solidaria.

Apunta la experta que «las acciones que cada uno hace repercuten en el beneficio de todos», así como que «las muestras solidarias en las que nos ofrecemos a los demás nos hacen sentirnos también bien y en estos momentos esa necesidad también está en mayor medida a flor de piel porque tenemos menos reforzadores», dada la situación.

No es delito de odio, sí de amenazas

Jueces y fiscales advierten de que dejar mensajes o carteles a vecinos sanitarios, cajeros de supermercado o cualquier otro colectivo profesional expuesto al coronavirus puede ser constitutivo de un delito de amenazas o de coacciones, siempre en función del contenido de esas notas o la insistencia con que se transmitan.

En los últimos días han sido muchos los mensajes de ese tipo que se han denunciado en las redes sociales y los medios de comunicación, en la mayoría de los casos invitando al profesional en cuestión a dejar el edificio y buscar otro lugar para vivir mientras dure la pandemia, pero en otros casos simplemente insultando.

No se trataría de un delito de odio, sino que se enmarca más en las coacciones o amenazas, si éstas últimas se dieran en los mensajes, ya que en estos carteles denunciados no se discrimina a nadie por formar parte de uno de los colectivos contemplados en el Código Penal (motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad).

Solidaridad en el rellano

«Sé que lo sabes, pero, cualquier cosa que le haga falta a tu madre, que nos toque el timbre». Es una frase repetida en numerosos rellanos de edificios murcianos, especialmente por parte de vecinos más jóvenes que se dirigen a parientes de personas mayores, a quienes apenas pueden acercarse porque son más vulnerables ante el coronavirus.

Aunque las redes sociales se han llenado de carteles, los psicólogos recuerdan que muchas personas ancianas no tienen conexión a Internet, por lo que no les llegaría el mensaje, así que aconsejan colgar los letreros en espacios visibles de las zonas comunes del inmueble, como puede ser un ascensor. Así, los mayores, o sus parientes que van puntualmente a atenderlos, sabrán que tienen ayuda vecinal.