Rafa acudía todos los años a Lo Pagán (San Pedro del Pinatar) para pasar las vacaciones. Su familia tiene allí un adosado como segunda residencia. «Un año, el pareado de al lado apareció okupado por una familia», cuenta el afectado. Al principio se trataba de una mujer y dos de sus hijos, «de unos treinta años cada uno».

La convivencia nunca fue fácil, ya que «las costumbres que tenían» chocaban con las suyas. Sin embargo, la situación se volvió insufrible el verano siguiente, cuando comprobaron que sus vecinos habían hecho obras en casa, multiplicando las habitaciones. Un gran número de okupas reside allí en la actualidad.

«Nos roban el agua, tiran basura a nuestro patio, hay gente entrando y saliendo continuamente, tocan música a la hora de la siesta...», denuncia Rafa. El problema es que ellos no pueden hacer nada porque no son los dueños y la casa pertenece a un banco. Al final, dejaron de ir y aún no saben cómo enfrentarse al problema.