Todavía hoy son muchas las preguntas que genera la extraña caída de fragmentos de hielo a inicios del año 2000 en varios puntos del territorio español, entre ellos La Unión. En una época marcada por los más catastróficos presagios ante el cambio de milenio, el episodio disparó todas las alarmas en el país. Para más inri, el hielo se precipitó sobre la tierra sin rastros de nubes, con el cielo totalmente descubierto. Restos de un cometa, los extraterrestres, fugas de agua en los aviones... Muchas eran las hipótesis y teorías conspirativas que se lanzaban y aún más las incógnitas que generaba. La ciencia ha resuelto parte del misterio y hasta le ha dado un nombre a estos pedazos de hielo (megacriometeoros), pero el caso todavía es objeto de debate.

Los hechos son de sobra conocidos. El 8 de enero de 2000, un bloque de hielo de origen desconocido cayó en Soria. Dos días después, un vecino de Tocina (Sevilla) tomaba tranquilamente un café cuando otro fragmento cayó sobre el capó de su Fiat Uno. El día 12 se repitió el fenómeno en l'Alcúdia, concretamente en una nave industrial de la empresa Viferma. Sus trabajadores estaban acostumbrados a los ruidos, pero uno muy inusual provino de una uralita. Era un pedazo de hielo que se precipitó desde el cielo y tras atravesar cuatro planchas de este material se golpeó contra una viga en el interior de la fábrica. También se registraron episodios similares en Elche, Enguera, Xilxes, Cádiz, Huelva y Algemesí. Y el de La Unión.

«Ni miedo ni alarma»

«Era de un tamaño más o menos de entre veinte y treinta centímetros», rememora Manuel Sanes, el que era alcalde de la localidad cuando apareció el pedazo de hielo. Él pudo verlo y «me daba la sensación de como que era la unión de varios trozos, no uno solo», dice.

La prensa y la televisión de la época se volcaron de lleno con el fenómeno y la ciudadanía en algunos lugares se vio inmersa en una psicosis colectiva ante el temor de estar expuestos al impacto de más bloques de hielo. No en La Unión. Allí no hubo «ni miedo ni alarma, ni pensar que fuera a caer un cataclismo», comenta Sanes.

En el conjunto de España, en apenas dos semanas se documentaron cincuenta casos, aunque muchos fueron bromas o fraudes.

Volviendo a La Unión, se recogió el aerolito y se mandó a analizar. Las primeras hipótesis apuntaban a tres posibles explicaciones: que fuera hielo desprendido de las alas de un avión, que eran escapes de agua de los inodoros químicos de los aviones y, finalmente, que se trataba de restos de un cometa en descomposición. Esta última abría la posibilidad de que incluso la NASA o la Agencia Espacial Europea investigasen el fenómeno.

Se acuñó rápidamente el término 'aerolito', aunque las investigaciones científicas lo descartaron. Al igual que las hipótesis anteriormente mencionadas. Éste hace referencia material que llega desde el espacio y acaba en el planeta. No, ese no era el origen. Se habían documentado casos similares antes incluso del invento de la aviación y no se detectaron restos químicos u orgánicos que validasen esa hipótesis, por lo que aquellas ideas quedaban descartadas de igual modo que tampoco se apreciaban signos de que los bloques proviniesen de fuera del planeta. De hecho, de haber sido así, lo más probable es que se hubieran desintegrado al entrar en la atmósfera.

El estudio de los fragmentos por parte de los científicos dio algunas respuestas al novedoso misterio. Tanto que acuñaron un nuevo término: megacriometeoros. La investigación situó la formación de estos fragmentos de hielo en la tropopausa, denominación que reciben los límites de la troposfera, la más cercana de las capas de la atmósfera.

Aunque se desconocen los detalles de las dinámicas atmosféricas necesarias para que se produzcan o cómo se sostienen estas rocas heladas en la atmósfera pese a su peso, sí se sabe que su composición es idéntica a la del agua de la lluvia, por lo que se asemejan al granizo común.

La única diferencia es que el granizo se produce dentro de las nubes y estos bloques de hielo cayeron en días despejados.Caldo de cultivo para distintas teorías. Todavía hoy, los megacriometeoros son objeto de debate en la comunidad científica, dada su extraña formación. No obstante, son varios los que coinciden en que la aparición de estos bloques de hielo podrían ser un geoindicador de las transformaciones que provoca el cambio climático en el planeta.

El exalcalde de La Unión, Manuel Sanes, tiene en la memoria que el aerolito que cayó en su pueblo, allá por el año 2000, no era un trozo de hielo en sí, sino «varios trozos». «Cuándo se pegó o si venía así ya pegado, yo no lo sé», apunta el exregidor socialista.

Cuando a Sanes le comunicaron que un vecino había realizado tan curioso hallazgo en su patio, «lo embalamos, lo precintamos y lo metimos en una caja con nitrógeno líquido, para que no se descompusiera», recuerda el exalcalde. Nitrógeno líquido que fue suministrado por una empresa, para que el trozo estuviese «en una nevera de seguridad». De ahí, ya protegido y preservado, lo enviaron «la centro oportuno», para analizarlo. «Y fue de los que tuvo más credibilidad».

El vecino llamó a la Policía

Sanes rememora «la alarma y todo lo que pasó en esa época», aunque asegura que en La Unión no cundió el pánico. «Nadie pensaba que fuese a haber un cataclismo», comenta, a lo que añade que lo que más experimentó el pueblo fue «curiosidad, expectación».

Aquel fenómeno permanece en el recuerdo de buena parte de la ciudadanía. «Entonces no se hablaba tanto del cambio climático», precisa Manuel Sanes, al tiempo que apostilla que el aviso llegó «a través de la Policía Local». Y es que el vecino de La Esperanza («en la parte periférica del pueblo, que no fue en el centro», concreta el exregidor) lo que hizo al ver el aerolito en el patio de su casa-restaurante fue precisamente eso: llamar a los municipales.