Caravaqueño de nacimiento, Javier Orrico es de sobra conocido por ir contra corriente. Si con ‘La enseñanza destruida’ (Madrid 2005) hizo un primer alegato crítico contra la situación educativa en España, con ‘La tarima vacía’ lo culmina. El libro que acaba de ser publicado por la editorial Alegoría se presentará en Murcia el próximo 21 de marzo, a las 19.30 horas en el Centro Cultural Las Claras. «No es un libro corporativo ni contemporizador con los docentes de enseñanzas medias».

¿Qué se va a encontrar el lector en su nuevo libro?

Esencialmente dos cosas, vistas desde la óptica de un profesor de enseñanzas medias: Hemos construido un sistema educativo que va a acabar con nuestra herencia cultural, porque ha sido desplazada la idea de que la enseñanza se imparte en las aulas, mientras que la educación es esencialmente de la familia, con la cual colabora el profesor enseñando. Es a través de la cultura como transmitimos los principios, los valores, las actitudes.

Y el fallo, ¿dónde está?

Es un error pretender que la educación sirva para implantar en niños y jóvenes estos principios, porque esto se consigue a través del trabajo, del esfuerzo y del estudio. Y la única garantía de neutralidad democrática , de que el profesor no se convierta en un adoctrinador, es que él limite mucho y distinga entre hechos y opiniones. Y el profesor debe atenerse a los hechos, y eso es lo que educa.

¿Y cree que eso se ha perdido?

Efectivamente, esa es la misión principal de la enseñanza y lo que se ha perdido, que la enseñanza es para transmitir nuestra herencia cultural. Y como consecuencia, el sistema de enseñanza se está convirtiendo en un sistema de adoctrinamiento; el objetivo principal no son las ideas, la cultura, y se están dejando las cabezas de los estudiantes vacías. Y en las cabezas vacías se puede implantar cualquier cosa. De ahí mi rebelión absoluta contra este sistema, que comenzó con la LOGSE y sigue.

¿Quiere decir que las sucesivas leyes han mantenido este ‘principio’?

El sistema en España se ha mantenido durante los últimos 27 años, sólo ha habido cambio de letra, pero la música se mantiene. Las ideas y estructuras son las mimas. Y como efecto secundario, lo ha convertido en un sistema profundamente reaccionario.

¿En qué sentido?

Las familias más humildes, los que llegaban por primera vez a la universalización de la enseñanza, se han encontrado con que les han quitado el derecho a acceder a esa cultura que antes estaba solo para las élites. Ahora, en lugar de permitir que todo el mundo llegue a donde su capacidad o deseo le lleve, se ha conseguido que todo el mundo sea igual pero por abajo. Los que puedan ser estupendos ya no pueden serlo y a los que tenían derecho a ser promocionados a través de la cultura se les ha negado esa posibilidad.

En este sistema adoctrinador, ¿dónde encaja el profesorado?

Ahí es donde centro el segundo motor de mi libro. Para conseguir que el sistema sea esencialmente adoctrinador había que acabar con los profesores. Los cuerpos de enseñanzas medias históricos eran magníficos como transmisores de conocimiento. Pero con esto el nuevo sistema no podía instaurarse. Y todas las políticas sobre el cuerpo de enseñanzas medias han ido encaminadas a eliminar, anular o jubilar a quienes creían que su misión era transmitir el conocimiento y el saber. Y ha sido gracias a las componendas entre los sindicatos y los políticos, que han hecho un daño irreparable a nuestro sistema educativo.

En el libro habla de España como una nación sin Estado. ¿Cómo le afecta a la enseñanza?

Yo lo denomino disgregación del sistema educativo español, hasta tal punto que ya no existe uno, sino 17. También lo inició la LOGSE y le dieron hasta un 45% de currículum y de las horas. Y la consecuencia es que ningún sistema se presta mejor que el que tenemos para el adoctrinamiento desde las comunidades autónomas que han pretendido construir nuevos estados y nuevas naciones, tras la cesión de las competencias en esta materia. Sin una educación igual para todos no hay posibilidad de mantener la cohesión del Estado.

Y visto todo lo anterior, ¿qué solución ve usted?

La única que tiene, desde el punto de vista de la pedagogía y la enseñanza, es volver a transmitir nuestra herencia cultural. Se lo estamos negando a nuestros jóvenes, y es una gran tragedia y una gran injusticia. Y no vale darles a todos una tableta, porque de nada sirven si las cabezas están vacías.

¿Cómo ve el protagonismo de Internet y de las redes sociales entre los más jóvenes?

La red es una selva si no has preparado antes al joven con unos conocimientos que le permitan discernir lo que es verdad y lo que no de todo lo que puede llegar a encontrar en ella. Además, el conocimiento que llega a través de las redes es fragmentario.

¿Entonces, no se les está preparando para hacer frente a las adversidades?

No. Los chicos de hoy se frustran y son incapaces de volver a levantarse frente a cualquier obstáculo. Pero no es culpa de ellos; si son blandos es por culpa nuestra, porque se lo hemos consentido todo y hemos creado un sistema educativo que les permite ir pasando cursos sin exigirles. Ni siquiera entienden de qué son capaces. Estamos educando a personas débiles y dependientes.

El profesor, articulista y escritor Javier Orrico hace un repaso por los principales temas de actualidad, como las reválidas, el acoso escolar, el pacto por la educación y los conciertos con la enseñanza privada.

¿Sí o no a las reválidas?

Las reválidas nacieron en su día como un sistema para exigir cuentas al profesor, que tenía libertad de cátedra. Y es el único modo de controlar que quien obtiene un título de Bachillerato lo merece. Pero debe ser una prueba única para todo el mundo, a la misma hora y el mismo día, si queremos que sea eficiente. Así se sabría en qué centros se enseña y en cuáles no y si se regalan los títulos. Y también se sabría qué pasa en las comunidades autónomas.

¿Se hace lo suficiente para frenar el acoso escolar?

En absoluto. Quien hace bullying necesita entender que hay que respetar a los demás. Necesita una palabra que está prohibida en nuestra sociedad: castigo. Porque lo más trágico de este sistema es que instaura la irresponsabilidad del niño y del joven. La responsabilidad es la puerta de la libertad. Y desde muy pequeños deben entender que sus acciones tienen consecuencias.

Se está hablando y trabajando en un Pacto por la Educación a nivel estatal. ¿Ayudaría?

Me temo que va a ser la continuidad de este mismo sistema. A la derecha lo único que le interesa es la economía y la izquierda sigue empeñada en sus dogmas de fe (el igualitarismo, no posibilidad de elegir, la enseñanza inclusiva, que el niño sea feliz...). Al político solo le interesa que tengamos un título, aunque no sepamos más. Quiere decir que «hemos conseguido el fin del fracaso escolar y que todos tengan un título universitario».

¿Concertada o solo pública?

Yo no soy partidario de que se niegue a ningún centro un convenio para ofrecer una enseñanza concertada. Sin embargo, luego le hago una prueba para comprobar qué hace con el dinero que yo le entrego. Debe haber un control externo, no ya sólo en este tipo de enseñanza, sino en cualquiera que reciba dinero público y en todos los sectores. Pero es más, el Estado tiene que tener la capacidad de controlar la calidad de todo el sistema educativo, ya sea privado, concertado o público.