Un cóctel molotov, fortuito o intencionado, contra el Parlamento regional inició uno de los episodios más recordados en la historia de la Región: la quema de la Asamblea. Ocurrió un 3 de febrero del año 1992 -mañana se cumple su 25 aniversario- debido a la situación de incertidumbre laboral en la ciudad, en plena crisis industrial y con la pérdida de numerosos puestos de trabajo.

Cartagena era un municipio importante, con gran relevancia en el sector industrial, tanto a nivel nacional como continental. Su ubicación estratégica y su dotación humana, capaz de reconstruir buques y fabricar barcos modernos, así como su industria minera y petroquímica, se presentaban como un valor seguro para una ciudadanía que, de una forma más o menos cercana, tenían familiares o amigos trabajando en los sectores que se vieron afectados.

Pero la reconversión industrial, obligada para España por parte de Europa -debida, entre otros factores, a la crisis del petróleo- no llegó de forma ágil a la Región y, de manera precipitada, tardía y angustiosa, a Cartagena. Mientras en España se estaba produciendo esta reforma del sector -en caída libre-, auspiciada por las reconversiones continentales, en la ciudad portuaria todo llegó con más demora.

El caldo de cultivo lo completaron los expedientes de regulación de empleo de la Empresa Nacional Bazán - actual Navantia- y los cierres de la Sociedad Minera y Metalúrgica Peñarroya España S. A. y Fertilizantes Españoles S. A., que tenía en plantilla a casi trescientos trabajadores, que perdieron su trabajo.

El recordado 3 de febrero, los sindicatos, acompañados de algunos trabajadores, acudieron a la Asamblea para tratar de reunirse con el presidente de la Comunidad, Carlos Collado, y fueron recibidos por la Policía. «Nos reprendieron antes de llegar», recuerda el trabajador de Navantia e historiador José Ibarra. «Los trabajadores que seguían en Bazán, una vez les comunicamos que nos estaban lanzando pelotas de goma, salieron dispuestos a unirse a la manifestación», recuerda el delegado sindical de CCOO en aquella época, José Luis Romero.

Así, este incidente agudizó la situación de enfado de los trabajadores, que se desplegaron como si de una batalla se tratase. Cabe recordar que ya se habían producido refriegas en distintas manifestaciones -hubo 127 en apenas 180 días-, aunque no de esta magnitud. Por la tarde, mientras los contenedores ardían y la lucha se tensaba y desarrollaba, un cóctel molotov, de procedencia desconocida, impactó en un ventanal de la Asamblea, hecho que motivó que las cortinas de la Sala de Prensa se quemasen. Dio lugar esta quema a un hecho insólito que, aun hoy, no se ha repetido en el país.

«Siempre he rechazado que se venda como un hito de los trabajadores»

Carlos Collado. Presidente de la Comunidad de 1992

«No creo que fuese un intento de atacar a la Asamblea, sino de ponernos firmes y concienciarnos a los políticos. Se trató de una situación anómala y crispada. Siempre he rechazado que se venda como un hito o un símbolo de los trabajadores. No creo que se merezca esa repercusión. En cuanto a las causas, creo que se pudo aguantar más en Cartagena, como no podía ocurrir en otros territorios, como Asturias. Era más apremiante y necesario en algunos territorios que en Cartagena».

«La consecuencia principal fue el Plan de Reactivación Económica»

Pedro Antonio Ríos. Diputado regional de IU en 1992

«Hubo gran tensión entre las personas y las instituciones. Se produjo un despliegue policial muy grande y se dio una carga fuerte hacia los trabajadores manifestantes. Yo pude ver lo que pasaba sin mayor problema. Considero que se trató del punto más álgido de estas manifestaciones. Por la mañana hubo mayor tensión y los sindicatos fueron recibidos posteriormente. La consecuencia principal fue que, a la postre, se desarrolló el Plan de Reactivación Económica del año 1993».

«Dio la vuelta al mundo y nos hizo recordar viejas historias del país»

Clemente García. Secretario General de CROEM en 1992

«Aquel acto dio la vuelta al mundo y nos hizo recordar viejas historias del país. Había una problemática social que urgía: Un plan estratégico de desarrollo de la ciudad. Cartagena se resentía por lo obsoleta que era su industria pesada. Tuvo una gran importancia por su significación en la historia de los sucesos económicos más importantes de la ciudad. Al final, en Bazán se redujo considerablemente la plantilla y se satisficieron los intereses de todas las partes. Ahora lo que hay que hacer es no olvidar».

«La clase política regional no estuvo a la altura de las expectativas»

Antonio Sáez de Jódar. Presidente del Comité de Empresa en 1992

«Creo que, tristemente, sí supuso un punto de inflexión para la ciudad y la sociedad la famosa ´Quema de la Asamblea´ para que, más tarde, se retirase el expediente de regulación de empleo de la empresa nacional Bazán. Los ciudadanos de Cartagena respaldaron y arroparon a los trabajadores de Bazán y Peñarroya y la clase política regional no estuvo a la altura de las expectativas. Los sindicatos fueron un apoyo fundamental en aquel momento que derivó en los hechos de aquel día».

«Echo en falta la actitud de aquel día; pero sé que el cartagenero responde»

Andrés Campillo. Delegado sindical de UGT en 1992

«Se habían dado ya dos huelgas generales en un año. Cartagena estaba hundida y la población estaba descendiendo. Lo que se llevó a cabo en las manifestaciones fue un proceso revolucionario. Aquel día hicimos el amago de dirigirnos para el Ayuntamiento y, una vez se desplazó hasta allí el despliegue policial, dejaron libre la Asamblea. Entre 15.000 y 20.000 personas llegamos a concentrar. Hoy echo en falta esta actitud, añoro esa etapa. Sé que los cartageneros responden cuando se les llama».

«La gente debería, como antes, movilizarse por la precariedad laboral»

José Luis Romero de Jódar. Delegado sindical de CCOO en 1992

«Hicimos muchas movilizaciones porque se nos caía la ciudad debido a los recortes en el sector naval, minero, de fertilizantes y de la fundición. Cartagena estaba a la cola de España. No había un modelo de ciudad. Fuimos a hablar con Collado y cuando escucharon los trabajadores que nos habíamos llevado algún porrazo, no dudaron en ayudarnos. Hoy, viéndolo 25 años después, creo que la gente debería movilizarse más, como antiguamente, por la precariedad laboral».