LA AUTORA DE «LAZOS DE SANGRE» (PÁGINAS DE ESPUMA), SU ÚLTIMO LIBRO DE RELATOS, SIGUIÓ LA PASADA SEMANA PARA LA OPINIÓN UNO MÁS DE LOS INTENTOS DE DESAHUCIO DE LOS CINCO DE MEDIA QUE SE PRODUCEN AL DÍA EN LA REGIÓN.

Lázaro ha sacado a la puerta de su casa una decena de sillas, y el mismo número de vecinos descansan en ellas después de algunas horas de permanecer de pie. Conchi, una mujer de setenta años que debió ser una joven guapa, se sonríe pícaramente cuando le observo esto último. «¡Algo!», responden con humor Lázaro y Pedro. Se conocen desde la infancia, y en sus intercambios familiares, y en sus bromas, todavía puede adivinarse los críos que fueron. Todos miran al frente, al otro lado de la carretera, a una casa de fachada de cemento de cuyo balcón cuelga una pancarta blanca con una leyenda: «Por una vivienda digna. Stop desaucios. ¡Basta ya!»

„Yo estoy aquí porque no hay derecho, ¡es un engaño!„ protesta Conchi, que anda algo resfriada. „Es un pueblo pequeño y se corre la voz. Es que no puedo„ insiste tocándose el corazón „, la Loli tiene las maleticas preparás, por si acaso€

„Sus abuelos tenían un horno por este lado, y un bar en aquella esquina. „Lázaro señala hacia donde ahora se ubica un comercio de alimentación, regentado por una mujer china„. Y vino un prestamista y engañó a su padre. Imagínate, sordo€ ¿Cuántos años tiene Paco?

Y se detienen en pormenores de cuándo, dónde, tantos más o tantos menos que yo.

Algunos coches hacen sonar solidariamente el claxon cuando pasan por delante de la casa; en la acera, casi dos centenas de vecinos corean: «Este desahucio lo vamos a parar».

Quiero rayos de sol tumbados en la arena€ La música que suena en el móvil de Loli es alegre, y contrasta poderosamente con su voz. Hemos quedado a las nueve y media la noche previa a la fecha fijada para el segundo desahucio de su vivienda. En realidad, es el cuarto, me explicará luego.

Llueve cuando llego a la calle principal de Javalí Nuevo; es tarde, todos los establecimientos están cerrados y las aceras desiertas. Loli sale a abrirme la puerta. Me sorprende su juventud, pues por su voz la imaginaba mayor. Tiene 37 años. Subimos. El interior es una vivienda nueva, convencional, de las que abundan en los pueblos de la región.

„La levanté con mis propias manos, durante siete años, a pulmón„ me contará Antonio, su marido„ , sin pedirle un duro a nadie. Mientras la construía vivíamos en casa de mi madre.

Antonio no está con nosotras esta noche, acaba su turno de trabajo a las once. Sí que nos acompaña Jéssica, ocho años, que juega en su ordenador delante de la televisión encendida, y Antonio, de diecisiete, en su habitación. La hija mayor, Loli, ha salido con unas amigas.

Nos sentamos en el sofá y Loli empieza a contarme. Cuenta como una autómata, conteniendo las emociones. Es una historia que ha repetido muchas veces. Incluso la han entrevistado para el programa de Ana Rosa Quintana, en Tele5, esta misma semana.

„ Llevo tres noches sin dormir. A lo mejor mañana llueve y viene poca gente€

Todo empezó por culpa de un sonotone.

Luce un sol primaveral y algunos de los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) llevan levantados desde las seis de la mañana. Se temían lo peor. Cuando los desahucios se repiten, como es el caso del número 104, el de hoy, su experiencia les dice que la Comisión Judicial puede solicitar ayuda a las fuerzas del orden, y la Guardia Civil se presenta con anterioridad y acordona la puerta de la casa, en espera de que la Comisión realice el desahucio horas después. El desalojo de la vivienda de Loli y de Antonio está anunciado para las 12 horas, miércoles, 7 de marzo. Calienta el sol, el temor de Loli no se ha cumplido, y sus vecinos se agrupan en su puerta para impedirlo.

„Las leyes están muy mal hechas, y deberían cambiarlas. Echar a la calle a una familia, y que tenga que seguir pagando la deuda además de quitarles la casa es una injusticia. Además, en este caso es gente que quiere pagar, pero no quieren cobrarles, quieren quitarles la casa. Son gente buena, del pueblo de toda la vida. Que los engañen de esta forma y no haya una ley que les ampare€ es una impotencia total.

Lo tienen muy claro, tanto como Sandra, que habla en nombre de la PAH.

„Además de los emprendidos por demandas de los bancos, están los de prestamistas, como en este caso. Los cambios producidos por la fusiones bancarias han retrasado los expedientes de las hipotecas con problemas de impago, pero los intereses siguen acumulándose como deuda hasta que se realiza la subasta de la vivienda, lo que supone una enorme injusticia para las familias.

„Lo último que hemos detectado „continúa Carlos, también miembro de la PAH„ es que los bancos venden paquetes de veinte o treinta casas a inversores extranjeros, a muy bajo precio. Venden hipotecas a financieras sin avisar a los contratantes, y cuando éstos quieren negociar con el banco con en el que firmaron su hipoteca, éste les remite a una financiera deslocalizada, con sede en Bélgica o en Inglaterra. La indefensión es enorme.

Mientras hablamos, Guillermo, un activista que ha constituido una PAH en Lorquí, sin que sobre su vivienda pese amenaza alguna, saca de su coche una escalera y, con permiso de Lázaro, cuelga una pancarta en su fachada: «Contra el terrorismo financiero. Por el derecho a una vivienda digna. PAH».

Todo empezó por culpa de un sonotone que el padre de Loli, sordo, quiso comprar en el año 2003, o 2004, las fechas se confunden para su hija. Sabe, eso sí que no lo olvida, que estaba embarazada de la menor, y que su padre no quiso decirle nada de sus gestiones hasta después del parto. Para conseguir su sonotone y alguna otra necesidad, pidió prestado 15.000 euros a una empresa financiera, Créditos Murcia, concretamente a uno de sus principales socios, Juan Inglés Rojo, que se los prestó.

„Mi padre lo tenía como amigo. Todavía hoy, con todo lo que ha pasado, sigue diciendo que entonces hubiera puesto la mano en el fuego por él.

Después de pagar regularmente durante un tiempo, Paco se retrasó una semana en el pago de una mensualidad, y cuando quiso darle el dinero en mano a un socio de Créditos Murcia para continuar satisfaciendo su deuda, nadie quiso aceptarlo. A los tres meses empezaron la reclamación por vía judicial, con la amenaza de embargo.

Aún entonces, Paco siguió confiando en Juan Inglés Rojo, por lo que se dirige a él para intentar arreglar el asunto. La propuesta del prestamista es clara. Van a embargarles, y para que no le quiten la casa, le aconseja que reúna junto al crédito de 15.000 euros que Paco solicitó a su empresa, otro de 30.000 que la familia había pedido con anterioridad a Cajamar, y que satisfacía regularmente. Les asegura que él le gestionará ventajosamente ambos créditos, reunidos en uno; que su empresa comprará el terreno y se hará cargo de la escritura para que no salga a subasta, y que luego se la venderá a sus legítimos propietarios. Todo ello por el módico precio de 100.000 euros.

„Tanto si es más como si es menos. Tú me das 100.000 euros y lo arreglo todo„ insiste Loli que les aconsejó.

Paco sigue su consejo y aporta la documentación solicitada: la escritura del solar sobre el que se encuentra su vivienda, que incluye el terreno donde se ha edificado legalmente, pero sin escritura, la de su hija Loli y su yerno Antonio.

Para entonces, Créditos Murcia se ha transformado en Omarcux, y la operación está más que resuelta en beneficio de los prestamistas.

Cuando nace la hija de Loli y el padre les cuenta lo que sucede, ni ella ni su marido consiguen entender nada. Pero deciden pagar.

Cunden las excursiones al bar y a la pastelería que se encuentran a unos cincuenta metros de la casa. Son las once y media, hora de almorzar. Joaquín Sánchez, capellán de la cárcel de Sangonera ( que ha contribuido a parar más de doscientos desahucios), es un hombre en cuya cara se refleja la bondad. Entre el humo de los cigarrillos ( los desahucios son aburridos, se fuma mucho en esta espera, nos explica Carlos) , me cuanta algunas de las observaciones que ha podido extraer de su experiencia.

„Cuando una persona no puede pagar la hipoteca con la que se ha comprometido porque ha perdido su trabajo, empieza a sufrir por dentro. Siente un intenso sentimiento de fracaso al ver que no puede darle a sus hijos el alimento que necesitan. La primera carta del juzgado, en la que el banco le reclama la deuda, complica la situación y acaba de desgarrarla por dentro.

Es una lucha que no quieren mostrar, lloran a escondidas, y tienen que mantener la entereza para hacer frente a la situación. Les cuesta levantarse cada día sin un trabajo adónde ir, y sin saber adónde ir tampoco para pedir la ayuda que necesitan para sobrevivir€ Luego vienen los trastornos afectivos: el Orfidal para dormir, los conflictos de pareja; desaparece la sexualidad. Algunos, incluso, se van, porque la casa en la que viven está asociada a las cartas que reciben del banco. Ven al cartero y se ponen nerviosos. Se van, aunque eso no les resuelva nada y la deuda les persiga allá donde vayan.

Se va también Joaquín el cura, solicitado por otros, pero antes le pregunto cómo se explica él que un Gobierno que se declara católico no actúe con más diligencia en estos y otros casos. No se detiene a pensarlo y, en el mismo tono amable de antes, responde:

„Ellos no creen en el Dios de Jesús; si fueran católicos respetarían a los pobres. Creen que con ofrecer subvenciones a la Iglesia es suficiente. Han levantado su propio dios: el Becerro de Oro.

„Omarcux hizo una segregación en cuatro de la escritura original de mi suegro: dos bajos y dos viviendas „confiesa Antonio„. Y mi suegro les firmó la venta de esas escrituras para que no salieran a subasta. Mientras pedíamos los 100.000 euros, firmamos también un contrato de alquiler que Juan Inglés Rojo insistía que era ficticio, una garantía mientras que pedíamos el préstamo en el banco y les pagábamos para recuperar la propiedad. Firmé a ciegas.

Con las escrituras a nombre de los prestamistas y el contrato de alquiler a nombre de Antonio y Loli, los prestamistas desaparecieron. Durante casi cinco años intentaron ponerse en contacto con la empresa para darles los 100.000 euros y recuperar la propiedad de sus casas, pero la empresa primero les daba largas con excusas, los trámites eran lentos, aseguraban, y luego desapareció.

„ Ni oficina, ni por teléfono, ni en sus casas, ni siquiera en la Seguridad Social sabían decirnos dónde estaban. Nos movimos mucho, pero nada.

Cuando faltaban unos meses para los cinco años, momento en que hubiera prescrito la denuncia, Loli y Antonio recibieron una citación para un juicio por impago de alquiler.

„La noche antes, Juan Inglés Rojo vino a nuestra casa y nos dijo que no fuésemos a juicio, que nos traería otro papel y lo solucionaría.

Pero el marido de Loli decide acudir. Durante la vista, el juez se extraña de que Omarcux no les haya solicitado en esos cinco años el pago de los recibos, y de que ni siquiera existan éstos, según reconoce el abogado de la empresa.

„O son muy buenas personas, o unos estafadores„ asegura Loli que les dijo. Y detuvo el juicio por falta de pruebas. El tiempo pasa en contra de los deudores.

A partir de ese momento se inicia un laberinto judicial kafkiano del que Loli y Antonio no logran salir, y apenas explicar.

„Ninguno de los afectados de Omarcux ha conseguido nada. Todas las causas se han archivado. Saben moverse bien, y se valen de la Justicia para quedarse con las propiedades de la gente. Pero un grupo de inversores de la empresa consiguió que el juez de instrucción les detuviera y entraran en prisión provisional todos los socios, pendiente del resultado de la instrucción de la causa penal. La reclusión más larga fue la de Juan Inglés Rojo, que salió hace un par de meses de la cárcel. La empresa tiene hoy abierta una investigación judicial y, aunque hemos intentado unir nuestra causa con la de los inversores, no lo hemos conseguido.

Loli ha luchado sin descanso, ha aprendido términos nuevos con los que antes no estaba familiarizada. Ellos quieren pagar, insisten. Antonio ha estado en paro dos años; la empresa en la que trabajó durante catorce cerró, pero un vecino solidario le ha conseguido ahora un puesto de trabajo con un contrato de seis meses, y tienen el dinero para satisfacer su deuda y recuperar sus casas, aunque nadie quiera tomarlo.

Las redes sociales están llenas de quejas de afectados por este tipo de estafa que buscan a otros para luchar conjuntamente. Gentes de Murcia que cuentan historias semejantes a la de Loli; hay a quienes la vergüenza les hace callar y sufren en silencio.

Son las doce del mediodía, la hora anunciada para el desahucio, y la expectación crece. Algunos yayoflautas solidarios sostienen una pancarta delante de la puerta, por la que no paran de entrar y salir miembros de la PAH y los vecinos. Se hacen fotos, hay mucha prensa, radio y televisión.

„Al principio, durante los primeros desahucios, los funcionarios de la Comisión Judicial venían muy prepotentes. Pero ahora la opinión pública está con nosotros, está contra el desahucio y a favor de la dación en pago; los funcionarios lo saben y vienen con desgana„ nos informa José Coy, miembro de la Plataforma y activista social.

Ha vuelto Joaquín el cura, así todo seguido, que es como lo conoce todo el mundo, y junto a él está María.

„Es estupenda, habla con ella„ me aconseja Joaquín„. Ayer grabó para Tele5 y le dio un poco de vergüenza.

„¿Y qué haces para vencerla, María?„ pregunto.

„Al principio te quedas paralizada, pero luego te salen las palabras solas y la vences.

La culpa de lo que le pasa a María, sesenta años, la tuvo una operación de la vista de su hija para la que solicitó un préstamo de 5.000 euros al Banco Primus. El Banco Primo, lo llama ella sin perder el humor.

Pero tiene vergüenza. La buena gente tiene vergüenza.

„A mí no se me ha pasado por la cabeza matarme. Yo me caigo un porrazo y me levanto otra vez.

En el bolsillo lleva el Orfidal, para que le ayude a levantarse.

Según el Diccionario de la RAE, el primer significado de la palabra ´desahucio´ es: «Quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea». Explícito, ¿verdad?

El laberinto en el que se encuentra metida la familia de Loli continúa. Una crisis de psoriasis, bajada de rendimiento escolar, tristeza infantil, depresiones, insomnio, y los dos infartos de Paco, son la resultante de estos casi nueve años de impotencia. Tienen el dinero pero ahora, con los prestamistas imputados y sus operaciones en fase de instrucción, las propiedades de Omarcux no pueden venderse mientras dure el proceso, y Paco, Loli y Antonio, no pueden recuperar las escrituras de sus casas.

„El fallo es que mi casa no tenía escritura propia. La de mi suegro era por la totalidad del solar, y nosotros hicimos la vivienda en lo que correspondía al patio de su casa. Todo legal, todos los permisos en regla, pero sin escritura„ se lamenta, se reprocha Antonio.

A las doce y ocho minutos llega un coche de la Policía Local de Alcantarilla y aparca frente a la casa. El nerviosismo es patente. En ocasiones ha habido violencia, y algunos portavoces de la PAH han sido acusados de faltas contra el orden público aplicando el artículo 634 del Código Penal, aunque el juicio se suspendió por prescripción y falta de pruebas. En otros desahucios, los afectados han llegado a ofrecer pasteles a la Guardia Civil; la espera es larga, nos explican, hay mucho tiempo para conversar, para confraternizar.

Los dos centenares de personas que defienden la vivienda corean a voz en grito: «Este desahucio lo vamos a parar», y «Sí, se puede». Se cierran filas frente a la puerta para impedir la entrada de la Comisión Judicial, cuya llegada suele seguir a la de la Policía, que vigila desde enfrente, dentro del coche.

Pero no llega nadie.

Finalmente los policías se marchan y Sandra, que lleva muchos desahucios a sus espaldas, aventura una explicación.

„Ahora no vienen como hacían antes, la Policía les pone sobre aviso de si somos muchos o pocos quienes defendemos la vivienda, y los funcionarios de la Comisión Judicial pasan de largo y vuelven al juzgado. Lo lógico sería que se detuvieran aquí y escribieran la diligencia que indica que el desahucio se ha suspendido, y el motivo de la suspensión. En los primeros desahucios se aludía como motivo a la PAH. Pero ahora se van y alargan la agonía de la familia, que queda en la incertidumbre. A partir de aquí todo son suposiciones. Se han dado casos en los que la Comisión ha vuelto más tarde, con ayuda de las fuerzas de seguridad, cuando los vecinos se habían marchado, y han efectuado el desahucio fríamente. Hay que esperar.

Loli ha dejado la pancarta y ha subido a su casa, está agotada. Cuando me acerco a preguntarle cómo se encuentra, me mira con los ojos rojos del insomne, y me responde:

„Mis amigas dicen que yo era muy alegre, y que ahora siempre estoy triste.

Sus hijos dan vueltas por la casa, y en el balcón algunos de los miembros de la PAH esperan a que la amenaza pase. Los funcionarios de la comisión terminan de trabajar a las tres, y tienen que ir antes al juzgado a rellenar sus informes. Las dos se considera una hora segura para disolverse.

Miro las paredes de esa vivienda humilde, con aspecto de nueva. Una casa que tardaron siete años en construir y que, apenas un año después de habitarla, ya empezaron a temer que les echasen de ella. Me llama la atención el toque impersonal que adoptan las habitaciones cuando los muebles que las decoran han sido comprados de una sola vez, como es costumbre. Recuerdo las palabras de Conchi, la vecina de Loli, unas horas antes; la pena que sentía imaginando las maleticas preparadas, por si acaso, y no puedo evitar preguntarle:

„Loli, ¿habías hecho las maletas?

Vuelve a mirarme con sus ojos rojos; es una mujer guapa, tiene la cara pálida y el pelo negro, con las raíces blancas, precozmente envejecido. Me mira a los ojos sorprendida, como si le estuviera preguntando alguna inconveniencia. Y me responde, monosilábica.

„¿Yo? No.

A Loli no le han quitado la esperanza.

Son las dos y cinco de la tarde cuando Paco Morote, miembro de la PAH, toma el altavoz para dar por terminada la acción. Hace calor. El desahucio número 104 ha sido paralizado.

Sí, se puede.