En la Región de Murcia el 2% de la población es tartamuda. Sin embargo, este trastorno del habla pasa casi desapercibido para las instituciones, o al menos así lo ven desde la Asociación murciana para la Prevención, Evaluación y Tratamiento de la Tartamudez (APET), que desde hace años reclama la construcción de un Centro del Lenguaje, donde se ofrezca toda una serie de servicios a las personas que tartamudean. «En dicho centro, una serie de profesionales se pondrían a disposición de las personas que tartamudean y que soliciten a la asociación su intervención», tal y como asegura Ángel Mondéjar, presidente de APET.

Actualmente no existe un registro en la Comunidad Autónoma en el que se refleje el número exacto de casos existentes en la Región, algo, que según Mondéjar, «sería esencial a la hora de abordar políticas de actuación adecuadas». Otras de las ventajas que supondría contar con este respaldo institucional sería ayudar a las familias con menos recursos en las que existan casos de tartamudez, ya que «las sesiones de logopedia son caras y no las cubre la Seguridad Social. Además, por lo general, se trata de un proceso largo que requiere cierta inversión», añade Mondéjar.

Desde que llegara la oscarizada película El discurso del rey a la gran pantalla, el problema de la tartamudez se ha vuelto más visible en la sociedad y ha hecho que muchas personas que padecen dicho trastorno no tengan temor a la hora de reconocerlo. «Ahora llaman más personas a la asociación para informarse, y se ha visto que la gente sabe que ser una persona tartamuda no significa ser un imbécil», comenta Mondéjar, quien reconoce que en muchas ocasiones se trata de manera distinta a un tartamudo que a un ciego o un minusválido. Y es que, estas situaciones derivan en que, «casi siempre», la persona que tartamudea tenga un cierto complejo de inferioridad. Es más, según el presidente de APET, «la tartamudez crea discriminación social y laboral, ya que siempre se aspira a lo perfecto». Esta situación puede provocar auténticos dramas en las vidas de los tartamudos, «conozco el caso de una mujer, con una severidad extraordinaria, que no se comunicaba con nadie, incluso no hablaba con su hija para no pegárselo. Claro está que la tartamudez no es sida, no se pega», añade.

La APET asesora a muchas personas que padecen este trastorno del habla y la eficacia para combatir el problema es mayor cuanto antes se aborda. Así, la mayoría de quienes buscan asesoramiento son padres de niños pequeños que presentan tartamudez. «Lo primero que hacemos es tranquilizarlos, porque no se trata de una enfermedad grave y ahora, más que nunca, hay muchas herramientas, –señala Mondéjar– y después les ponemos en contacto con logopedas muy especializados». Aunque no está demostrado, según la experiencia del presidente de APET, «todos los niños que han venido a la asociación, son hijos de padres muy nerviosos». «Esto no quiere decir que sean mal padres, pero es cierto que en ocasiones dándoles unas pautas a estos padres, no hace falta que el niño sea tratado, ya que la tartamudez nace dentro de la familia», añade el presidente de APET, Ángel Mondéjar.