La historia de hoy nos lleva a recordar las soluciones que hace más de cien años se ofrecían en la prensa local para aquellas personas que padecían una hernia, y a uno de los profesionales que se dedicó a ello durante décadas en nuestra ciudad.

En aquella época debían de ser muchos los afectados por esta dolencia a juzgar por la profusión de anuncios que aparecían en los periódicos, bien vendiendo su remedio o bien anunciando su consulta por uno o varios días en Cartagena. En este último caso se buscaba que los afectados se presentaran para hacerles un reconocimiento previo y tomarles medidas para encargar el aparato que aliviara sus molestias o erradicara la hernia.

Es el caso del braguero universal del Dr. Wolney, un vendaje elástico sin resorte que allá por 1903 ofrecía toda clase de garantías, pues decía ser el mejor del mundo, el más económico y el único que contenía la hernia sin molestar. Según afirmaba en su publicidad, «podía usarse en traje de etiqueta sin que se note que lo lleva, no imposibilita para los ejercicios gimnásticos y de equitación y lo usan los militares, los empleados de ferrocarriles y los obreros». Los interesados podían acudir a la Fonda de Ramos para consulta.

Otro ejemplo lo encontramos en el ortopedista barcelonés Luis Torrent, que decía demostrar a cuantos quebrados se le presentaran que podía curar radicalmente sus hernias mediante «los maravillosos aparatos de su invención», los cuales no molestaban ni hacían bulto amoldándose al cuerpo como un guante. Dentro de su gira por toda España, en 1905 el señor Torrent paró un único día en nuestra ciudad y se le pudo visitar en el Hotel France et París que se encontraba en la plaza del Ayuntamiento, esquina con la calle del Cañón.

No faltaban en estos anuncios de periódico los típicos testimonios de pacientes que agradecían su curación, como aquel que decía que «un servidor aconsejará a cuantos amigos conozca que padezcan y necesitan dichos aparatos, que los adquieran, aunque tuviesen que buscar el dinero». La publicidad era importante entonces y ahora.

En cuanto al ortopedista por excelencia de Cartagena a principios del siglo XX, su nombre era Vicente Tortosa Reig y ejerció dicha profesión junto a su hijo en su gabinete ortopédico hernial protésico de la calle de la Caridad, aunque tuvo varias ubicaciones. «Consultadme, herniados, soy bien conocido de la humanidad doliente». Con estas palabras se presentaba este especialista herniólogo que afirmaba haber asistido a congresos de su profesión donde se había premiado su nuevo y práctico soportador ideal flexible, un vendaje que él decía que era mejor que los vendajes franceses e ingleses y que podía llevar cualquier persona de ambos sexos.

Entre sus especialidades figuraban aparatos para la desviación de la columna vertebral, torceduras de las piernas, fajas higiénicas para reducir las hernias umbilicales, desarrollo de gases y exceso de grasas. Avisaba el señor Tortosa de que había quien imitaba sus aparatos y había que tener cuidado con esos impostores. De hecho, tan seguro estaba de sus creaciones que en una de sus publicidades decía que «padece quien quiere padecer, pues la curación es segura» y prueba de ello es que regalaba el aparato a quien no le sirviera.

Finalmente, falleció en enero del año 1929 y su pérdida fue muy sentida por la sociedad cartagenera, especialmente por aquellos que mejoraron su calidad de vida gracias a sus inventos.

El invento del Dr. Wolney decía allá por 1903 ser el mejor del mundo.