Jamás pudo pensar José Rubio Saura, propietario entonces de la conocida panadería ‘La Argentina’, que a pocos metros de su establecimiento iba a realizarse un hallazgo arqueológico de gran importancia para toda la ciudad hace ahora sesenta años.

Como curiosidad, contaré que la Morería Baja quedó comunicada con esa parte de la Puerta de Murcia, tal y como la conocemos hoy, tras el derribo una década antes del inmueble que ocupaba la farmacia de Juan Álvarez Gómez que se trasladaría posteriormente a la esquina de la calle Villamartín.

Corría el mes de junio de 1957 y estaba previsto llevar a cabo obras de pavimentación delante del número 4 de la Morería Baja y previamente se realizaron labores de excavación preparatorias. Fue la tarde del 11 de junio cuando se descubrió la basa de una columna e inmediatamente el contratista de la obra, el señor Chumilla, informó a las autoridades competentes, entre ellas al cronista oficial de la ciudad Eduardo Cañabate, que acudieron con prontitud a la excavación.

Por parte del alcalde Miguel Hernández se ordenó la paralización de los trabajos para poder hacer un estudio profundo supervisado por arqueólogos. Así mismo se informó al Comisario provincial de Excavaciones y catedrático director del Seminario de Arqueología, Cayetano de Mergelina, para que supervisara dicho estudio.

A la primera basa le siguieron otras dos más hacia el Norte y los cimientos de una, mientras que hacia el Sur aparecieron cuatro perfectamente alineadas. En este sentido, la lectura del informe realizado por el que fuera director del Museo Arqueológico Municipal, Pedro Sanmartín Moro, nos proporciona una información muy interesante sobre este yacimiento. Durante las excavaciones aparecieron piezas de cerámica romana tosca, dos fragmentos de mármol moldurado pertenecientes a una cornisa o pedestal, e incluso un asa de vidrio.

La numismática también tuvo su hueco al encontrarse dos monedas de cobre que resultaron ser dos ases, el primero del emperador Alejandro Severo y el segundo un bronce hispano-romano del emperador Tiberio que se había acuñado en la Colonia Iulia Ilici Augusta, la actual Elche.

Pero la pieza que más llamó la atención de los numerosos curiosos que merodearon por las inmediaciones de las excavaciones fue una vasija hallada junta a la basa número 8. Dicha vasija de barro rojizo resultó ser una urna de incineración y para su apertura se trasladó al Museo Arqueológico Municipal. Una vez abierta, se pudo comprobar que tenía diferentes capas: la primera de tierra de la excavación, la segunda de madera carbonizada por oxidación natural, una tercera de tierra rojiza con fragmentos de hierro, una cuarta de greda que contenía fragmentos de conchas de moluscos y finalmente la capa de ceniza al fondo.

Entre las conclusiones a las que llegó Pedro Sanmartín, se encontraba el hecho de que las basas pertenecieran a un pórtico de edificación romana de grandes proporciones y pobre estilo, construida a cinco metros sobre el nivel del mar en la ladera de El Molinete.

Los grandes descubrimientos monumentales posteriores como el Anfiteatro y el Teatro Romano o El Molinete relegaron a un segundo plano el yacimiento de la Morería, cuyos primeros pasos hemos recordado en esta historia.