En los tiempos de ´whatsapeo´ o del ´tuiteo´, una postal (sí, con su sello y todo, como antiguamente) remitida desde Australia, Japón o desde Canadá por cualquiera de los fieles clientes que ha cosechado el ´hostelero trotamundos´ Antonio Pujante Zapata en los casi trece años de vida de El Albergue son un auténtico tesoro que no se puede comparar a ningún email ni sms. Por esta razón, ocupan un lugar preferente en las paredes de este histórico local de la zona de las tascas murciana, donde se rinde culto a las copas y mojitos bien hechos y donde tienen cabida unas excelentes tapas de paellas los miércoles de cada semana, por sólo 4,50 euros la ración de arroz, además de ´agua bendita de Espinardo´, es decir, un quinto de Estrella de Levante. Los arroces de enero fueron el pasado día 13, de marisco; el 20 de verduras y el próximo 27 de enero llegará el esperado arroz y conejo. A partir de las nueve de la noche hay que estar atentos porque la paellera vuela en cuestión de minutos.

El 21 de agosto de 2003, después de haber viajado y trabajado de camarero por todo el mundo (recorriendo toda Europa, Perú, Ecuador, Kenia, Uganda, Tanzania o Australia, y tras haber trabajado como jefe de cocina en un restaurante de Argentina o haber servido un gintonic a la mismísima Reina Madre británica en el Queens College), los amigos y socios Antonio Pujante Zapata y Moisés Postigo, a su vuelta a Murcia, estaban decididos a montar un auténtico albergue. Querían un club de invierno para mochileros en la Región, pero eran los años en los que aún no había estallado la burbuja inmobiliaria y los precios estaban por las nubes, así que desistieron y crearon lo que hoy es este lugar emblemático en la zona de las tascas, un albergue, eso sí, pero en forma de bar de copas y cócteles de autor y lugar de encuentro de Erasmus y un par de generaciones de amigos más que de clientes. «El Albergue es el mejor bar del mundo, un punto de encuentro para viajeros mochileros. Los nacionalismos se curan viajando», asegura Antonio.

Después de que Moisés se marchase a África por nueve años, Antonio siguió en el bar, con David preparando excelentes copas de autor, mojitos, con receta original cubana en la que sustituye el azúcar blanco por moreno -más saludable al no estar refinado- y sorprendentes cócteles como el Ruso blanco, que aparece en la película de los hermanos Coen El gran Lebowski con vodka, licor de café, leche y unas gotas de Baileys para hacerlo más cremoso. Con el cóctel Delicioso (con ron añejo, ron miel, naranja, limón, angostura, maracullá, canela y unas gotas de limón) Antonio ganó un concurso de coctelería.