Ana Belén Castejón se garantizó la alcaldía de Cartagena en los dos últimos años del mandato municipal mediante el improvisado ‘pacto de la servilleta’ firmado a contrarreloj poco antes de que se iniciara el pleno constituyente tras las elecciones de 2015. El PSOE, dirigido por ella, pactó un acuerdo de gobierno con el Movimiento Ciudadano de José López, un grupúsculo populista financiado por empresarios locales que se habían visto relegados de las iniciativas empresariales auspiciadas por el PP de Pilar Barreiro.

A sabiendas de que este conglomerado de intereses económicos que se consideraba excluido de la dinámica municipal se camuflaba bajo la capa de un supuesto patrioterismo cartagenerista, la candidata socialista, Ana Belén Castejón, entendió que la manera de acceder al poder, a pesar del exiguo resultado electoral de su partido, consistía en pactar con el adversario del adversario, incluso a pesar de que López era más de derechas que el PP.

A fin de cuentas, los populares tenían que responder a una estrategia general que les impedía asociarse con los socialistas (el esquema de la política convencional hasta el momento), mientras los de López se remitían a sus propios intereses en el ámbito local camuflando cualquier pacto de gobierno que les resultara ventajoso para quienes financiaban la operación localista como un avance en ese cartagenerismo tan semejante al modelo de los nacionalismos instrumentales que conocemos. La ecuación se resuelve, en el esquema general, cuando observamos que el tal Quim Torra es un equivalente poco sofisticado del precursor José López, pues todos los catetos lucen la misma boina.

Sabemos, sin embargo, que José López no es un indocumentado, aunque por sus declaraciones, gestos y actitudes pudiera parecerlo. Podría sospecharse que sus maneras atrabiliarias responden a una estrategia consistente en atraer a ciertos núcleos sociales que aspiran a encontrar perchas en que sostener la insatisfacción ante un panorama de correcciones políticas incómodas. El victimismo localista, el machismo incontenido ante las melenas rubias y los labios rojos y el placer de desbarrar frente a quienes se escandalizan por cualquier cosa que se salga del guion convencional es una tentación irrefrenable para quienes saben que, aunque sean abroncados en los medios de comunicación, van a encontrar complicidades en un guetto en que anidan ciertos demonios particulares, deseosos de liberar sus frustraciones, no con la palabra pública sino con el voto secreto. Y tal vez calculan que en esas escombreras de la sociedad hay un potencial más que suficiente para elevarlos al poder.

Por tanto, persiste la incógnita de si López se hace el tonto para parecer listo o se cree tan listo que resulta políticamente tonto. Habría que preguntar sobre esto a Ana Belén Castejón, quien le ha tomado la medida. Lo destituyó sin ambages al poco de su toma de posesión en la alcaldía como resultado del pacto entre ambos, y prosiguió con la escabechina al sacar de su gobierno a los concejales del MC que habían sobrevivido en él para seguir cobrando sin rubor del erario público tras la liquidación de su líder. Castejón apareció entonces como la perfecta suicida, dispuesta a gobernar con tan sólo seis concejales un municipio de las dimensiones de Cartagena. ¿Quién contribuiría a apoyar los presupuestos del año preelectoral? Pues ahí lo tienen: el propio José López, el primero. Y el PP. Y Ciudadanos. Todos, excepto Podemos. La temeraria alcaldesa que se expuso, con la ruptura de su pacto con López, a una moción de censura o de confianza o de lo que fuera, sobrevive espléndidamente tras la aprobación de los presupuestos con el apoyo explícito de sus principales adversarios, incluido el tal José López, enemigo jurado. ¿Qué les da?

Se dirá: vale, Castejón ha pasado la prueba de los presupuestos, pero no ha sacado a flote los suyos, sino que éstos han sido ampliamente enmendados por el resto de los grupos. Claro. ¿Alguien puede creer que en un consistorio de casi treinta concejales es posible aprobar los del equipo de gobierno, que se reducen a seis? Pero a los efectos, el gobierno que preside Castejón dispone de una hoja de ruta que ella maneja. Y las medallas de las actuaciones municipales le corresponderán. Lo sorprendente, desde el punto de vista político, es que el PP y López, aparentemente irreconciliables, se habían conjurado para evitar este escenario, y al final ambos grupos han acabado dando el sí al presupuesto municipal, lo que constituye siempre un gran alivio para quien debe manejarlo, es decir, el grupo que gobierna.

Lo de López, que tenía a mano su venganza en esta ocasión, se explica porque su estrategia no es política, sino económica. Se contenta, gobierne él o alguien en su lugar, con que determinadas iniciativas contribuyan a contentar a los sectores que lo apoyan. Pero en el caso del PP la cosa es más llamativa. En realidad, la mejor opción para los populares habría consistido en pactar con Castejón un modelo de presupuestos que trascendiera como un acuerdo de gobernabilidad que no estuviera modificado por intereses externos, como los de López. Y esto, porque el del MC es un adversario electoral del PP, no del PSOE. En Cartagena, el MC no toca al electorado potencial del PSOE sino que existe precisamente porque el PP es su granero. Por tanto, los populares debieran en buena lógica cerrar el paso a López apoyando a los socialistas, que en este caso compiten con Podemos y con nadie más. Pero las inercias obnubilan al PP, que ven en Castejón a su adversario potencial mientras permiten que López se cuele, como ellos, como contribuyente necesario a la gobernabilidad, restándoles así protagonismo al compartirlo con el mandado de los promotores de las grandes superficies del municipio.

Tanto el PP como López iniciaron las negociaciones sobre los presupuestos con la intención de cercar a Castejón en una especie de alianza implícita. El resultado final es que todos, PP y López, han acabado dando el visto bueno a los presupuestos y salvando el mandato de la alcaldesa socialista, que ahora podrá decretar lo que le plazca respecto a las partidas aprobadas. ¿No habría sido más práctico para el PP llegar a un acuerdo con el PSOE para soslayar a López, su adversario real, y proyectar así una imagen positiva de estabilidad política sin compartirla con el del MC, que se ha colado en la complicidad del acuerdo presupuestario? Puede que el Grupo Municipal del PP esté agotado y carezca de reflejos, pero se supone que sobre él se proyecta la inteligencia política de la candidata para 2019, Noelia Arroyo, muy consciente ésta de que deberá disputar su opción, antes que frente al PSOE, contra Ciudadanos y el MC. ¿Cómo es posible que Arroyo haya dejado escapar la posibilidad de apoyar los presupuestos de Castejón con las exclusivas enmiendas del PP mientras deja paso a las de Cs y MC a la vez que el PP vota también a favor de los presupuestos socialistas?

Que el ayuntamiento de Cartagena disponga de presupuestos es una gran noticia para los ciudadanos del municipio, pero aquí nos estamos refiriendo a las estrategias de los grupos políticos. Entre todos, con la excepción de la marca local de Podemos, han dado un impulso inesperado a la alcaldesa socialista, Ana Belén Castejón, quien sólo cuenta con seis concejales y puede presumir razonablemente de una extraordinaria habilidad política por conseguir este indudable triunfo. El PP habría tenido en su mano protagonizar el acuerdo, pero al final éste se ha diluido entre el conjunto, de manera que la alcaldesa puede sentirse libre de compromisos, pues el plácet ha sido general. Incluso López, que parecía destinado a la periferia política, ha regresado al centro de operaciones, lo cual gratifica a Castejón por un doble motivo: deja de ser oposición para ella y sigue siendo una piedra en el camino del PP. Pero éste es el que le ha abierto generosamente la puerta.

Castejón se nos presentó como una kamikaze política cuando echó del gobierno municipal a López, es verdad que no sin razones, y más cuando rompió definitivamente el pacto con el MC y separó del gobierno a los concejales de este chiringuito populista. Parecía quedar aislada y en soledad frente a todos los demás. Pero al final, todos, empezando por el propio López, han regresado a su halda. Repito: ¿qué les da?