El día 12 de diciembre pasado tuvimos la oportunidad de asistir a los primeros premios de la música de la Región de Murcia, galardones que han sido impulsados por la asociación cultural Hay un tigre detrás de ti y la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Murcia.

Se premiaron diez categorías: Mejor álbum de pop, Mejor álbum de rock, Mejor álbum de flamenco, Mejor álbum otras tendencias, Mejor festival de música, Labor medios de comunicación, Proyecto cultural relacionado con la música, Labor en la difusión de la música tradicional, Mejor artista debutante y Mejor videoclip

Conforme avanzaba la noche llegamos a varias conclusiones: La primera de ellas fue que deberíamos hacernos el firme propósito de seguir más de cerca el panorama musical de nuestra región, dada la calidad de los distintos grupos que desfilaron por el escenario, tanto los premiados como los que actuaron para amenizar la velada.

Otra conclusión fue la convicción de que en el mundo de las bandas de pop y rock la presencia de mujeres es prácticamente inexistente, como se deduce de las representantes del género femenino que pudimos admirar en la gala, que obviando a la presentadora fueron: la pianista Carlota Ruiz junto a la clarinetista María Albaladejo que acompañaron al músico Juan Antonio Ross; Verónica Sobrinos, cantante, que acompañó al pianista Andón Alcaraz. Sole Jiménez, que subió al estrado para recibir el merecido galardón de Premio Leyenda a toda su carrera. La cantante Ruth Lorenzo, que entregó uno de los premios; y Claudia Orellana, que recibió el premio al mejor Proyecto Cultural en representación de su grupo cultural Big Up. Es de destacar que esta última se refirió a la evidente insuficiencia de la mujer en este tipo de premios y reclamó la necesidad de visibilizar más el trabajo de las creadoras e intérpretes musicales que existen en nuestra región.

Teniendo en cuenta que la suma de todos los grupos, entre nominaciones, premios y amenizaciones, superaba la veintena, que la mayor parte de los mismos estaban formados por, al menos, cinco miembros, y que, excepto las mujeres mencionadas, todos eran hombres, pueden ustedes sacar sus propias conclusiones.

Que la relación de las mujeres con la música no es la idílica no debería sorprendernos. No es una circunstancia novedosa, ni una rareza, es a lo que estamos acostumbrados desde que el mundo es mundo, desde que la música es música. Tampoco es algo exclusivo de las bandas de pop y rock, sino que es un hecho que alcanza a cualquier disciplina artística o creativa, todos lo sabemos, dentro y fuera de nuestra región.

Sin embargo, tan particular circunstancia nos ha llevado a reflexionar sobre este hecho concreto de las bandas de pop, llevándonos a plantear varios interrogantes: ¿No hay mujeres que creen música y la interpreten y por eso no pueden optar a este tipo de premios? o por el contrario ¿están ahí y es la sociedad la que desenfoca o restringe su campo de visión? ¿Son acaso ellas las que no manifiestan interés o simplemente se autoexcluyen por la imposibilidad de proyección que se percibe en el panorama musical? ¿Es el mundo musical del pop y del rock un movimiento cultural para chicos en el que ellas están predestinadas a papeles secundarios de mero acompañamiento, relegadas de todo protagonismo?

La respuesta más recurrente sería la que podríamos aportar si nos referimos a cualquier otra disciplina en la que ahondemos: vivimos en una sociedad patriarcal en la que determinadas profesiones, desde siempre, entran dentro de los estereotipos de género. Hay actividades de hombres y las hay de mujeres. Ellas son maestras, ellos catedráticos de universidad; ellas se dedican a profesiones relacionadas con el cuidado de los demás, ellos son ingenieros, creadores, músicos, filósofos, pintores; hasta los instrumentos musicales están predeterminados: el piano o el arpa para ellas, la batería y la trompeta, para ellos.

Pero este campo que nos ocupa, el de las bandas de pop y rock, parece tener sus peculiaridades y se detecta una especial resistencia a dejar entrar a las mujeres, e, incluso, muestra cierto retroceso con respecto a décadas precedentes, si hacemos un poco de historia.

Ya a finales de la década de los 60, Joni Mitchell se reivindicó como intérprete y compositora, declarándose feminista. Claris Williamson, constatando la falta de visibilidad de las mujeres dentro del mundo de la música, creó una discográfica solo para ellas. Judy Collins o Carol King también se relacionaron con estos movimientos reivindicativos para conseguir un lugar en el panorama musical de la época.

En la década de los 70, Chrissie Hynde, se trasladó a Londres desde Estados Unidos para cumplir su único sueño: entrar a formar parte de una de aquellas bandas de rock inglesa que tanto admiraba. Anduvo durante un tiempo de grupo en grupo, sin llegar a encajar en ninguno, hasta que, tras mucho esfuerzo y empeño, consiguió fundar el suyo propio: The Pretenders. Ella también se autodefiniría como activista feminista entre otras cosas. También Patti Smith aportó el punto de vista feminista e intelectual al fenómeno de la música punk.

Sólo las más tenaces consiguieron destacar y situarse en primera línea, a base de talento, obstinación y haciendo frente al desánimo, pero muchas otras quedaron atrás, quizá igual de valiosas.

Pero al igual que estas pioneras surgieron a la luz de los movimientos culturales feministas en las décadas de los 60 y los 70, las mujeres jóvenes del siglo XXI llegan empujando fuerte en todos los campos, a la luz de un feminismo, quizá menos intelectual que el de sus predecesoras, pero si más popular e generalizado. Las creadoras musicales están ahí solo hay que saber mirar, también en nuestra región.

Entre tanto, confiamos disfrutar de una próxima edición de los premios de la música de la Región de Murcia en la que la presencia de las mujeres no se limite a mera espectadora.

Por dar alguna idea de grupos de mujeres o en los que participan: Estúpido Flanders, Kuve, Clara Plath, She Robin?