Buscar explicaciones a lo que acontece es un deporte del que pocas personas pueden evadirse. Y hay motivos para alarmarnos cuando buscamos explicaciones a ciertos fenómenos y éstas no tardan en llegar. Después vienen las interpretaciones que, en política, suelen ser dispares y antagónicas, incluso cuando las posiciones sobre un mismo problema pudieran coincidir. Sin embargo hay excepciones, y éstas suelen llegar a partir de la evidencia, no solo científica, de un fenómeno que nadie puede ya negar u ocultar durante mucho tiempo. Opiniones y estrategias políticas a un lado, la naturaleza nos pone en nuestro sitio. Lo vemos en los efectos de la recurrente sequía, lo estamos viendo en un Mar Menor moribundo y podemos observarlo cada vez más días al año en la contaminación atmosférica de nuestras ciudades.

Desde hace ya casi dos semanas, asociaciones de la sociedad civil organizada y concretamente Ecologistas en Acción, están desarrollando un inmenso trabajo haciendo de altavoz sobre el problema de la contaminación atmosférica que sufre la población de la ciudad de Murcia. Los datos de las últimas semanas muestran una ciudad en la que respirar se está convirtiendo en un deporte de riesgo. Y como primera causa de ese aumento en la contaminación, todos los científicos coinciden en señalar a las emisiones del tráfico rodado.

La relación causa-efecto entre la contaminación y graves problemas de salud de la población es cada vez más evidente. Tal y como señala la cardióloga Miren Morillas, «la contaminación del aire es un estímulo importante para el desarrollo y exacerbación de las patologías respiratorias, tales como el asma, la EPOC y el cáncer de pulmón». Los últimos datos analizados y publicados por Ecologistas en Acción sobre el contaminante ozono en la estación de San Basilio arrojan un total de 37 días en Murcia por encima del valor objetivo de protección de la salud humana, y 51 días en la estación Murcia-Alcantarilla, sobrepasando ambas con creces los 25 días límite establecidos por la legislación vigente.

Estos datos indican que este año Murcia es ya un foco de contaminación insoportable para la ciudadanía. Los óxidos de nitrógeno e hidrocarburos volátiles procedentes del intenso tráfico rodado urbano e interurbano son especialmente nocivos en el municipio de Murcia por las intensas condiciones de insolación, alimentándose entre sí y desarrollando niveles de ozono muy perjudiciales para la salud. En este sentido no está de más señalar que el último análisis sobre mortalidad del Instituto Nacional de Estadística sitúa a la Región de Murcia con la tasa de mortalidad por enfermedades del sistema respiratorio más alta del país .

A todo eso hay que añadir que cada día más evidencias científicas relacionan la mala calidad del aire también con las enfermedades cardiovasculares. Así, la doctora Morillas ha señalado que «la contaminación del aire ambiente ocupa el noveno lugar entre los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular modificables, por encima de otros factores como la escasa actividad física, la dieta alta en sodio, colesterol alto, y el consumo de drogas».

Las evidencias científicas y de sentido común hablan, diríase que gritan. Sólo hay que mirar y escuchar a familiares o vecinos cercanos, a amigos o a nuestros propios hijos, para recordar aquello que decía Ulrich Beck en La sociedad del riesgo: «Lo que para la ciencia son ´efectos secundarios latentes´ y ´sucesión de causas no probadas´, para esos padres son sus ´niños bronquíticos´ que se amoratan en tiempo nebuloso y boquean por aire entre resuellos. (?) los ´efectos secundarios´ tienen voces, ojos, caras, lágrimas».

Aconsejar a la población para que no utilice el vehículo privado o, aún peor, que no haga deporte en los días de mayor contaminación, no puede ser la política de un gobierno municipal que quiera proteger a sus ciudadanos. Y, sin embargo, lo es. Hace falta la responsabilidad de todos, eso es evidente, pero más allá de echar las culpas una vez más a la ciudadanía, lo que hace falta sobre todo es voluntad política. Nuestros gobernantes están para gobernar, no para hacer recomendaciones que ni siquiera ellos cumplen; están para planificar acciones a corto, medio y largo plazo, para aplicar un marco jurídico avanzado que tenemos ya a nuestra disposición y que se ha demostrado eficaz en otras ciudades.

Nuestra salud, la de nuestra huerta y nuestra ciudad, está en juego. Nos afecta a todos. Aquí no cabe ninguna distinción de clase ni ideológica ni de ningún tipo. Desviar nuestro camino hacia la Smoke/Smog City, y cambiar nuestro modelo de ciudad es el único futuro posible.