Qué fácil es comer el coco a alguien, y si es en masa más sencillo aún. La necesidad de creer en algo, el culto a la vanidad o simplemente el hecho de decirte lo que quieres escuchar son la base de cultivo para creernos mejores que los demás. Si no, cómo se explica que a lo largo de la historia hayan existido líderes que llevaran al pueblo a entender que su raza era superior. O cómo se puede entender que en nombre de un dios se mate. O cómo se puede entender que existan sectas que te prometen la felicidad eterna a cambio, eso sí, de dinero, que voluntariamente entregas por la comida de coco que te han hecho. O, en fin, cómo se puede entender que tengan éxito los adivinos/as en cartas, posos de café, tabas, bolas de cristal, etc.

Al fin y a la postre son formas de proselitismo, que se puede hacer desde una tribuna, desde un púlpito o desde la televisión o la radio. Pero lo que ya no es de recibo es que se haga en unas aulas. Y menos aún si en las mismas los que atienden son menores de edad. Siempre me pareció mal que desde el amparo de una cátedra se aproveche para imbuir tus ideas sobre determinadas materias políticas, religiosas o meramente personales, a los alumnos. Al menos esos universitarios son mayores de edad y se supone que con cierta formación académica y crítica. Lo malo es que se utilice ese proselitismo en las mentes aún inocentes y moldeables para conseguir pretensiones de futuro normalmente espurias e interesadas. Y si encima con ese lavado de mentes se incita al odio, ya es absolutamente deleznable, amoral y delictivo.

Cuentan las crónicas periodísticas que ocho profesores de tres centros educativos de la Seu d´Urgell han declarado ante un juez por hablar en clase del uno de octubre, dando su versión particular. Lo investigado tras una denuncia de unas familias es si varios profesores y el director de un colegio, «incitaron de manera directa a los alumnos, de edades muy tempranas y en consecuencia maleables, por parte de quienes tienen un principio de autoridad para con ellos, a la comisión de hechos en los que se puede predicar la discriminación, el odio, la hostilidad o la violencia contra grupos o asociaciones», dice el auto judicial que apertura diligencias previas para investigar lo sucedido. En este caso el proselitismo era contra la Guardia Civil, porque en clase les habían dicho a los alumnos que la misma es mala y pega a la gente que quería votar y mataron a una persona. El resultado es que un hijo de guardias civiles fue humillado, insultado y agredido.

Pero para espuria es la historia que se está contando en Bruselas por parte de los independentistas huidos mientras sus correligionarios y de segunda fila del president están en la cárcel. Van a pedir asilo político de forma indirecta y negándolo, cuando Bélgica está muy por debajo de España en calidad e independencia de la Justicia. Lo que consiguen es demorar su ingreso en prisión, pero nada más. Pues sería curioso, por no decir otra cosa, que no aceptara el juez de Bruselas la petición de la juez española en un Estado de Derecho y por un miembro de la misma Unión Europea. Si la Justicia española es lenta, los trámites que se están marcando por ley en ese país tampoco son mancos.

No se engañen y no lo duden, porque todo llega y quien presuntamente se salta la ley debe ser juzgado con garantías, y España las tiene y muchas.