Dedicado a Gabriel Batán , librero universal, que nos contagia, de palabra, la pasión por el libro.

Estoy ultimando las últimas páginas de un estudio-ensayo sobre los ilustradores del Quijote en toda su historia, según la resaca del año cervantino; es una gentil navegación sobre aquellos que más tarde que pronto dibujaron e ilustraron los pasajes y el alma del Ingenioso Hidalgo; arte y palabras universales, quedando a la espera el cine y su tratamiento sobre el tema, aunque ya hayamos hecho algo sobre ello en la Filmoteca Regional recientemente.

Mucha agua ha pasado bajo los puentes editoriales desde aquel año de 1605, en que el Quijote recibió su bautismo público en las prensas de Juan de la Cuesta hasta las últimas creaciones monográficas sobre el audaz caballero. Con la excepción de «unos tacos tipográficos de surtido», ninguna de las seis ediciones que del gran libro se hicieron en 1605 estaban 'ilustradas'. La distancia que va del escuetismo tipográfico al mimo ilustrador de hoy se pavimenta con una apretada nómina de artistas que nos han legado su propia versión plástica de Don Quijote y Sancho. En ellos las figuras del caballero y del escudero, del ventero y los arrieros, de los paisajes y de los molinos y de los múltiples personajes que se mueven dentro del escenario del Quijote adquieren forma concreta, peso, gestos, corporeidad ocular. El espíritu de la obra literaria se ha convertido en fuente de inspiración plástica y ha adquirido una nueva dimensión. La letra cervantina se ha hecho línea y color. Lo que en principio fue 'taco tipográfico de surtido' se convirtió en ilustración; la ilustración dio un paso mas, adquirió una mayor depuración y estatura y creció hasta hacerse obra de arte independiente.

Entristece un tanto pensar que los grandes pintores españoles de la época no se sintieron en absoluto atraídos por la mágica prolongación de lo literario y no ilustraron ninguna de las obras inolvidables de nuestros escritores del Siglo de Oro. Inglaterra fue el primer país en el que apareció un Don Quijote en que se representan, corporizadas y acuñadas para la historia, las siluetas del andante caballero y del fiel escudero: T he History of Don Quichote/The first parte (Londres, 1618). Al anónimo dibujante inglés siguieron otros artistas y otras ediciones que han conquistado un puesto de estimación y fervor en todas las colecciones cervantinas: edición de Bouttats (la primera que apareció, ilustrada, en castellano; Bruselas, 1662); edición de Jacobo Savry (impresa en Dordrech, Holanda, en 1656); edición con 380 ilustraciones de Gustavo Doré (publicada por Hachette en París en 1863), etc.

A los nombres ya inolvidables de algunos ilustradores españoles y extranjeros del Quijote ( Camerón, Antonio Carnicero, José Brunete, Jerónimo Gil, Prevost, Eugene Lamie, Purkine, Juan Aleu, Moreno Carbonero, Gregorio Prieto, nuestro querido Pedro Flores) hay que añadir las múltiples obras independientes basadas en motivos quijotescos. Y no olvidar, por supuesto, ni a Sert, ni a Zuloaga, ni el quijotismo surrealista de Dalí, ni la síntesis mágica de Picasso.