El actual líder del PSOE, Pedro Sánchez, definió una nación, con su ya acreditada vacuidad, como un sentimiento. Debemos entender, en todo caso, que el nacionalismo consiste en un sentimiento. El sentimiento, en particular, de pertenecer a una comunidad cuyos rasgos tan peculiares la hacen idónea para constituirse como Estado. La comunidad luce características tan propias que imposibilitan el encaje de este grupo humano en una comunidad política con fronteras más anchurosas que las ocupadas por el grupo en cuestión.

El sentimiento nacionalista, por tanto, no puede surgir de manera espontánea. Debe basarse en realidades históricas. Para afirmar con razón que el perro del vecino es peligroso, no basta con sentir miedo ante él: el animal debe dar muestras de su ferocidad. Para que un grupo constituya una nación, no basta con que sus integrantes así lo sientan: debe haber una clara distinción cultural y un añejo pasado como comunidad política.

De ahí que los tejemanejes con la historia sean costumbre habitual entre los nacionalistas: hay que justificar el sentimiento. El sentimiento nacionalista catalán, es sabido, carece de base histórica. Lo más parecido a un Estado catalán propio que ha existido fue la Corona de Aragón. El nacionalismo es también dado a tejemanejes de tipo sociológico, percibiendo ´hechos diferenciales´ allí donde le apañe. España es uno de los países más culturalmente homogéneos de Europa. Ningún español se siente en país extranjero cuando camina por Bilbao o Tarragona. El castellano y la tortilla de patatas se extienden a lo largo y ancho de la Península.

A los hechos diferenciales los carga el diablo. Hay ciudades de incontestable idiosincrasia. Nueva York no se parece demasiado al país que la alberga. Y barrios (¡La Algameca Chica, en Cartagena!). Aunque, a decir verdad, solo los individuos tienen personalidad en un sentido no metafórico.

Se habla también del hecho diferencial de Cartagena. El hecho es que Cartagena pertenece al Reino de Murcia desde el mismo momento del nacimiento de éste. Y, por supuesto, Cartagena forma parte de la Región de Murcia desde que ésta viera la luz.

El anterior alcalde de Cartagena, el vitriólico José López, amenazó con llevarse Cartagena a Alicante o Almería. La Comunidad Valenciana o Andalucía oficiarían de mejores anfitriones administrativos de la ciudad portuaria. Votar a un político capaz de tal exabrupto empieza a parecerme no ya un hecho diferencial de la ciudad portuaria sino un hecho inexplicable.