Hay un libro por ahí, Utopía para Realistas, de Rutger Bregnan, que analiza esto. El dato, digo yo. Y es que, en los años cincuenta, solo el 12% de los jóvenes, tanto norteamericanos como europeos, pensaban de sí mismos que eran una persona especial. El mismo estudio repetido hoy, sesenta años después, los que se sienten que son especiales ya son el 80%. Tan solo el 20% de los jóvenes se consideran ´normales´. La verdad es que es para echarle una pensada, no me digan que no. El autor dice que esto es de visita al psiquiatra y de pastillitas. Y la verdad es que resulta sorprendente que una época de mayor alienación como la actual no es normal que produzca tal cantidad de seres especiales, más bien todo lo contrario. Y lo cierto es que no le falta una buena parte de razón a este analista.

Yo es que creo que es justamente al revés. Tanta gente sintiéndose especial demuestra claramente que no lo son. Que son gente común que se creen especiales. Lo que pasa es que son/somos muchos, muchísimos, compartiendo y compitiendo (por) el ego, y eso nos hace creernos a nosotros mismos lo que no somos. Precisamente en la actualidad somos menos especiales que nunca. Existen tendencias alienantes que los/nos iguala a todos en un rasero de infinita mediocridad hedonista y consumista. Jamás hemos sido tan igualados por la moda y las tendencias ni tan obtusamente predecibles. Tanta gente allanada por la estética personal de confite y gimnasio, por los móviles, táblets y packs en serie. Calcule el aforo de un concierto, de un festival, de un partifútbol, de un botellón, de un mogollón cualquiera: ¿de verdad creen que hay ahí un 80% de personas especiales? Sean sinceros, por favor.

Muchos argumentarán en este punto que tal estudio, no se nos olvide, está realizado sobre la juventud. Y sí, es cierto, pero aquí lanzo otra preguntica: ¿acaso los adultos no imitamos a los jóvenes, a los cuales, por cierto, hemos formado según nuestros valores? Y los imitamos en el vestir, en el comportamiento, en el esfuerzo de sentir y pensar como ellos. Hasta adoptamos las mismas modas, los mismos peinados, la misma ´liberalidad´ o lo que eso sea. El gregarismo, que yo sepa, nunca ha sido nada original, sino una copia múltiple y generalizada de modos, usos y costumbres, y eso en modo alguno nos convierte en especiales. Fíjense si no quieren/queremos marcarnos como especiales copiando las tendencias de moda en cada momento. Jamás ha existido mayor gregarismo que en esta época, ¿dónde están los especiales?

Ya. Vale, lo sé, la publicidad es un arma tan poderosa que nos sirve perfectamente como excusa, algo a lo que responsabilizar y echar la culpa. Lo que pasa es que la publicidad es una técnica que estudia las tendencias de las mayorías para sacarles partido y hacer negocio, y las mayorías son los normales, los comunes, los que siguen los dictados, pero jamas funciona con esos especiales. Piénsenlo. Estoy siguiendo una línea argumentaría razonada, dentro de la lógica y del sentido común, y no porque yo quiera escandalizar ni sacar las paticas fuera de la cesta. Solo deseo que mediten sobre ello. Nada más.

Eso sí, podremos decir, y es cierto, que una cosa es sentirse especial y otra serlo realmente. Ahí l´an dao, Estanislao. Los modernos sistemas de alienación personal radican precisamente en eso mismo, en hacernos sentir seres especiales, usando, sumando y abusando y manipulando los valores de la cultura del ocio, pero restándoselos de la cultura del conocimiento. Vivimos en la llamada era de las comunicaciones, pero solo nos comunicamos con Vicente que va donde está la gente. No la usamos para ser especiales, si no para ser iguales€ como los manguales.

Hagan un sencillo experimento. Fíjense en los programas de televisión, las series, los youtubers, tuiteros e influencers de mayor éxito y seguimiento, y luego miren el nivel de visitas comparándolo con el nivel cultural, moral y/o educativo que tienen. Bien, pues esa es la medida. Ahí tienen ese aplastante 80%. El resto, ese residual 20%, son/somos los ´normales raros´, tan raros que nos convertimos en especiales precisamente por no serlo€ Y es que, en definitiva, vivimos en un mundo de especiales y raros. Y los que deberíamos ser normales, pasamos a ser anormales. Eso es lo que pasa, doña Tomasa.

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