El jueves 15 de septiembre más de mil vecinos y vecinas de los barrios del sur de Murcia se concentraron en el paso a nivel de Santiago el Mayor. En un ambiente tranquilo, personas de todas las edades reclamaban por cuarto día consecutivo que no querían la llegada del AVE en superficie y que el soterramiento es imprescindible para no dividir el municipio de Murcia.

Al igual que los días anteriores se había cortado el tráfico ferroviario como acción de protesta, lo que perjudicaba a algunas decenas de viajeros que llegarían con retraso, pero€ ¿qué supone ese retraso comparado con el que sufrirán miles de vecinos diariamente una vez sus barrios sean separados del resto de la ciudad?

En ese momento, sin provocación alguna y sin mediar ningún tipo de aviso empezaron a llegar decenas de furgones de la Policía Nacional (incluida una unidad especial de antidisturbios proveniente de Málaga). Después de unas horas de tensión, se pusieron los cascos y desalojaron por la fuerza a los manifestantes provocando muchos momentos de angustia y, sobre todo, indignación. Quienes nos concentrábamos no entendíamos cómo la delegación del Gobierno ordenaba usar la violencia ante una concentración pacífica y modélica, como todas las llevadas a cabo durante décadas por la Plataforma ProSoterramiento.

La reacción del alcalde Ballesta no fue acercarse a los vecinos y solidarizarse con ellos; al contrario, sus declaraciones fueron (y las cito textualmente): «Es una situación que no va en consonancia con la personalidad de la gente de Murcia, que es pacífica, amable y tranquila». Es decir, acusaba a los manifestantes de no ser ´buenos´ murcianos. No solo no condenaba la orden desproporcionada del delegado de Gobierno, sino que culpaba indirectamente a los vecinos y vecinas.

La respuesta a los actos del día 15 fue masiva y, de nuevo, ejemplar. Al día siguiente, decenas de miles de vecinos y vecinas llenaban las calles exigiendo el soterramiento y denunciando el uso de la violencia policial. El resto es historia viva de la dignidad y entereza de la población de Murcia. Día tras día, miles de personas se han concentrado y manifestado para exigir el soterramiento, escribiendo así una de las páginas más importantes de la movilización vecinal en Murcia.

Las reivindicaciones son claras y justas ante la desinformación del Ayuntamiento, el ministerio de Fomento y Adif. La propuesta es sencilla: el AVE no puede llegar en superficie a la estación de El Carmen, la vía provisional no puede estar electrificada y los pasos a nivel no se pueden cerrar. En definitiva, la prioridad es el soterramiento integral.

Los buenos murcianos y las buenas murcianas son los que defienden su ciudad ante una agresión injustificada como es la construcción de un muro que la divida. Los buenos vecinos y vecinas son los que están preocupados al ver que sus hijos e hijas tendrán dificultades para llegar a su instituto. Los buenos murcianos y murcianas son las que saben que ni un ascensor ni unas escaleras automáticas servirán para el paso continuo entre sus barrios. Los buenos murcianos son, en definitiva, los que se movilizan.

Son buenos murcianos los de la Plataforma ProSoterramiento y merecen el mayor de los reconocimientos porque llevan décadas luchando para eliminar los pasos a nivel y evitar la guetización de los barrios del Sur de Murcia.

Pero en esta historia sí hay malos murcianos, y no son los que señalaba Ballesta. Los malos murcianos son los que se esconden de sus vecinos y vecinas, los que no son capaces de enfrentarse a su partido por defender su municipio. El mal murciano es tristemente nuestro alcalde que ha quedado totalmente deslegitimado para continuar al frente del Ayuntamiento.

Por eso, sería de buenos murcianos y de buenas murcianas que se materializara una moción de censura.