Hablemos, por un día, de esa mayoría a la que nadie hace caso en los medios de comunicación, que parece no existir, sin derecho a la palabra. Hablemos de la mayoría de los ciudadanos murcianos y españoles que nos sentimos orgullosos de nuestro país tal como es con su diversidad cultural, sus valores y libertades.

Españoles nacidos a partir de la década de los sesenta y setenta cansados de quienes utilizan sucesos de enfrentamientos del pasado que no entendemos ni queremos conocer. Su único objetivo es generar odio y separación.

Nosotros hemos disfrutado de la cultura, de la diversidad de idiomas en las regiones, y hasta de la gastronomía existentes en este territorio. Un Estado que ha vivido los mejores cuarenta años de su historia en desarrollo económico y solidaridad territorial gracias a un marco de reglas del juego que aceptamos todos por nuestro bienestar, así como para las generaciones futuras. Un marco de libertades que permite la autogestión de distintas culturas y sensibilidades regionales en límites nunca vistos en el resto de democracias consolidadas. Un espacio donde hemos cedido una parte por el bien común alcanzando niveles de autogobierno regional que rozan en algunos casos la deslealtad hacia el resto de ciudadanos que conforman este país.

Ese marco de estabilidad y paz debe ser defendido por todos, sin excepción, con nuestra participación activa en foros, medios de comunicación y trasmitiendo con claridad a la clase política nuestro cansancio. Hasta ahora se ha revelado como ineficaz su actuación en la defensa de los intereses generales de esta maravillosa nación.

Tenemos la obligación de impedir bajo el marco del ordenamiento jurídico vigente y de la Constitución española que minorías nacionalistas hagan un uso ilegal y fraudulento de las libertades concedidas y acordadas por consenso general. Su único objetivo de destruir el sistema desde dentro y llevar a cabo el robo de una parte del territorio nacional en beneficio exclusivo de una minoría de la población española. Es como una enfermedad que se extiende y se autoalimenta del propio sistema hasta destruirlo.

Durante décadas se ha permitido el uso desleal y partidista del sistema educativo inculcando el odio a todo lo español. Generación tras generación se ha esperado pacientemente la llegada de dificultades económicas que generasen suficiente malestar social para poder así orientar dicha frustración hacia un único culpable, generador de todos los males: España y su democracia. ¡Qué ironía! A cambio, ofrecen el paraíso de una Cataluña desbordada de felicidad y recursos ilimitados, donde todos son ricos, guapos y felices.

Es tiempo de actuar y que esa mayoría de murcianos y españoles orgullosos de vivir y participar en la construcción de este país levantemos la voz. Defendamos con determinación, bajo el marco de la ley, nuestros derechos como ciudadanos, seamos de izquierdas, de derechas, de centro o simplemente sin orientación política alguna. Pertenecemos a esta España moderna y abierta al mundo. Una España cansada de enfrentamientos regionalistas y sectarios justificados en acontecimientos pasados, en muchos casos modificados o reinventados en base a intereses partidistas y sectarios. No aportan bienestar, y sí odio y fractura social.

Esa mayoría silenciosa debe dejar de ser muda. Ha de reclamar y exigir a la clase política y a los poderes públicos de toda índole que esté a la altura de los acontecimientos, que nos defiendan dentro del marco de la ley, hasta las últimas consecuencias. La Constitución española es el único marco generador de bienestar y estabilidad social.