Uno se da cuenta de la fugacidad de la vida y de la velocidad del tiempo cuando lee en una revista del corazón que Raffaella Carrá acaba de cumplir 74 años. Madre mía, parece que fue ayer cuando, con el cuerpo de Franco aún caliente, apareció en nuestros aparatos de televisión bailando, cantando, mostrándonos sus piernas y su perfecto ombligo, y agitando con ritmo su melena rubia, de un pelo tan liso que no parecía humano. Sin duda, La Carrá es una artistaza que, cuando suena en una boda, aún es capaz de levantar a la peña de sus sillas y poner a varias generaciones a dar saltos con su Fiesta, su llamamiento a hacer el amor en el Sur o a esconder a hombres en el armario. Han pasado más de cuarenta años; no sé cómo estará el cuerpo del Caudillo, pero por lo que veo en la revista el ombligo de La Carrá sigue perfecto.