Hace unas semanas Carter Wilkerson, un adolescente de Nevada, pidió por Twitter a la cadena de comida rápida Wendy's que le propusiera una cifra de retuits para conseguir un año de nuggets de pollo gratis. Este tipo de mensajes son un clásico. Si tal comentario consigue más de 2.000 RT, me rapo el pelo. Si tal otro alcanza los 100.000, me voy al Camp Nou con una camiseta de Cristiano Ronaldo. Con 5.000, voto a Podemos. Incluso circuló por los mentideros políticos españoles la promesa que Santi Abascal, presidente de Vox, hizo a los miembros de su organización juvenil de que si conseguían un determinado número de impacto se pondría como imagen de perfil una foto suya subido a un Pokemon cual héroe de guerra.

Nuestro amigo Carter pidió una cifra, y Wendy's le contestó que necesitaba dieciocho millones de RT. Teniendo en cuenta que el tuit que mayor impacto había alcanzado hasta la fecha era el de los 3,4 millones del selfie de los Oscar de Ellen DeGeneres, no parecía demasiado probable que nadie hiciera caso a Carter. Él, sin embargo, contestó con un determinante consider it done (considéralo hecho) que ha cambiado su vida para siempre de la forma más banal que se me ocurre.

Esa banalidad, como todo hito relevante que se precie, ha provocado la irrupción de lo peor y lo mejor de la especie humana. Las personas normales, que tienen una vida normal con sus preocupaciones e ilusiones, en el peor de los casos habrían asistido con la más absoluta pasividad al hecho de que un chaval haya roto un récord Guinness pidiendo pollo empanado por Twitter. El problema es que, como sabemos los que dedicamos más tiempo del que debiéramos a esta red social, la normalidad es una cualidad no demasiado extendida entre los usuarios.

La primera crítica que leí respecto a la cuestión era que qué clase de sociedad estamos construyendo cuando el mensaje con más impacto de la red social más política de todos los tiempos no habla sobre las injusticias sociales, el cambio climático o las guerras en Oriente Medio, sino sobre filetes de pollo. La segunda, que al final se había impuesto el sistema heteropatriarcal y un varón blanco y de clase alta había recuperado la preponderancia social que había marcado una mujer lesbiana (en referencia a DeGeneres). La tercera, que poco ejemplo estábamos demostrando a los adolescentes de nuestro tiempo si promocionábamos a personajes que pedían públicamente comida basura y no saludable, no sin obviar por supuesto el asunto de la lucha que debemos emprender a favor del veganismo y demás modas eco friendly.

Reconozco que éstas son las que más me llamaron la atención, pero hay muchísimas más del estilo. Al parecer se ha instaurado en la sociedad la idea de que no hay acontecimiento que ocurra en el mundo que no merezca ser politizado, masacrado y prácticamente acusado de ser producto de una conspiración judeomasónica de los respectivos Ibex 35 y las industrias carnívoras neoliberales. Se ha instaurado, también, la idea de que los ciudadanos no podemos ser felices ni pensar en banalidades porque el mundo se desploma a nuestros pies. Como si tener esos raticos en los que nos preocupamos más de los goles de Sergio Ramos, el ridículo de Eurovisión y los nuggets de Carter no fuera precisamente el elemento clave para poder afrontar nuestras desgracias con la fuerza suficiente para combatirlas.

Obligar a todos los seres humanos a ser infelices por tener el peso de las injusticias del mundo sobre sus hombros no va a contribuir a hacer de ésta una sociedad mejor, pero sin embargo sí va a incidir en la frustración de todos los que, a contracorriente y en un ejercicio de valentía social, son capaces de ver el lado bueno de las cosas entre tanta desgracia real e infundada.

Pero en este juego del ying y el yang también ha habido héroes. Los que han creado una página web para seguir en directo el conteo de RT entre Carter y Ellen. Los que han creado camisetas de apoyo y registrado un logo como iniciativa emprendedora y benéfica. Los community manager de Wendy's, que han conseguido la estrategia de publicidad con más impacto de la historia de Twitter sin ni siquiera pretenderlo. Los directivos de la compañía, que han donado 100.000 dólares a una organización en apoyo de niños adoptados a petición de Carter. Ellen, que ha asumido su derrota en el conteo con tanta pasión como su récord anterior. Los tuiteros implicados, que han mandado el tuit por sus grupos de whatsapp para viralizar por todo el planeta una campaña basada única y exclusivamente en la solidaridad humana.

El martes 9 de mayo de 2017 un adolescente de Nevada consiguió que usuarios de todo el planeta convirtieran su petición de nuggets en el acontecimiento con más impacto de la historia de Twitter. Un ejercicio que, a pesar de los que se empeñan en decirnos que tenemos prohibido ser felices, ha demostrado que la solidaridad y la ilusión son valores en alza en la sociedad, aunque sean para conseguirle pollo a un quinceañero perfectamente desconocido para todos. Nos hemos revelado contra el pesimismo y nos hemos emocionado con el éxito de alguien a quien jamás conoceremos. Eso, gracias a Dios, somos nosotros. Los del #nuggsForCarter. Los de ser felices.